Por Javier Montes
Pocos de ustedes no habrán escuchado nunca la canción alemana Lili Marleen, un tema escrito por el soldado Hans Leip en 1915 convertido en canción en plena expansión del ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Una cantante, hasta entonces de medio pelo, Lale Andersen, recibió el encargo de poner voz a la letra. Su popularidad fue creciendo hasta el punto de convertirse en una especie de himno de las tropas alemanas.
Esta historia fue llevada al cine por Reiner Fassbinder en 1981. Justo dos décadas después he recuperado una cinta que ha recibido críticas y elogios por igual pero que se ha ganado a pulso entrar en las videotecas de medio mundo. A mi juicio la película es lo más cercano a una obra de teatro con cierto aire de telenovela pero no crean que lo que digo desmerece las casi dos horas de largometraje. Se trata de un relato desgarrador de pasiones desbordadas, amores imposibles, rupturas y frustraciones, dinero y poder. La historia avanza al ritmo de la música (uno acaba un poco harto de tanto Lili Marleen, es verdad). No piensen que se centra en la guerra, el foco, siempre presente, es el de una historia de amor imposible en medio de una batalla sin cuartel. La cantante, en manos del III Reich, enamorada de un hombre de una etnia que no encaja con el patrón que defienden los alemanes y que vive al otro lado de la frontera. El fracaso y el éxito; el éxito y el fracaso. No hay grandes momentos pero sí un trasfondo conmovedor que atrapa al espectador hasta el final.
Una película clásica que se ha convertido en un clásico.
Laura Bellver