Por Enmanuel Camacho, periodista
Se escucha el romper de las olas aunque la noche oculta el Atlántico quebaña las orillas de Rabat. Es una cena oficiosa, de corresponsales españoles, vísperade tragedias. La tribu habla de un nuevo sistema de espionaje tecnológico queha adquirido el gobierno y que permite escuchar las conversaciones que setienen en presencia de un teléfono móvil. Sí, en presencia, no hablando por él.Es decir, que pueden escucharte en una cafetería si el móvil está encendido sobrela mesa. Uno decía que el aparato hace de micro-portadora o qué sé yo y quesólo se neutraliza si quitas la batería. ¿Ciencia ficción? No, realidad 100%made in USA. La tropa anda de hostias porque ya no pueden trabajar. El permiso de un año para poder grabar y cubrir noticiasen Marruecos es historia. Ahora, adiario, tienen que enviar un fax al Ministerio de In-Comunicación, explicar quévan a hacer y esperar el permiso, que es lento y, en demasiadas ocasiones,nunca llega. Rodar en Marruecos viene aser con una prueba de obstáculos. En cualquier momento, cualquier mequetrefe dela Mukada, la policía, la gobernación o el kiosco de enfrente se ve con elderecho a exigirte los papeles. -Haría el favor de documentarse porque yo soyperiodista acreditado pero, ¿quién carajo es usted?-. Así andan los colegas queya no hay quién aguante en el cortijo de Mohamed.
La semana pasada Ángels Barceló rompía el cerco en El Aaiún junto a NicolásCastellano y Ángel Cabrera. Tiene mérito, valor y, lo que es mejor, es mediático. También lo hizo, con menorrepercusión, Edurne Arbeloa, de CNN, enfundada en el shador y un teléfono móvil con cámara. Gracias aintentos como estos el mundo puede ver o quizá oír algo de lo que pasa en esepedazo de tierra maldita y sagrada. Por suerte para ellos, tan sólo están depaso.
A Luis de Vega (ABC) le han retirado la acreditación de corresponsal. AParreño (TVE) y Eduardo Martín (SER) leshan dado unas hostias. Y el clan de “los granainos”, los increíbles Queco y Migue, Rubén García(TV3), Virgilio el “rasta” (A3), Erena Calvo (El Mundo) y otros tantos, se hanquedado en el aeropuerto con cara de capullos. Quizá porque viven allí y estánfichados, porque todos los secretas de Rabat saben dónde viven, qué comen y conquién se acuestan.
Es cierto que los medios de comunicación y los que trabajamos en ellosbailamos al son de una melodía en muchos casos interesada. Pero también lo es quehay profesionales con mucho arrojo, vocación, sensibilidad y compromisojugándose los cuartos, por dar a conocer al mundo las desgracias que vivenhombres, mujeres y niños de carne y hueso.
Por eso, cuando leo que el Ministerio de la Comunicación denuncia lasprácticas de “animosidad” y de “falsificación de hechos” denuestros amigos del moro, me acuerdo del funcionario que se reía por teléfonoal decirnos: La cultura también se deniega. Siento decirle que no estáautorizado.
Estefanía G. Asensi