Todo[s] lleva[n] carne

Por David Barreiro, escritor y periodista

Traigo a este espacio algunas de mis últimas lecturas, obras de autores jóvenes (para la literatura, no para la vida) que ofrecen tres propuestas atractivas, sugerentes y distintas entre sí, pero que tienen en común algo tan extraño a la narrativa que llama la atención: la carne.

Todo lleva carne (Caballo de Troya, 2008) de Peio H. Riaño (1975) es un collage de reflexiones sobre lo que está pasando a nuestro alrededor, desde un punto de vista distanciado y crítico, ácido y visceral (¡cárnico!), que tiene un problema: ofrece tanto (y bueno) que mucho de lo que en el libro se apunta queda olvidado un par de horas después de su lectura. Yo tan sólo recuerdo una frase, demoledora, eso sí:

“Porque vais al Zara diecisiete veces al año, joder. Diecisiete veces al año. Que se dice pronto”.

Carne de píxel (DVD Ediciones, 2008) es un poemario de Agustín Fernández Mallo (1967), ya saben, el padre de la Generación Nocilla, esa suerte de Quinta del Buitre de la narrativa que ha llegado para salvar del adocenamiento a la literatura patria. El libro recoge todas las marcas de la obra de Fernández Mallo, la prosa postpoética (?) y, sinceramente, creo que no hay mejor manera de entenderlo e interpretarlo que su lectura.

Sin embargo, la propuesta que más me ha gustado, aquélla con la que más he disfrutado mientras la leía, trae consigo la simplicidad de una prosa fluida e intensa, la narrativa firme y, en algunos momentos, prodigiosa de Eider Rodríguez (1979). Carne (451 Editores, 2008) es el título de un libro extraordinario, sin grasa ni hueso, solo literatura.

Redacción Valencia

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