Hay espacios en los que el ser humano no puede sobrevivir. De ninguna de las maneras. Por eso resultan tan abiertamente hostiles. En el espacio, por ejemplo, moriríamos en cuestión de segundos. Pero tampoco en mar abierto tendríamos demasiadas oportunidades. En las profundidades oceánicas nuestra vida está condenada. Desconocemos qué albergan las simas marinas y esa ignorancia nos despierta un terror atávico e irracional. Un terror que, bien dirigido puede crear obras de ficción deliciosas. Obras como el álbum Santuario.
En un futuro cercano, un conflicto latente en Oriente Próximo mantieneal submarino USS Nebraska patrullando en tensa espera las aguas delMediterráneo Oriental. Equipado con las últimas tecnologías de rastreo, la navedetecta una extraña señal proveniente de las profundidades. Una señal que loslleva a realizar dos descubrimientos inquietantes. El primero, el submarinosoviético Youbrenin, hundido pocodespués del fin de la segunda guerra mundial. El segundo, mucho más aterrador,es la presencia de un extraño templo hundido a más de mil metros deprofundidad. Es entonces cuando se desencadena la pesadilla. Atrapados en lasprofundidades, la tripulación del USS Nebraska vivirá el miedo de enfrentarse alo desconocido, encerrados en lo que algunos de ellos empiezan a considerar ungigantesco ataúd de metal.
Quizá el planteamiento resulte algo familiar. El ambiente desde luego loes. El grupo solitario enfrentado al entorno hostil, aislado de cualquiercontacto con el exterior y sometido a un enfrentamiento directo con el horrormás irracional. El cine y la literatura han recurrido frecuentemente a premisassimilares que se han desenvuelto por terrenos tan variados como la cienciaficción de Abyss o Esfera o el horror cósmico de grandes clásicos delcine como Alien el octavo pasajero.
Pero el cine no es el único referente que va a encontrar el lector enlas páginas de este cómic. Por momentos recuerda mucho a un género que en losúltimos años ha dado algunos de los títulos más célebres del mundo delvideojuego como Dead Space o elcelebrado Bioshock: el Survival Horror. Un género en el que el único premio es lasupervivencia frente a un escenario de pesadilla en el que todo parecedispuesto para abocar la historia, irremediablemente, hacia el mismísimo infierno.
El responsable de esta pesadilla es el francés Xavier Dorison, un autorcurtido en las lides del guion de tinte histórico y fantástico que se dio aconocer en 1997 con la serie El Tercer Testamento que se benefició del filón esotéricoque tan de moda puso en su momento Dan Brown. Gracias a este tirón, el autorempezó a hacerse un nombre en el mundo de la Bande Desinée francesa.Actualmente publica Long John Silver, un maravillosohomenaje a Stevenson y a la novela de aventuras de principios del sigloXX.
Christophe Bec,por su parte, es el responsable del deslumbrante aspecto visual de Santuario. Curtido en las series desdeprincipios de los 90, Bec es un dibujante que ha trabajado con algunos de losescritores más prolíficos del panorama galo como Eric Corbeyran. Su estilo,realista y minucioso, redunda en eseaspecto cinematográfico de Santuariodonde los personajes, más que dibujos, parecen verdaderos actores.
El aspecto gráfico no hace sino acercar Santuario a esos clásicos audiovisuales del terror y la cienciaficción en los que el ambiente oceánico opresivo se convierte en unprotagonista más del desarrollo de la historia. Recurriendo a un ritmo pausadoque, sin embargo, acelera casi imperceptiblemente, la historia nos sumerge enuna inquietante espiral en la que llegamos a sentir el agobio de la propiatripulación.
Santuario es un título escalofriante, opresivo en elque los fans de H.P. Lovecraft se sentirán como en casa. Una casa aterradorasumergida a más de mil metros de profundidad, por supuesto.
Javier Montes