Los orangutanes son criaturas extraordinarias, tan parecidas a nosotros en gestos y comportamientos que hipnotizan. Verlos en su hábitat -salvajes, a sus anchas- es un privilegio al alcance de cualquiera que viaje a Indonesia. Pangkalan Bun es la puerta al sur de Borneo por la que acceder al paraíso de estos hombres pelirrojos de la selva.
El Parque Natural de TanjungPuting, en la zona de Kalimatán, aloja comunidades enteras de orangutanes,que atrae cada año miles de turistas que quieren verle de cerca, pero libre.Aunque es el habitante estrella de tan frondosa naturaleza, no es el único.Conviven con ellos macacos, gibones, monos proboscideos, cocodrilos, jabalíes,ciervos, martines pescadores y un sinfín de aves más.
El punto de partida parair a verlos es la ciudad de Pangkalan Bun, donde se aconseja contratar unaexcursión de dos o tres días (según las ganas que se tenga de ver a estospreciosos animales en libertad). El viaje se hará en un klotok, untradicional barco que surcará el río para adentrarse en el parque natural yservirá a su vez de transporte, hotel y zona de ocio mientras no se esté en laselva. El precio incluye normalmente comida, bebida (sin alcohol- estátotalmente prohibido en toda la isla y sólo se podrá obtener a preciosescandalosos en el mercado negro), un guía y trekkings por la selva y rondaalrededor de los 100 euros por persona (todo depende de lo capacitado que estéspara regatear).
El río es el camino querecorrerá nuestro barco para adentrarnos poco a poco en la selva. Los árbolesmilenarios lo harán cada vez más estrecho y se podrá ver macacos y monosproboscídeos caminar tranquilamente de una orilla a otra sobre las ramas de losárboles que cubren nuestro camino, impidiendo que lleguen los rayo de sol.
Sólo se escucha el débilmotor del klotok y los gritos de saludo de animales ocultos por lavegetación. No se ven pero se oyen. Así nos adentraremos en la selva, despacio,sin prisas…
Camp Leakey es uno de loscampamentos más conocidos del parque natural y de obligada visita. Desde elmomento en que el visitante pone un pie en tierra firme puede empezar a verorangutanes. Algunos atrevidos esperan los barcos desde la misma orilla delrío, otros se irán asomando por el camino que lleva al punto de comida delcampamento, un lugar con una plataforma de madera donde diariamente depositankilos y kilos de plátanos. Los primates golosos de esta fruta, se acercan ycomen ante la mirada atenta de los turistas. Pero ojo, es un espacio libre, esSU espacio libre, por lo que pueden llegar por cualquier parte. Alguno tesorprenderá por detrás y se interesará por la botella de agua que llevas en lamano… Ellos te pueden tocar, son pacíficos, pero no hay que olvidar lainmensa fuerza que tienen sus manos, capaces de partirte el brazo como si de unarama seca se tratara. Afortunadamente los guías que nos acompañan saben cómoreaccionar si alguno más curioso de la cuenta se anima a descubrir que llevasdentro de la mochila.
Caras tristes,melancólicas, coronadas por ese pelaje rojo tan brillante que les caracterizase asoman por todas partes. Los bebés aferrados al pecho de sus mamás confuerza para no caerse mientras ellas saltan de árbol en árbol. Los jóvenes semeten cuanto más plátanos mejor en la boca y huyen a balancearse en cualquierrama cuando el macho de la comunidad se acerca. Él, inmenso con su cara ancha,puede comer todo lo que quiera. El resto observa, y esperan impacientes a quese haya saciado para continuar ellos con su festín platanero.
Estos primates, cuyonombre viene del malayo Orang Hutan, que significa hombre de la selva,tienen unos inmensos brazos que abiertos pueden alcanzar los tres metros ypesar más de 120 kilos. Su porte impresiona y cuando los observas tan de cercaagradeces que estén de buen humor.
Después de esta caminata y de haber observado lavida tranquila de estos animales salvajes vuelves a tu klotok concientos de fotos en tu cámara que no habrán sido capaces de captar ni de lejosla belleza de lo que acabas de vivir. Y en la cubierta del barco, bajo lasestrellas y sobre un colchón maltrecho, repasarás sus caras, sus gestos, tanparecidos a nosotros y sin embargo tan diferentes. Y dormirás deseando queamanezca para ver de nuevo de cerca y libres a estos increíbles pelirrojoshombres de la selva.
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