El territorio permanece invadido por Marruecos desde 1975 ante el beneplácito y desinterés de los países restantes. A la espera de una solución, las alternativas para la población local se limitan a la opresión o al desplazamiento. Esta semana en 360 Grados Press descubrimos cómo el cine ayuda a sobrellevar y a combatir este injusto panorama.
Como tantos otros miles de saharauis, este grupo fue atacado con napalm y fósforo blanco, así que se vio obligado a huir de su ciudad de origen, ubicada en la costa sur próxima a Mauritania, hasta el extremo occidental de Argelia. En concreto, llegó a la región de Tindouf, donde se estableció configurando el campo de refugiados de Dajla, uno de los más aislados del país. Aquí, la población sufre el exilio y el olvido de la misma manera que en otras wilayas donde han encontrado asilo, pero desde 2007 tiene una motivación extra. “Lo peor para este pueblo es la sensación de abandono, de estar pudriéndose sin que nadie se interese. Por eso agradecen mucho nuestro proyecto, ya que les transmite el mensaje de que el mundo se acuerda de ellos. Además, disfrutar de una semana de programación al aire libre representa un alivio psicológico y un subidón“, explica María Carrión, la directora de FiSahara, un festival de cine que persigue llamar la atención internacional sobre una ocupación que dura más de cuatro décadas y, además, aproximar el mundo audiovisual a quienes se han visto afectados por ella.
Una evolución de lugar, que no de fondo ni forma
La iniciativa nació en 2003, cuando algunos intérpretes y directores españoles junto con el propio pueblo saharaui concluyeron que el séptimo arte podía ser una forma de activismo idónea para el caso. “Hasta entonces en el Sáhara no había cine, pues su conocimiento es todavía muy oral. Con él se ha abierto una ventana al mundo“, afirma María. Así, el desierto de la frontera argelina más occidental extiende desde hace doce años una particular alfombra roja, la cual no sólo entiende de proyecciones, sino también de talleres, conciertos o muestras de tradiciones locales. “El festival tiene un carácter muy especial. De hecho, incluso instalamos un frig conjunto de jaimas en el que se muestra la cultura saharaui y se realizan actividades como carreras de camellos, que son típicas de los nómadas“, prosigue la directora. Concebido como itinerante entre los distintos campos de refugiados de la zona en un principio, el equipo de FiSahara decidió pasarse al sedentarismo en el de Dajla cuatro años después de su puesta en marcha. No obstante, todas las dairas municipios siguen teniendo representación en él.
El potencial del Sahara para la gran pantalla
“No hablamos de un evento puntual. Esto no se acaba cuando se apaga el proyector. La lucha por el pueblo saharaui dura los 365 días del año“, insiste María. Por ello, más allá del festival cinematográfico en sí, el proyecto de FiSahara ha sido dotado de una escuela audiovisual que vio la luz en 2010. Los cursos de formación en esta materia que se venían impartiendo desde el inicio probaron que la población estaba interesada en este ámbito y las oportunidades que le puede brindar. Siguiendo con las palabras de la entrevistada: “Estamos trabajando por la primera generación de cineastas saharauis, que muestran sus trabajos en el propio festival. Esto es algo muy nuevo, pues antes sólo conocían a los periodistas que viajaban hasta allí para informar. Ahora cada vez hay más gente que aprende a narrar su propia historia, es decir, contamos por primera vez con una visión interna del Sahara. El nombre de la escuela, Abidin Kaid Saleh, es en honor al primer reportero de guerra saharaui, quien es considerado un héroe“.
Efectos dentro y fuera de los campamentos
Con todo, este pueblo está logrando ponerse en valor a sí mismo, descubriendo a la par una salida de futuro y abriendo sus propios horizontes con un medio al que hace no tanto tiempo pensaba que no tenía acceso. “El impacto para los saharauis es tremendo, muy difícil de medir. Nunca olvidaré la cara de la gente al ver por primera vez una imagen en la pantalla en la edición de 2003, cuando comenzamos con el documental Nómadas del viento. Fue increíble“, recuerda María. Paralelamente, el festival cumple su segundo propósito atrayendo a los medios de comunicación gracias a la asistencia de celebridades que se comprometen con la causa, lo cual les obliga, aunque sea entre líneas, a reflejar la realidad del Sahara Occidental. “Se trata de una necesaria internacionalización, porque estamos llegando donde antes se desconocía la situación de los refugiados. Y también muchas ONG han contextualizado mejor el sufrimiento de este pueblo y lo han incluido entre los principales conflictos mundiales“, completa la directora de FiSahara.
¿Una próxima edición? Mejor no
Al igual que el sector de la cooperación en su conjunto, esta iniciativa acusa la falta de ayudas estatales, por lo que su financiación depende de aportaciones de fundaciones privadas, con la excepción de los ayuntamientos de Gavà una localidad catalana y de San Sebastián. El trabajo del equipo, por tanto, está basado en el voluntariado, sin el cual sería impensable un despliegue semejante. Porque, a pesar de su trayectoria, la infraestructura de FiSahara aún se puede calificar de “muy frágil“. En consecuencia, las donaciones económicas y de material se plantean fundamentales. No obstante, la historia prueba que las dificultades no intimidan a la población saharaui, que cada vez se implica más en el proyecto y no deja de abrir sus tiendas de campaña a quienes viajan hasta allí para asistir al mismo. Su intención, valga la paradoja, no es otra que dejar de organizarlo algún día. “Somos el único festival que aspira a desaparecer o, por lo menos, a no seguir celebrándose en las mismas condiciones que hasta ahora, pues eso significaría que el conflicto se ha solucionado“, concluye María.
El XII Festival Internacional de Cine del Sahara (FiSahara) empezará el 28 de abril y finalizará el 3 de mayo. En esta ocasión, el leitmotiv escogido es la justicia universal.
David Casas