Municipio de Dos Aguas
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El “aeiou” contra el despoblamiento

Hay acrónimos vacíos, paridos para ahorrar palabras. Y los hay que tienen alma y nacieron para evitar muertes. Por ejemplo, CRA. Colegio Rural Agrupado. No son unas simples siglas, sino una estrategia de supervivencia de la escuela en pueblos que no cuentan con alumnos suficientes para mantener una infraestructura, según los criterios economicistas que rigen en las administraciones públicas. Los aularios dispersos en varios núcleos y agrupados para coordinar su gestión y administración son una baza para la supervivencia del colegio, pero, sobre todo, un arma contra el despoblamiento. “Si muere la escuela, no hay pueblo, no hay vida. Un pueblo sin niños, es un pueblo para veranear”. Así de claro lo tiene Maria Josep Camarena. Es la directora del CRA Serra de Benicadell, en la comarca valenciana de la Vall d’Albaida. Lleva 19 años al frente de esa escuela agrupada. Tantos como vida tiene el colegio.

Agrupa a seis poblaciones: Terrateig, Salem, Ràfol de Salem, Rugat, Aielo de Rugat y Montitxelvo, que es la cabecera. Entre todos los núcleos rurales suman 175 alumnos. Y a la baja. En Aielo hay 6 niños, pero este curso no ha entrado ninguno de 3 años. En Rugat son 12. En los últimos tres años no se ha matriculado nadie en infantil. Motivo para preocuparse. “Si no entran niños y los mayores se van nos quedamos sin críos”. Es el círculo vicioso del avance del desierto demográfico.

Jornadas para hacerse visibles

El despoblamiento es uno de los problemas más serios e invisibles que afecta a España. Los datos lo avalan. Un total de 1.319 municipios cuentan con menos de 100 habitantes. Con el nuevo siglo se han incorporado 400 poblaciones al club de los más desangrados demográficamente. Otro dato demoledor: 42 millones de españoles viven en 1.500 municipios, en el 30% del total del territorio. En Madrid y en el litoral. Los 4,6 millones restantes se dispersan por el 70% de la geografía. El problema toma tintes de tragedia en la conocida como Laponia del Sur, una extensión de 2.500 km cuadrados a caballo entre Guadalajara, Teruel, Burgos, Valencia, Cuenca, Soria, Segovia y Castelló. La densidad de población es inferior a 8 habitantes por kilómetro cuadrado.

Para subrayar que la escuela rural es el corazón de los pueblos, para compartir experiencias y sumar energías se está preparando un encuentro de CRA en la Vall d’Albaida para la primera semana de mayo. Participan en la organización la coordinadora comarcal para la promoción del valenciano y el sindicato mayoritario en la enseñanza valenciana STE-PV, entre otros agentes.

La directora considera que el trato que dispensa la Administración a la escuela rural no es malo, pero confiesa que no pueden bajar la guardia. “Escuchan las reivindicaciones, pero tenemos que hacerlas para que nos hagan caso. De lo contrario, nos olvidan. Tenemos que estar siempre recordando que las escuelas rurales existen”, explica.

Maria Josep Camarena se jubila el año que viene, después de 30 años en la docencia en la escuela rural, desde que logró plaza definitiva en Montitxelvo. ”La escuela rural te atrapa o huyes. O te gusta mucho o nada. A mí me atrapó”, confiesa esta maestra enamorada de su oficio. Pero explica que ha visto durante estos años cómo profesorado que llegaba a su colegio “venía de paso y se iba rápidamente” al percatarse de que ahí se trabaja de otra manera.

Estos aularios cuentan con un maestro que ejerce de tutora e imparte las asignaturas generalistas. Luego están los especialistas (educación física, música o inglés), que son itinerantes, y los profesores compartidos, caso de los orientadores, los PT (Pedagogía Terapéutica) o los que imparten religión, por ejemplo.

Innovar es una necesidad

La metodología ha de ser necesariamente distinta cuando se trata de aulas compartidas por alumnos de infantil y de primaria en las que se simultanean varios cursos porque no hay una línea completa. “Aquí tenemos tres niveles en un aula, tres libros de lengua, tres de matemáticas… Si quieres trabajar convencionalmente, te ahogas”, explica la docente. Esta entusiasta de la educación en el mundo rural sostiene que suele quedarse quien descubre que puedes hacer otras cosas, trabajar de forma diferente con recursos ausentes en una ciudad. Por ejemplo, se puede explicar el espectáculo de la floración viendo los almendros en flor.

Además de un compromiso con el territorio, los maestros han de refrendar otro con la innovación pedagógica. Innovar en este espacio rural no es una opción, es una necesidad. El profesorado ha de experimentar e inventarse material didáctico y metodologías que no se enseñan en la universidad. No siempre es fácil, en especial cuando se trata de aplicar nuevas tecnologías de la información. “Aquí en Salem, el ayuntamiento tenía que darnos la señal wifi porque la que llegaba a la escuela no era suficiente”, comenta como anécdota. A las grandes compañías de telecomunicaciones no les sale a cuenta invertir según donde.

“En la escuela rural, la puerta no se cierra”

Los núcleos rurales y sus escuelas no son una postal bucólica, pero es cierto que allí la vida no tiene tanta prisa y las complicidades son mayores. “El pueblo forma parte del día a día de la escuela, las familias están más implicadas y todo eso te enriquece como maestra y como persona”, apunta la maestra. El contacto con madres y padres es más próximo y diario y las reglas más flexibles. “No soy muy de normas, pero entiendo que existan en colegios grandes. Aquí te dicen, María José, que me llevo al niño al médico y lo traigo luego y ya está”. La directora confiesa un segundo secreto: “En la escuela rural, la puerta no se cierra”. La penúltima trinchera contra el despoblamiento no puede permitirse ese lujo.

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