Manuel se va de España

Manuel es un tipo como tú o como yo, un don nadie lleno de sonrisas y buenos propósitos y que todos los días, como una gota de agua que cae del manantial, busca una luz para seguir caminando. Manuel, españolito lleno de sueños, confiesa a su gente que está cansado de trepar por un muro de indiferencia, también confiesa su frustración por no saber resolver la difícil ecuación que le plantea la vida: se encuentra en una edad perfecta, sano como un roble y lleno de ideas. Pero estas ideas, indefectiblemente, se caen cada cierto tiempo por la ranura de una sociedad que siempre mira a otra parte y nunca encontró sus ojos.

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Manuel comienza acreer que la sociedad le ha mandado al cuarto oscuro del aburrimiento, esecementerio de elefantes imaginario, lleno de cuchillas y un olor que sabetriste.

Manuel tiene 58 años.Dicen sus amigos que escribe bien, que es un buen padre y un buen esposo; unade esas personas con vocación de oso de peluche, uno de esos tipos quedesprenden un tufo insoportable de carne de cañón.

Manuel comienza asaber que esta sociedad está gravemente enferma. Enferma de cobardía y deinsolidaria torpeza. Una sociedad esterilizada y convencida de que el tren dela tragedia nunca pasa por esa estación que cada uno guarda. Y eso es falso. Lomalo es que el tren sí pasa, te arrolla y cuando quieres levantarte sientes untrágico desgarro: tu soledad es la única mano que te acompaña.

Cansado de llamar atodas las puertas, los 58 años de Manuel son un pecado inconfesable, una tristerealidad que te propina cada día una sonora bofetada, una humillación añadidacon el paso del tiempo, un golpe hiriente que te dice que las horas son aburridamentesiamesas y que un lunes es tan perfectamente igual que un viernes, y un día defiesta no conlleva una sonrisa.

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Manuel, a sus 58 años,sabe que su profesión ya no luce la misma pana que antes y ahora se ha dadocuenta de que España o cualquiera de sus ciudades no tienen un sitio digno paraél. Un amigo le ha dicho que sabe de un lugar en la otra orilla del Atlántico;un lugar donde poder comer y respirar sin que al día siguiente le acosen losfantasmas y las facturas.

Y a ese sitio viajaráManuel, al otro lado del Atlántico. Aquí dejará a su familia, un trozo decorazón que sangra, una parte de su alma que todavía pide vivir. También dejaráuna sociedad podrida de no hacer nada, y un enjambre de personas bajo sospecha.Manuel aún tiene las manos llenas de sueños y una voluntad que duele. Dice queun día volverá y nunca sabe. Manuel se va de España, en el otro lado delAtlántico le están abriendo una puerta.


 

David Barreiro

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