Por Segundo Tercero Iglesias, antropólogo
Dice Vila-Matas que dice Magris que la literatura habla una voz que nos dice que la vida no tiene sentido, pero al tiempo, hay un eco en esa voz que niega ese no sentido. La conjugación de los contrarios o de los opuestos, y no, quizá es que ni son contrarios ni son opuestos, simplemente van de la mano, acompañándose siendo uno, y no dos. Lo que me recuerda la paradoja del gato de Schrödinger, físico austriaco, permio nobel de física en 1933. Según éste, en base a la mecánica cuántica, el experimento mental de suponer una caja cerrada opaca con un gato en su interior y una serie de componentes varios (no hay espacio para detallar) que si se activan (por probabilidad) desencadenan un proceso que lleva a la muerte del gato, supone que hasta que no abramos la caja el gato está vivo y muerto al tiempo, a la vez, y sólo al abrirla y observar conjuramos y desentrañamos la paradoja, pudiendo especificar el hecho en sí de que el gato está vivo o está muerto.
Así se nos presenta la vida, como una caja opaca, llena de potenciales, de posibilidades, donde dialogan el sí y el no, la opción a y la opción b, además de la c, la d etc. Sólo en el caso que estemos dispuestos a jugar, a abrir la caja, a abrirnos al entorno y a los demás, a nosotros mismos, a arriesgarnos a obtener una respuesta, no siempre positiva, pero también probable, podremos decir que hemos apostado por la vida y que hemos precipitado su existencia. En ocasiones, en situaciones, no basta con observar la caja desde fuera, tapada, oculta, manteniendo la indeterminación dual, la pasividad del espectador, sino que hay que ser activo y activador, para que las cosas que suceden sucedan, a pesar de los pesares, o por ellos, de verdad. Y que el gato viva y el eco de la voz de la literatura tenga razón.
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