Que la naturaleza es sabia se plantea un hecho indiscutible. Sin embargo, ésta convive con la “torpeza” del ser humano, el cual suele modificar el medio a su antojo y no siempre lleva el cuidado que debería. Esta semana en 360 Grados Press nos hemos aproximado a una labor que trata de subsanar esta coexistencia desde un enclave privilegiado: lAlbufera de Valencia. El amor hacia los animales es el requisito fundamental.
La instalación delos primeros parques eólicos en la provincia de Castellón conllevó un sensibleaumento de buitres muertos en la región. ¿La razón? Unos postes fueroncolocados en una zona de paso hacia un vertedero, donde estos animales acudían.Finalmente, éste fue cerrado y, en consecuencia, la mortalidad de la especiedescendió drásticamente. Aunque la sucesión de hechos parece más que lógica,ésta no hubiese sido la misma sin la intervención del Centro de Recuperación de Fauna (CRF) La Granja de El Saler, cuyosprofesionales detectaron el factor constante sobre el que actuar.
Xema Gil siempre recurre a este ejemplo para hacerentender la labor de dicha institución, en la cual trabaja como veterinariodesde hace unos ocho años. Sin embargo, la anécdota tan solo muestra una partede su actividad total. Porque las denuncias de “puntos negros” para la fauna vienen dadas por la continua recepciónde animales con una sintomatología similar. Y ésta es la principal tarea delCRF. “Cuando la gente, el Servicio deProtección de la Naturaleza (Seprona) o los agentes forestales se encuentrananimales malheridos nos avisan. Nosotros les intentamos curar para volver asoltarlos en su hábitat“, explica el propio Xema.
Atropellos,disparos, electrocuciones, contusiones ocasionadas por infraestructuras eintoxicaciones por pesticidas o herbicidas suelen ser los problemas másfrecuentes que presentan los pacientes de este centro. Sin embargo, también loshay que han sufrido directamente al ser humano en su versión más ruin. Es elcaso, por ejemplo, de un azor que actualmente se encuentra en las instalacionesde La Granja. “Le arrancaron las plumassalvajemente para poder tenerlo en casa“, comenta Xema.
Sea como sea, elproceso es el mismo para todos: diagnóstico, cuidados y alta veterinaria vienenseguidos de una temporada de rehabilitación para asegurar que la reintroducciónen el ámbito natural sea efectiva. “Hablamosde animales salvajes que pasan a estar días en una cajita o jaula mientras serecuperan, por lo que pueden perder músculo. Por eso, tratamos que estén alcien por cien para liberarlos. Eso sí, cuando un animal salvaje está ingresadose estresa por la cautividad, así que también intentamos que estén el menortiempo posible“, matiza este veterinario. En total, cerca de 4.000 animalesson atendidos de este modo en el CRF de El Saler cada año y, por eso mismo, elíndice de recuperación es alto en la mayoría de los casos.
La misión de la pervivencia
Más allá de laacogida y la mejoría de los ejemplares de fauna salvaje que llegan a sus instalaciones,el CRF La Granja persigue otro objetivo de un tiempo a esta parte: laconservación de aquellas especies que viven amenazadas. En palabras de Xema: “Otro programa importante que llevamos a caboes el de la cría en cautividad. En estos momentos llevamos seis especies: lafocha cornuda, el calamón, la malvasía, la cerceta pardilla, el cernícaloprimilla y la tortuga mediterránea“.
Obviamente, laextinción es el enemigo a combatir en este sentido. Por ejemplo, el calamónllegó prácticamente a desaparecer en toda Europa y el cernícalo primilla seperdió por completo en la Comunidad Valenciana. No obstante, poco a poco, labatalla tuerce a favor de esta institución. Tratar de comprender a losanimales, apostar por la innovación y aprender mediante la técnica delensayo-error se plantean las claves para la victoria. “Vista la experiencia en otros centros, ahora hemos apostado por un sistema mixto pionero en la crianza delcernícalo: ponemos tres parejas en jaulas separadas por un enrejado. De estaforma, los machos pueden verse y sentir la rivalidad necesaria para elapareamiento, pero no enzarzarse en una pelea mortal“, ilustra elveterinario del centro.
Una historia que prendió
El CRF La Granjapuede presumir de una trayectoria de cuarto de siglo, el cual cumple justamenteen este 2013. Sus funciones se han ido ampliando con el paso de los años, peroel cometido de proteger a los animales sigue siendo su leitmotiv. Seguramente, el recuerdo del acontecimiento que marcó suorigen ayude a mantenerlo invariable. “Antesde las autonomías, esto era una estación del Instituto Nacional de Conservaciónde la Naturaleza, el cual se dedicaba básicamente a repoblar pinos y criarperdices. Cuando se transfirieron competencias a las comunidades autónomascoincidió que en la Mata del Fang, la isla de ahí enfrente en plena Albufera,hubo un incendio. Interesados por el medio ambiente se preocuparon y salvaron amuchos pollos quemados“, recuerda Xema.
Así, aprovechandoel cambio de orden estatal, lo que empezó como una asistencia improvisada en unmomento determinado llegó a instituirse en el centro presente, el cual dependede la Administración pública y se financia gracias a fondos europeosprincipalmente. Y esta mudanza de categoría implicó, también, laprofesionalización: actualmente, una quincena de personas configurada porveterinarios, biólogos y expertos en recursos forestales trabajan las 24 horasdel día durante todo el año por la recuperación y crianza de especies.
Pero, asimismo, enesta escena hay otro actor que ha ido cobrando importancia progresivamente,como bien reconoce Xema: “La gente cadavez está más concienciada y nos trae los animales que encuentra. Más o menos,el 50% de ingresos son gracias a la colaboración ciudadana. Además, la personaque trae un animal luego se preocupa por él y nos llama para saber cómo está.Eso es de agradecer y nos motiva mucho en el trabajo“. Con todo, cabeesperar que ni los profesionales pierdan esa entrega ni la sociedad, suconciencia. Porque la pervivencia de muchos animales y el correspondienteequilibrio natural penden de ello y atañen a todo el mundo por igual.
Javier Montes