El espacio público convertido en disco duro

Podría haber sido una anécdota, pero se ha convertido en un fenómeno. Esta semana en 360 Grados Press nos aproximamos a una acción artística que ha sido la primera piedra de una red que permite una conexión entre personas de todo el mundo sin recurrir a Internet.

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Los espías durante la Guerra Fría empleaban numerosas ubicaciones específicas para comunicarse entre sí sin tener un contacto presencial. Eran las llamadas ‘gotas muertas’ o ‘cajas de letra muerta’, las cuales aseguraban el intercambio de mensajes valiosos entre emisores y receptores que no se conocían necesariamente, pero que servían a una misma causa. El artista multimedia Aram Bartholl (@arambartholl) retomó esta idea en octubre de 2010, cuando disfrutaba de una estancia en el Eyebeam, centro referente en Estados Unidos en lo que al trabajo artístico con nuevas tecnologías se refiere. Así, concibió un proyecto llamado justamente Dead Drops – la traducción al inglés de dicha metodología – que consistía en eso mismo, en compartir información entre extraños en ‘escondites’ al aire libre. Eso sí, ahora usando una memoria USB como soporte obligatorio. “Empecé con cinco puertos en la ciudad de Nueva York, los cuales estaban vacíos a excepción de un documento readme.txt en el que se explicaba el funcionamiento de la iniciativa“, explica el propio precursor.

 

La irrupción de un fenómeno imparable

Actualmente, el registro disponible en la página web oficial de Dead Drops indica que hay 1.438 de estos dispositivos por el mundo, los cuales representan un total de 9.121 gigabytes. “Algunos de los iniciales han desaparecido, pero también se han añadido otros nuevos. No esperaba ese éxito en absoluto“, confiesa Aram. La idea, de hecho, llegó a formar parte en 2011 de la exposición Talk to me en el MoMA – el Museo de Arte Moderno neoyorquino –, la cual invitaba a una reflexión sobre el diseño y la comunicación entre las personas y los objetos. No obstante, lo más extraordinario del caso es, sin duda, la respuesta social que ha tenido. Porque la acción puntual de este artista berlinés se ha ido reproduciendo desde entonces hasta el presente en ciudades dispares, configurando una suerte de red que, además, se mueve como a oleadas. “Es curioso: parece que sea famoso otra vez, ya que últimamente se vuelve a hablar del proyecto“, reconoce el autor. Y lo cierto es que las noticias publicadas al respecto, por lo menos en español, han proliferado repentinamente desde principios de año.

 

Instrucciones de uso a disposición de quien las quiera

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Dead Drops es una red anónima y offline de intercambio de archivos en el espacio público. Cualquiera puede acceder los Dead Drop y también instalar uno en su ciudad o barrio. Un Dead Drop debe ser de acceso público. Es decir, un Dead Drop instalado dentro de edificios cerrados o lugares privados cuyo acceso es limitado o temporal no es un Dead Drop. Un verdadero Dead Drop debe ser (…)“. Estas son las primeras palabras del manifiesto que toda memoria USB partícipe del proyecto ha de contener. A partir de ahí, sólo hay que encontrar un lugar adecuado – accesible para un portátil y lo más protegido posible de las inclemencias del tiempo – y empotrar el dispositivo. “Hablamos de una gran acción artística en la que toda persona puede participar. No hay requisito alguno más que encontrar un agujero en una pared de cemento para insertar un puerto. Esa mezcla del arte con la ciudad a través de la tecnología, como que los ordenadores se están conectando literalmente con los edificios, me atrae especialmente“, matiza Aram.

 

Quien juega con Dead Drops se puede quemar

Copiando o pegando archivos, sean del tipo que sean o contengan lo que contengan. En definitiva, cada cual decide cómo interactuar con estas ‘gotas muertas’ en versión contemporánea cuando son halladas. Así, es la propia dinámica del proyecto la que plantea la mayor duda sobre el mismo: ¿qué garantías de seguridad informática hay en semejante trueque anónimo? Al ser preguntado sobre ello, su creador responde despreocupado, entendiéndolo como un aspecto consustancial. “Los virus representan un riesgo que corremos todos los días con nuestros ordenadores. Cuando recibes un mail mío por primera vez, por ejemplo, confías en mí. En el espacio público sucede lo mismo: no sabes qué ha pasado antes de ti en ese punto y sí, puede haber cierto peligro, pero eso también es parte del proyecto. No hablamos de algo tan improbable en la vida cotidiana“, declara.

 

¿Una capacidad de almacenamiento infinita?

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Aunque la evolución vivida hasta la fecha ha surgido de forma natural, sin intervención del artista prácticamente; Aram no se ha desentendido de sus Dead Drops, ni mucho menos, sino que está gestando el siguiente paso de esta iniciativa junto al profesor David Darts (@daviddarts), quien ha creado PirateBox. En concreto, éste es un sistema hecho a mano para la comunicación offline que se basa en el software libre y en el hardware de bajo coste. En resumen, de esta manera se eliminaría la limitación física de conectar un ordenador a una memoria USB, puesto que la ‘gota muerta’ pasaría a ser inalámbrica. Los usuarios, por tanto, mantendrían el anonimato, pero ampliarían el abanico de dispositivos electrónicos compatibles con la red. Con todo, a pesar de que todavía se encuentra en una fase inicial, dicha sinergia confirma que Dead Drops está lejos de un final. En cualquier caso, Aram seguirá tejiendo puentes entre la vida presencial y la virtual con su creatividad, paralelamente. “El arte es algo que cada persona interpreta a su modo, pero espero que todo el mundo llegue a entender mi obra“, concluye.


@LaBellver

Fotos oficiales de Dead Drops

Manolo Gil

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