Cuando la vivienda es cosa de todos

El actual panorama inmobiliario ha movido los cimientos de muchas personas, que se han replanteado el modelo de construcción vigente. Había quienes ya lo hacían y, ahora, unos y otros están convergiendo en un mismo movimiento. Esta semana en 360 Grados Press nos aproximamos a una manera de entender el urbanismo que no deja de ganar adeptos.

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El barrio de Orba se encuentra en la localidad valenciana de Alfafar, es decir, en la periferia metropolitana del sur de la ciudad. A grandes rasgos, podría decirse que se trata de una zona estancada en términos de población, la cual está formada en un 21,6% por personas mayores de 65 años. Asimismo, la tasa de paro es superior a la registrada en el municipio al que pertenece, que ya se cuenta en un 40%. Todo ello, en un paisaje obsoleto en lo que a edificación se refiere, sin diversidad constructiva ni eficiencia energética. “El de Orba responde a un modelo muy generalizado en España. Son barrios que no cuentan con la clasificación oficial de vulnerables, pero que realmente están en condiciones precarias“, explica Gonzalo Navarrete, arquitecto y socio de Improvistos. Y donde algunos solo veían un caso más, dicho estudio encontró una oportunidad para implementar un proyecto que tanto Gonzalo como sus compañeros María García – también arquitecta – y Carlos Molina – sociólogo – tenían en mente hacía tiempo. Así nació Recooperation, que el año pasado fue merecedor del Urban Revitalization of Mass Housing, una distinción de carácter internacional concedida por ONU-Hábitat que en su última edición se disputó entre 752 candidatos. En concreto, el objetivo del trabajo del equipo de Improvistos se resumiría en “una profundización teórica en las innovaciones en la vivienda” y en “un desarrollo del proceso participativo en el barrio“.

 

Pero esta iniciativa no es un hecho aislado. Por ejemplo, casi una década atrás hubo un grupo de vecinos inquietos en Madrid que compartían interés por los espacios de uso común y por los hogares sostenibles. Así, llegaron a la idea compartida de crear una cooperativa para la construcción de viviendas de propiedad colectiva. “En un primer momento tratamos de trabajar con suelo público, por lo que dependíamos del correspondiente ayuntamiento y, al no obtener resultados, la idea de desinfló. Pero hace un par de años que gente de entonces y otra nueva relanzamos la historia pensando en la adquisición de suelo. Actualmente, estamos en fase de negociación por un solar en la ciudad“, relata Luis González Reyes, miembro de Entrepatios, que así es cómo se llama dicha organización. Con todo, el plan ya viene con un estudio de viabilidad bajo del brazo y los interesados en el mismo suman una veintena, aunque la convocatoria para unirse a ellos sigue abierta.

 

¿Pero de qué estamos hablando?
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El concepto todavía suena novedoso en España. Sin embargo, en países del norte de Europa como Dinamarca – donde se ubica su origen – está en uso desde principios de los 70. Su nombre es cohousing, cuya traducción viene a ser algo tan sencillo como la edificación en comunidad mediante un proceso participativo por el que los propios vecinos diseñan el lugar, toman todas las decisiones de forma asamblearia y asumen su financiamiento. Lo complicado, por tanto, es cuestión de su puesta en práctica, ya que ello contrasta con la alienación característica de la vivienda actual, el urbanismo especulador que ha reinado hasta el presente y la escasa cultura existente en materia de cooperación. “Sin entrar en los detalles legales que estructuran el tipo de tenencia en cada país, los cohousing son comunidades autogestionadas que desde su origen se decantaron por establecer más vínculos comunitarios y más propuestas colaborativas que una comunidad de vecinos habitual“, sintetiza Miguel Ángel Miras, presidente de Jubilares, una asociación sin ánimo de lucro que persigue la integración de las personas mayores con modelos residenciales alternativos a los habituales.

 

La edad es un grado
Justamente, la entidad que dirige Miguel Ángel se dirige al grupo social que más trecho ha recorrido hasta la fecha en este ámbito dentro del territorio nacional. El referente en este sentido sería Trabensol, un centro de convivencia que ha aplicado la filosofía del cohousing a la vejez y que ha logrado convertirse en una realidad recientemente. Es lo que se ha denominado senior-cohousing; una modalidad que no discrimina por edad necesariamente, pues también comprende espacios intergeneracionales: la diferencia aquí radica en quienes han promovido la iniciativa desde un principio. Partiendo de esta variedad, en Jubilares están impulsando lo que han bautizado como jubilar por la combinación de los términos latinos jubilare – gritar de alegría – y lar – hogar –. “Es un senior-cohousing donde la comunidad ha establecido la previsión de organizar la asistencia de las personas que puedan tener una situación de dependencia o discapacidad mediante una Atención Integral y Centrada en la Persona (AICP). Ambos modelos ponen en el centro a la persona, su autonomía y su capacidad y libertad de decisión. En España, el jubilar se estructura legalmente como una Cooperativa de Viviendas en Régimen de Cesión de Uso, que es un modelo muy común y extendido en otros países“, define su presidente.

 

Con independencia no quiere decir en soledad
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Del mismo modo que Jubilares asesora para que los proyectos de senior-cohousing se puedan llevar a término con garantías, existen organizaciones hacen lo propio para con otros matices, como la sostenibilidad. “La construcción ecológica puede ser entre un 10 y un 15% más cara en un principio con motivo de los sistemas de aislamiento, el reciclaje de aguas, los materiales naturales, etcétera. Sin embargo, con los años se recupera esta diferencia en el precio porque el consumo y el gasto de las viviendas son inferiores. Pero todo esto son siempre decisiones que toma la comunidad“, afirma Leo Bensadón, el socio director de Lógica’eco, una consultora medioambiental que está trabajando con Entrepatios para canalizar el gran flujo de ideas de los implicados de forma ordenada, evitando así un colapso. Todo ello, con “el apellido de verde” que prácticamente se ha convertido en inherente al cohousing en general. Siguiendo con las palabras de Leo: “Por ejemplo, una de las ideas del grupo ha sido tener dos habitaciones de invitados comunes por cada 10 familias, las cuales se pueden reservar según las necesidades de cada uno. Hablamos de menos metros cuadrados de vivienda privada a favor de más metros cuadrados de zona común, por lo que el precio se reduce“.

 

Todos cuentan, todos ganan
Ahorro de costes, mayor calidad de vida, crecimiento personal, apoyo mutuo“, declara con rotundidad Raül Robert, socio fundador de Sostre Cívic, una asociación sin fines lucrativos que desde 2004 trabaja por los Modelos de Cooperativas de Uso (MCU). Y no hay excepción: todos los entrevistados destacan estas ventajas en relación a una mejor optimización de los recursos y a una mayor socialización que, en consecuencia, se traduce en un nivel de bienestar más elevado. “En estos modelos las personas quieren apoyarse unas en otras, complementarse con la diversidad de sus aptitudes y conocimientos, compartir objetivos en algunas cuestiones y generar sinergias o economías de escala para  abaratar los costes o acceder a determinados bienes y servicios. De hecho, muchos cohousing comenzaron con la necesidad de padres y de madres que trabajaban y que no podían pagar una guardería, por lo que se organizaron para cuidar a los niños“, completa Miguel Ángel. Se refieren, en definitiva, a una revitalización de ese sentimiento de pertenencia e implicación que actualmente parece perdido en la gran mayoría de núcleos urbanos.

 

¿Asistimos a un cambio de paradigma?
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Cuando empezamos en esto nos decían ‘¿ahora os vais a meter en la vivienda?’. Yo creo que es el momento perfecto, porque las cosas están variando: más allá de la crisis, hablamos de una modificación de los valores“, concluye Leo. Por su parte, Luis apoya este argumento al apuntar que el cohousing en España no ha surgido de la nada, sino que había una base de partida. Buena prueba de ello podría ser el caso con el que se abría este artículo. “En el barrio de Orba había ya procesos en marcha, por lo que nosotros lo que hicimos fue aportar una mejora diferencial. Se trataba de una reivindicación de los vecinos desde hacía décadas“, puntualiza Gonzalo. Y las razones que fundamentan esta transformación se suceden: “la necesidad de una mejor calidad de vida” es el principal motivo según Raül y el presidente de Jubilares está convencido de que sólo falta que se materialicen más proyectos para que haya “una explosión a la que todos querrán sumarse“. Por el momento, eso sí, aquellos que han comenzado a andar lo hacen con pasos firmes, pero poco a poco: un requisito todavía queda por cumplir. “Todo esto se puede trabajar empezando desde abajo, con los propios vecinos, pero necesitamos el apoyo institucional para consolidar un modelo de construcción diferente en el que, finalmente, las personas sean las que tengan el protagonismo, que es de lo que se trata“, reivindica el arquitecto de Improvistos.


@LaBellver

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