Desenterrar el pasado de la oscuridad

Descubrir (o incluso, redescubrir) nuestra historia para poder aprender de ella es una de las principales tareas que tratan de cumplir los arqueólogos españoles, pese a no contar en muchas ocasiones con el apoyo económico deseado del gobierno.

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Seguro que muchos de los que ahora leen estas líneas y tienen menos de 40 años soñaron en su infancia en algún momento con ser arqueólogos. Esa profesión llena de aventuras, látigos, sombreros de explorador y cofres del tesoro que representaba Indiana Jones o, para los más jóvenes, Tadeo Jones; las armas de seducción femenina unidas a la fuerza y a la inteligencia de Lara Croft en Tomb Rider, o la fantasía y el misterio de la egiptología que rodea a un personaje tan atrevido como el de Rick O’Connell en La momia.

 

Pero lo que de pequeños no nos planteábamos era las dificultades que se atraviesan hasta llegar a esa vida de aventuras (que realmente nunca llega a materializar como tal): años de estudios universitarios, doctorando, presentación de proyectos y un interés por parte de las instituciones estatales pertinentes que se traduzcan en apoyos y subvenciones. Porque llevar adelante una expedición arqueológica conlleva mucho esfuerzo previo. Y dinero, mucho dinero.

 

Y en España no se cumple la excepción. La arqueología vivió en nuestro país una etapa dulce entre finales de los años 90 y el post estallido de la crisis en 2010 con un incremento importante en el número de titulados, que podían afrontar un futuro profesional dirigido al ámbito de la docencia, la investigación y el acceso a puestos especializados en la Administración (Cuerpo de Facultativos de Museos y plazas de gestión en el Estado, comunidades autónomas, ayuntamientos, etc.), así como un desarrollo laboral en materia de protección patrimonial, gracias a la mejora de las normativas estatal y autonómicas.

 

La proliferación de empresas de arqueología y profesionales autónomos daba respuesta a la importante demanda social ligada al cumplimiento de las normas de evaluación ambiental o de protección patrimonial en grandes obras públicas y privadas y supuso un interesante despegue en el número de estudiantes especializados en arqueología en todas las universidades de España“, valora Mar Zarzalejos (@zarzalejosmar), profesora de Arqueología de la UNED.

 

Con el parón brusco de la construcción en todas sus vertientes, muchos de los profesionales de esta área se vieron obligados a reorientar sus carreras y líneas de trabajo y las matriculaciones en los grados específicos de Arqueología e Historia se vieron muy reducidos, hecho este último que está comenzando a mejorar en algunos centros como el de la UNED, gracias a su apuesta por la calidad y la especialización.

 

¿Cómo se han repartido las partidas estatales?

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Desde 2012 la partida de Arqueología y Protección del Patrimonio Histórico-Artístico (337) del Estado cayó en picado hasta que el pasado año comenzó a repuntar de manera significativa, pero ¿en todos los ámbitos? Por un lado, la administración del patrimonio histórico-nacional en los Presupuestos Generales del Estado, que gestiona el Ministerio de Presidencia, pasó de los más de 110.000 euros de 2014 a los cerca de 125.000 de 2015. Por el contrario, la conservación y restauración de bienes culturales (Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas y Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) descendió de los más de 28.000 euros aprobados en el primer año de referencia a los más de 26.000 del pasado curso. Al igual que sucede con la protección del patrimonio histórico (MECD), que bajó de los más de 4.800 euros a los más de 4.500.

 

Todo ello desemboca en una preocupación de los expertos en patrimonio, que ven un interés político principalmente en la explotación turística de los centros patrimoniales más relevantes y que deja de lado la protección y conservación de la herencia de las ciudades medianas o pequeñas y de los pueblos y el entorno rural.

 

Por su parte, el Ministerio de Economía y Competitividad se encarga de gestionar la financiación de proyectos de investigación, incluidos los de prehistoria y arqueología, dentro del plan estatal de investigación científica y técnica y de innovación (2013-2016), a través de convocatorias anuales de carácter competitivo evaluadas por una comisión de expertos. Esta vía se ha podido mantener activa durante estos años de crisis, pero las comunidades autónomas han menguado más sus presupuestos.

 

Zarzalejos explica el caso concreto de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, que ha tenido paralizadas estas convocatorias entre 2010 y 2013, aunque las retomó en 2014, y las cantidades otorgadas dependen de los presupuestos que se propongan en las solicitudes, aunque “la que finalmente se recibe siempre es menor“, apunta.

 

¿A qué se destinan las subvenciones?

Una vez se recibe la subvención el equipo procede a contratar al personal operario para realizar la excavación y a un técnico arqueólogo que lleva a cabo el trabajo de campo y se adquieren las herramientas, material informático y las analíticas necesarias (radiocarbónicos, fotogrametría aérea, estudio de fauna o paleoantropología, pigmentos, etc.). En el caso de contar con una partida más elevada, se puede contar con empresas privadas o con laboratorios públicos, que proporcionan información imprescindible para una interpretación más certera de los restos del pasado.

 

Arqueología para desenmascarar la historia

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Actualmente se están llevando a cabo investigaciones muy interesantes en el campo de la arqueología peninsular. Por ejemplo, las desarrolladas por la UNED como los de la Cueva Blanca (Hellín), Carranque (Toledo), Sisapo-La Bienvenida (Ciudad Real) o la Cueva de Collubil (Asturias).

 

Pero la arqueología también ayuda a reconstruir la historia de un país para descubrir que no era cómo nos la habían contado. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica trabaja desde hace 16 años para ayudar y asesorar a los familiares que quieren conocer qué pasó con sus seres queridos a raíz de la Guerra Civil española y de la implantación del Franquismo. La investigación histórica puede conducir a que el equipo especializado junto a sus voluntarios busque arqueológicamente a las víctimas, las exhume y las identifique.

 

A pesar de contar con recursos económicos muy limitados, ya han trabajado en la búsqueda de más de 300 fosas y en la exhumación de más de 1.400 asesinados y más de 1.900 personas han reclamado una investigación. De hecho, España ostenta el segundo puesto del ranking mundial, solo por detrás de la Camboya de Pol Pot, en número de desaparecidos, según el arqueólogo René Pacheco (@rene_pv), con más de 114.000 personas en paradero desconocido.

 

No puede ser que en los colegios, institutos o universidades se sigan omitiendo cifras tan impactantes como esta, o que muchas familias represaliadas sigan viviendo en la Calle del Generalísimo o de generales golpistas“, denuncia Pacheco, y añade: “Nuestra historia es la que es y no podemos cambiarla; no nos estamos reinventando la historia, ya que lo que encontramos, por muy duro que sea, es nuestra verdadera historia reciente, y debemos conocerla para poder así aprender de ella“.

David Casas

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