La hora del lince

Algo más de 200 ejemplares encarnan el futuro de una especie única. 360gradospress analiza su situación en la última entrega de su especial sobre fauna emblemática

ÓSCAR BORNAY, Valencia. El lince ibérico tiene el dudoso honor de ser el felino más amenazado del mundo. Se calcula que existen algo más de 200 ejemplares en libertad, en dos poblaciones muy separadas: el Parque Nacional de Doñana, en Huelva, y en Sierra Morena, en Jaén. Desde hace casi 20 años es la “estrella” de los programas de conservación y reintroducción de especies amenazadas en España, y en todos estos años se han obtenido notables resultados. Posiblemente el mayor de ellos sea el de haber frenado la caída libre en la que se hallaba la especie a finales e inicios de los 90, cuando llegó a haber sólo 120 individuos y saltaron todas las alarmas, aunque el problema venía de lejos.

No sólo era perseguido como trofeo de caza, también era víctima de envenenamientos, atropellos, pérdida del hábitat –el bosque mediterráneo, que tanto ha sufrido el desarrollo urbanístico-, y, sobretodo, la falta de comida: en concreto de conejos. El problema del lince era -y es-¬, multidimensional. Es decir, en efecto el futuro de la especie depende del aumento de ejemplares, pero estos individuos no podrán vivir y reproducirse si no llegan a tener un medio sostenible en el que vivir, y presas que cazar.

Por eso los proyectos Life que se han sucedido desde 1994 han hecho hincapié de forma decidida en todos estos puntos. El lince y lo que le rodea mueve dinero –el programa Life 2006-2011, unos 27 millones de euros-, y por lo tanto implica trabajo para las comunidades locales de las áreas “linceras”, aparte de haberse convertido en un potente atractivo turístico, como apunta el director general de Gestión del Medio Natural de la Junta de Andalucía, Javier Madrid.

“Al igual que otras especies emblemáticas, como el águila imperial, el lince ibérico es un indicador de la salud de un ecosistema”, y añade que “invertimos mucho en la restauración y regeneración del bosque mediterráneo, y esto afecta a muchas especies, entre ellas al lince, y al generar empleos, ganamos también la implicación de la sociedad, que es fundamental”, sostiene.

Para el investigador del CSIC Francisco Palomares, que ha dedicado más de 20 años al estudio del lince, resulta evidente el cambio de actitud con respecto al felino. “En los años 80 casi no se conocía a este animal, pero se ha hecho un gran trabajo de sensibilización”. Sin embargo, este científico no puede dejar de lamentar que, paradójicamente, mientras se ha logrado concienciar de la importancia de conservar este tesoro faunístico único en el mundo, su situación en los últimos 30 años ha ido a peor. “Cuando empecé a estudiarlos había alrededor de 1.000 ejemplares en varias poblaciones, pero ahora…”, señala.

Ciertamente su escaso número es un factor preocupante, pero como señala Javier Madrid, “en los últimos años hemos conseguido que la población aumente un 70% en Doñana, y un 108% en la sierra de Andújar”. Para Madrid, los números son los números, y son incontestables. Si en el año 2002 había 41 linces en Doñana, que tuvieron 12 crías, siete años después se contabilizaron 65, en los que hubo 21 nacimientos. El dato aún es mejor en Andújar. Entre 2002 y 2009 la población pasó de los 60 individuos a los 160 de 2009. “El camino es positivo y esperanzador. Se ha hecho, y se hace, un gran trabajo”, afirma.

El futuro en la reintroducción
De la misma opinión es Luis Suárez, portavoz de Biodiversidad de la ONG WWF Adena en España. “Con el lince el camino está hecho Se ha conseguido frenar esa caída que sólo llevaba a la extinción”. “Ahora, el reto es cómo crear nuevos grupos de población”, señala. Y apunta en la dirección correcta. El futuro del lince ibérico pasa por la reintroducción, y ya se llevan a cabo intentos en Córdoba y en Portugal, donde en octubre de 2009 se inauguró el centro de cría de Silves, que consiguió este año el primer nacimiento de este elegante felino en el país luso en los últimos 20 años, aunque el cachorro finalmente no sobrevivió.

La mortalidad juvenil, las epidemias repentinas y los atropellos son los mayores peligros que afronta la especie, superado ya el temor a una extinción inmediata. A mediados de septiembre fueron hallados en Doñana los cadáveres de tres linces. Uno murió atropellado, el otro de hambre, y el tercero, una hembra joven llamada “Esponja”, fue tiroteada, hecho que causó una gran consternación.

Sólo en 2010, han muerto siete linces en el Parque Nacional. Todos los años son arrollados varios ejemplares en este sobrecogedor enclave que, pese a contar con un alto nivel de protección, está atravesado por una carretera muy transitada, que conduce hasta la turística localidad de Matalascañas. “Perder a sólo un lince es un lujo demasiado grande, afecta de manera directa al futuro de la especie”, sostiene Palomares. “No podemos cerrar las carreteras”, admite Javier Madrid, “pero creamos pasos especiales para animales y los conductores deben respetar los límites de velocidad”. Es un tema espinoso, el sector turístico es un factor clave de la economía andaluza, y Matalascañas, un centro de primer orden.

El lince, esquivo, elegante y único observa su futuro con esa mirada frontal, directa y embriagadora que sólo los felinos poseen. Tras haber superado los años más negros, comienza a remontar paso a paso, sigiloso, sabiéndose estrechamente vigilado por aquellos que un día pasaron de ser su peor enemigo, a su único aliado. Es la hora del lince.

El año de la Biodiversidad
España es el país con mayor biodiversidad de Europa, con alrededor de 85.000 especies de fauna y flora –el 54% del total del continente y el 50% de las especies endémicas del mismo-. En los últimos 100 años, sostiene WWF Adena, se han extinguido sólo en España, al menos 17 especies animales y 24 vegetales. La pérdida de hábitats, la invasión y explotación de áreas antes alejadas del circuito económico, en parte por el auge del turismo y la construcción desenfrenadas, ha provocado que en los últimos 25 años se hayan duplicado las especies declaradas en peligro de extinción, pese al aumento de zonas protegidas. Y éste es, únicamente, el mapa en España, porque la situación no mejora, ni mucho menos, en el resto del mundo.

Carlos Juan

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