El olor de Málaga

Es uno de los símbolos más reconocidos de la capital de la Costa del Sol: la biznaga. Pero también quienes las elaboran y las venden verano tras verano se han convertido en parte del paisaje icónico de Málaga. Hablamos con biznagueros, quienes mantienen viva una tradición que perfuma las calles de la ciudad.

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Al pasear las calles de Málaga en verano es casi imposible obviar el perfume que desprenden muchos de los patios andaluces y las celosías sureñas. Es el olor del jazmín. Cuando los árabes trajeron esta flor a Andalucía probablemente no imaginarían por aquel entonces que la creatividad y el ingenio haría de ella parte fundamental de uno de los símbolos de la ciudad: la biznaga. Icónica y única, la flor que representa a Málaga no es una flor, sino una flor de flores. No existe per se en la naturaleza, pues hay que componerla, aunque eso sí, siempre a partir de elementos naturales.

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En los jardines de Pedro Luis Alonso se erige una estatua de Jaime Pimentel en honor a un oficio que se remonta al menos un siglo atrás, pero que se resiste a quedar sólo en el recuerdo. Durante los meses de verano y muy especialmente en los ocho días que dura la famosa Feria de agosto, es posible encontrarse a los biznagueros, que salen a vender por el corazón de la ciudad mientras suena la música por unas calles abarrotadas de faldas de volantes y de taconeo.

 

Cuando Manuel Guillén era “muy chiquitillo” ya iba con su padre a coger jazmines y su padre hacía lo propio con su abuelo y éste con su bisabuelo, pues este biznaguero –que lleva más de 25 años en el oficio- representa la cuarta generación de una familia que dedica sus veranos a vender la flor de Málaga. “De esto no se puede vivir; yo tengo mi trabajo aparte, pero es una ayuda”, explica. Sin embargo, más allá de la cuestión económica –una biznaga cuesta 3 euros-, “yo esto lo hago porque me gusta mucho y lo vivo. Lo tienes que querer porque se le echan horas, no creas. Me levanto a las cinco de la mañana y hay días que me dan las siete de la tarde y no he comido”, dice.

 

Para elaborar una biznaga hay que recoger los jazmines naturales bien temprano y el mismo día que se van a ensartar en el tallo de cardo silvestre, el nerdo, al que se le quitan las semillas y cuya función es ser el esqueleto. En cada uno de sus pinchos se coloca un jazmín cerrado “con mucho mimo y tiento” hasta componer una bola laboriosa y repleta de aroma. “Una biznaga grande puede llevar cien jazmines perfectamente”. Alrededor de las siete de la tarde las flores empiezan a abrirse y a perfumar las noches calurosas del verano malagueño.

 

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Las biznagas salen a la calle sobre una penca de chumbos, “que también es muy típica aquí”. Lo explica José María Anaya, quien nació en 1979 y en 1994 ya estaba de lleno metido en el oficio. No le venía de nuevas, pues sus padres supieron traspasar la tradición. El biznaguero “viste pantalón negro, camisa blanca y fajín rojo. Hay quien todavía se pone las alpargatas y pocos quedan ya que vayan a la feria con el sombrero de ala ancha… ¡hace muchísimo calor!” Pese a las altas temperaturas, a las horas pateando la calle, Anaya disfruta la feria. “Yo he pedido vacaciones en mi trabajo para vender biznagas porque no quiero que esto se pierda. Seré biznaguero hasta el fin de mis días”.

 

José Heredia también trabaja para que esta figura, “que existía ya cuando la biznaga valía una perra gorda”, no desaparezca. Su tío Antonio fue su mentor cuando sumaba unos dieciséis años. “Él me enseñó a hacerlas entonces y ahora tengo 53 años y salgo cada feria.” Para venderlas “hay que tener su arte, su gracia y simpatía y saber lo que llevas en las manos”, asegura. “Antes se pregonaba cantando: Niña, que llega el biznaguero con sus biznagas y sus biznagones, salid a las ventanas y los balcones. Que está aquí el biznaguero con su biznaga y sus biznagones.

 

Las mujeres, pero también los hombres, compran la flor de la capital de la Costa del Sol, que de la penca pasa a las melenas de las malagueñas, pues “los extranjeros preguntan por el significado y se interesan, algunos se la llevan, pero la mayor venta viene por la gente de aquí”, coinciden los tres biznagueros.

 

Tal es su poder simbólico que el Festival de Cine de Málaga premia a las mejores películas con la Biznaga de Oro y la de Plata. La cultura de la capital está ligada a esta composición floral, impregnada de aroma y de tradición.  


@Lorena_Padilla

Lorena Padilla

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