La exposición “Impresionismo y aire libre: De Corot a Van Gogh” reúne en el Museo Thyssen de Madrid cerca de 120 obras que estudian por primera vez la fructífera relación entre la pintura al aire libre y el movimiento impresionista a lo largo del siglo XIX. Una muestra que une en la misma sala a autores de diferentes épocas y estilos para analizar la evolución de un tema pictórico que acabó convirtiéndose en el corazón del impresionismo.
Ensombrecida por los flashes y losfocos que apuntan hacia laexposición sobre el Hiperrealismo que acoge también estos días el Museo ThyssenBornemisza, la muestra “Impresionismo y aire libre: De Corot a VanGogh” aguarda con paciencia a los visitantes para mostrarles un tesoroartístico de incalculable valor: 116 de obras de los pintores más cotizados yconocidos del impresionismo en un medio, el aire libre, que nació como banco depruebas y estudios y acabó convertido en el centro mismo del movimientoartístico.
Dividida en siete salas dedicadas aotros tantos motivos enraizados en la tradición pictórica al aire libre(Ruinas, azoteas y tejados; Rocas; Montañas; Árboles y plantas; Cascadas,lagos, arroyos y ríos; Cielos y nubes; Y el mar), la exposición muestra laevolución a través de pintores y escuelas de diferentes épocas y estilos de unapráctica que en sus inicios fue considerada menor dentro de los círculosartísticos pero que ya avanzado el siglo XIX fue adoptada por los grandesartistas del momento, cuya influencia llegó hasta bien entrado el siglo XX ensu vertiente expresionista.
Unmovimiento y una temática unidos para siempre
Casi un siglo de vida llevaba ya lapintura al aire libre cuando en 1874 se abrió al público la primera exposiciónimpresionista de la historia. Cierto es que no fueron los impresionistasquienes la inventaron, pero sí quienes lograron llevarla a su máxima expresión.Una vez arraigada la costumbre y vencidos los prejuicios que levantaba entre elmundo artístico, la práctica que comenzó a finales del siglo XVIII entre losjóvenes paisajistas que se formaban en Italia dio el salto hasta el Bosque de Fontainebleau, a 60kilómetros de París, donde variasgeneraciones de pintores entre los que se encontraban Corot, Rousseau, Monet, Sisley, Renoir e incluso Cézanne dieron el empujón definitivo auna relación que se extendería hasta bien entrado el siglo XX.
De los paisajes tradicionalmenteelaborados en estudios que no representaban la naturaleza tal cual era, sinotal y como debía ser, en un escenario francamente idealizado, se pasó a unosóleos cuidadosamente pintados y acabados al aire libre. Verdaderos estudiossobre la naturaleza que pronto ganaron reconocimiento y fueron presentados encertámenes oficiales, hasta el punto de que el trazo espontáneo y la ejecuciónrápida propia de los estudios al natural llegó a considerarse una de las característicasconsustanciales al movimiento impresionista.
“Impresionismo y aire libre: De Corota Van Gogh” ponea disposición del visitante, en cada una de sus salas, una visión muy rica ydiversa de un movimiento que, además de representar con más veracidad lanaturaleza y los efectos que sobre esta producía la luz, acabó dando pasotambién a otros intereses más estéticos y propios del expresionismo perfectamente representados en las pinturas de Van Gogh, Nolde o Hodler.
Impresionismo y Aire Libre. De Corot a Van Gogh. Museo Thyssen Bornemisza (Paseo del Prado, 8 de Madrid). De martes a domingo de 10:00 a 19:00 horas. Sábados hasta las 21:00. Entrada 10 euros. Hasta el 12 de mayo de 2013.
Javier Montes