Grafiteros en la noche

Conversamos en Valencia con dos artistas urbanos que no renuncian a su afición a pesar de las multas que reciben

REDACCIÓN, Valencia. 360gradospress.com coincidió esta semana con dos jóvenes que dedican parte de su tiempo libre a ‘grafitear’ las paredes de la ciudad. Lo hacen como afición, lo entienden como un arte y no están a favor de los que utilizan la técnica del bombing a discreción, esto eso, aquellos que encuentran divertido ensuciar paredes por fastidiar, sin la recompensa de una obra bien hecha a cambio, un dibujo efímero que la gente mire con aprecio y no con desprecio. Les ponen muchas multas, de color rosa y blanco, las primeras las recurren y no pasa nada, las segundas les obligan a pasar por los juzgados. A pesar del riesgo que acometen, no piensan renunciar a ello y seguirán con sus sprays hasta que el cuerpo les diga basta.

Canijodeputa y Pixelpancho son sus alias, tienen 25 y 24 años, uno es de Córdoba, el otro es una mezcla italoaustriaca, llevan 12 años pintando paredes; los dos son diseñadores gráficos, les gusta ser creativos, el primero no cree que pueda llegar a vivir de esto, el segundo piensa que sí. Canijodeputa ha participado en pintadas populares en paredes de Albacete, Alcoy y Castellón; Pixelpancho prefiere no moverse de Valencia ciudad. 360gradospress.com estuvo con ellos mientras pintaban la pared de un bajo comercial tapiado en la calle Santa Teresa de Valencia, donde dibujaron un personaje creado por Pixelpancho al que le robaba una piruleta una chica con cara de mala. Canijodeputa comenzó en esto estampando su firma por rincones urbanos, ahora destina 2’55 euros por cada uno de los botes de spray que utiliza, sin pararse a pensar cuánto gasta en dar rienda suelta a su afición. “No somos unos vándalos, nos gusta decorar y hacemos incluso cosas por encargo”, explicó Pixelpancho mientras terminaba de aplicar el color amarillo sobre la plantilla de su firma, un robot.

“Os doy la enhorabuena por lo bien y bonito que os ha quedado”, espetó un transeúnte de unos setenta años que se detuvo ante el graffiti que acababan de terminar, a eso de las nueve de la noche de un día cualquiera de esta semana en Valencia. “Todos dicen lo mismo, pero después somos nosotros los que pagamos la multa”, lamentó Pixelpancho, que comenzó a pintar precisamente con su abuelo, quien la dejaba sus cuadros antes de terminarlos para que les aplicara el colorido.

Redacción

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