No estudies. No te servirá de nada en un futuro

Durante años trabajé en programas de televisión para diferentes cadenas nacionales y autonómicas, unas veces con mis propias productoras y otras para productoras ajenas. Hice muchos programas de todo tipo, desde ficción a realities, pasando por debates de todo pelaje, o lo que era lo mismo, programas de entretenimiento puro y duro que tomaban el formato del debate para darle un aire más prestigioso al desaguisado. Lo que tiene la dialéctica. Viendo cómo está la televisión en estos momentos, aquellos programas tan denostados en su momento, serían hoy auténticas películas de Ingmar Bergman comparados con las charcas de cieno en que se han convertido la mayoría de los platós televisivos.

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Aquellos años vivimos los inicios de la sociedad del espectáculo o el mundo como supermercado, aunque no fuéramos conscientes ni supiéramos quién era Guy Debord y sobre lo que reflexionaba. Pero ya se sabe, de aquellos barros estos lodos. En aquellos años empezaba a importar más el cómo que el qué en un plató; es decir, el contingente que el contenido. Hoy, este último, no existe y se ha acabado de imponer el primero siempre que se grite. En aquellos programas en los que trabajé, cuando se necesitaba la opinión de un especialista, el director o a la directora del programa siempre salía con aquello de no quería “logos” de ningún tipo, ni psicólogos, ni sociólogos, ni filólogos, ni politólogos que valiesen,  porque su madre no los conocía.

 

La ignorancia siempre estaba justificada en aras del supuesto analfabetismo de sus  honorables madres, que no tenían ninguna culpa y seguramente estaban más instruidas que sus vástagos. Al final, el psicólogo reputado, el abogado doctorado en Bolonia o el sociólogo formado en Harvard, que casi siempre estaban dispuestos a venir gratis al programa, eran cambiados por una hermana o prima de folclórica más allá de las horas bajas, el/la scort famoso/a por haber pegado un polvo con un/a  famosillo/a de escasísimo medio pelo o similar a los que se les pagaba una buena pasta por opinar lo que les viniese en gana.

 

Cuando ya lo tenías todo aprobado aparecía el coordinador de cadena, una especie de mediador, correveidile y comisario político sin autoridad de hecho impuesto por quién dirigía la cadena en aquel momento y no por su profesionalidad. Cuando se le presentaban los contenidos a este coordinador volvíamos al “fuera logos” porque tampoco los conocía su madre. Herr Freud, que manera de jodernos la vida con el Edipo en la televisión.

 

Han pasado los años y me produce gracia o tristeza, en esto no hay límites, que algunos de aquellos coordinadores tan edípicos que tuve que padecer y que se caracterizaron por haber sido martillo de herejes izquierdosos militen hoy en día y ostenten cargos públicos en representación del partido o partidos que tanto persiguieron en un pasado reciente. Caradura de unos, desmemoria de otros o incurable ceguera, que en esto tampoco hay límites.

 

Todo aquel que sea racional debería apuntarse a Gran Hermano y siliconarse, porque su opinión valdrá más que la de aquellos que se han sacrificado durante años estudiando

 

Aquella banalización de los contenidos, de la fobia a la universidad, de la apología de la ignorancia y de la incultura en aras de un trastocado complejo de Edipo escolástico, se ha llegado a casi un nirvana de la estupidez que, como una plaga, ha hecho que enferme toda la sociedad, incluso al mundo académico. Actualmente la apología de la incultura campa a sus anchas. Los políticos y  los docentes, solo por poner un par de grupos sociales, en los actos públicos que organizan prefieren al mediocre popular que al académico de prestigio. La fobia a la cultura se ha adueñado del poder y vivimos en una distopía real. Me perdonaréis, pero Belén Esteban se ha convertido en el paradigma de los paradigmas distópicos reales, que puede ser aplicable en todo sector social  e, incluso, en cualquier  rama de conocimiento.

 

Verdaderamente, los caminos de la epistemología son inabarcables. No es ninguna boutade de las que acostumbro a decir, os lo aseguro. Nos guste o no, hemos elevado a la categoría de cúspide cultural al best-seller, la música mediocre de consumo rápido, el cine banal, la televisión gritona en la que sale un político a la caza de audiencia, el arte sin talento, la falta de reflexión y el desprecio a la cultura y los valores… Hemos elevado la incultura a la categoría de cultura y hemos arrinconado al creador con talento. Ni siquiera somos capaces de generar contracultura, porque rápidamente la neutralizamos absorbiéndola como una esponja e integrándola como algo consumible.

 

“Tener una carrera universitaria no quiere decir ser el mejor”

Hoy el poder abomina de los “logos” igual que ocurría en aquellos programas de televisión que os he contado. No me extraña, pues, que algunos de aquellos comisarios televisivos ocupen ahora cargos públicos. La cosa ha llegado a tal extremo que para contratar gestores se convocan comisiones cuyos integrantes no son profesionales legitimados, justificando la elección con una apertura a la sociedad civil en los procesos de selección. Un pluralismo con tufo populista para contentar a todos y no que al político no le salga ninguna mosca cojonera. Pero hay más. Un edil de una de importante ciudad española, comentando en un medio de comunicación las bases de un concurso público para cubrir una plaza de director de una entidad cultural ha afirmado sin ambages que, aunque se exige que los candidatos sean titulados universitarios -licenciados o equivalente- le hubiera gustado cambiar esta cláusula,  porque tener una carrera universitaria no quiere decir ser el mejor. Sí, sí, habéis leído bien. Este es el mismo argumento que se repite cada tarde en un programa de T5. Distopía real en toda regla.

 

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Según lo dicho por algunos de nuestros políticos electos, nadie debería estudiar, salvo que fuese un insensato. Esto último es mío. Sigo reflexionando: todo aquel que sea racional debería apuntarse a Gran Hermano y siliconarse, porque su opinión valdrá más que la de aquellos que se han sacrificado durante años estudiando. Estudiar, formarse, graduarse no servirá para nada en un futuro próximo. Será pura mierda en una sociedad que ya valora más el tener que el ser. Un título universitario no será necesario para ostentar un cargo técnico en las administraciones públicas. ¿Para que nos ha servido protestar por los recortes en educación y denunciar la expulsión despiadada de los jóvenes mejor formados si poseer una titulación académica acabará no teniendo valor en este país?  Por mucho que las declaraciones de algún político se traten de justificar con la igualdad de oportunidades, no dejan de ser la apología del iletrado.

 

Perdonadme, pero voy a pincharme con una aguja porque necesito demostrarme si vivo, sueño o estoy muerto, que podría ser. Igual soy un zombie o me he convertido en uno de los cadáveres parlantes de la novela Pedro Páramo y no me he enterado que la sociedad ha cambiado. Después de saber lo que pasaba en Matrix me lo creo todo. Vaya si me lo creo. La utopía ha sido aniquilada por la distopía. Lo malo es que sigo creyéndome la primera, aunque ya sabéis Et in Arcadia ego. Hasta la muerte reina en la Arcadia. Digo.


@manologild

Lorena Padilla

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