En el cómic, como en casi todas las obras que tienen una componente artística, existen dos tendencias mayoritarias y a menudo contrapuestas: por un lado aquellos que ponen el arte por encima de todo, por otro los que buscan únicamente el rendimiento comercial. Hay fanáticos de uno y otro camino aunque, siguiendo la sabia medida aristotélica de que en el medio está la virtud, la mayoría de los lectores nadamos entre dos aguas. A fin de cuentas en una dieta equilibrada tiene que haber de todo.
Esto, en mi casopersonal y por recurrir al símil gastronómico, quiere decir que entiendo yaprecio el arte que pueda albergar la oferta Quique Dacosta pero hay días enlos que me quiero zampar una grasienta hamburguesa. Y brindaré con cerveza enun vaso de plástico mientras los pegotes de colesterol se adhieren a misarterias. Los seres humanos somos así de miserables.
La del fast food es una metáfora adecuada y,además, viene muy a cuento puesto que uno de los autores que más acertadamenteha comparado el arte y la gastronomía ha sido Stephen King. Para él sus propioslibros son elequivalente literario de un BigMac.
Y precisamente en elmenú de esta semana traigo una buena hamburguesa. Quizá sea es algo mássofisticada que las de King tal vez una de esas gourmet que tan de moda estánahora pero viene firmada ni más ni menos que por su propio hijo.
Joe Hill le ha tomado el relevo a supadre con pulso firme y con unaextraordinaria capacidad de comprender que hoy en día el creador de historiasdebe ser, ante todo, multimedia. Hill, que empezó en esto de la creaciónpublicando una antología muy solvente de relatos de terror, optó por el caminodifícil. Escribió una novela de terror absolutamente deliciosa llamada El traje del muerto y se dedicó allamar a puertas y a presentarla a concursos sin mencionar ni por un momento suverdadero apellido. El resultado fue que varios premios de literaturafantástica más tarde el mismo señor King se sorprendió al enterarse de que suhijo estaba entre los nuevos valores de la literatura de terror.
Pero Hill no se halimitado a cultivar únicamente los géneros literarios. Si no, y por mucho quedisfrutase con sus dos primeras novelas, yo no estaría hoy aquí escribiendosobre él. Joe Hill es también guionista de cómic y, como tal, ha dado a luz unaserie quizá algo irregular en ocasiones pero que debe estar en la lista delecturas imprescindibles de todo aficionado a la literatura fantástica: Locke&Key.
Como todos losbuenos cuentos de miedo Locke&Keyempieza con un crimen. Y una casa. Y una familia que aparece vinculada a unlegado extraño que, pese a no estar directamente maldito, sí que parecesituarlos en una relación un tanto ambigua con las tinieblas. A lo largo de loscinco volúmenes que de momento hay publicados, la historia nos cuenta cómo losLocke deben superar la trágica muerte del cabeza de familia tras una agresiónbrutal. Para hacerlo vuelven a sus orígenes, la pequeña localidad de Lovecraften la que el difunto señor Locke creció y donde, tal y como vamos conociendopoco a poco, sucedió algo extraño y terrible que ha marcado la vida de todoslos que estuvieron relacionados con el asunto.
La serie empiezafuerte y los tres primeros volúmenes, sobre todo el uno y el dos, suponen unpunto de arranque absorbente. Recurriendo a los elementos clásicos del relatofantástico y a claros homenajes a los autores más reconocidos del género (elnombre del pueblo, Lovecraft, yada pistas de ello), Hill nos hace caminar por un terreno quizá muy transitadopero que en lugar de resultar aburrido por lo trillado, brilla con el cariño dela nostalgia. Las viejas películas de terror de la Hammer, los cuentos de miedo publicadosen revistas pulp, la serie B y las Historiasde la Cripta son el andamiaje sólido sobre el que discurre la historia. Ypese a lo conocido todavía hay algunos elementos nuevos que hacen que lo quenos suena familiar no nos hastíe por estar demasiado trillado.
El apartado gráficocontribuye, y mucho, a esa sensación de frescura y de novedad. El dibujo delchileno Gabriel Rodríguez tiene un estilo delíneas redondeadas que dotan a los personajes de un aire a veces infantil que contribuyea la inmersión en la historia. Su estilo tiene a veces la virtud de recordamoscómo era la visión de nuestros miedos infantiles; oscuros, directos y, enocasiones, barrocos. El trabajo de Rodríguez le ha valido dos nominaciones a los Eisner poresta serie y su estilo es un contrapunto interesante que no se ve confrecuencia en el género.
Locke&Key es un producto de fácil consumo para los aficionadosa la novela de terror con monstruos en el armario y cementerios malditos. Sieres de los que disfrutan con las visitas al Phantom Manor, no te perdías uncapítulo de En los límites de la realidad y te has leído unos cuantos libros depapá Stephen, disfrutarás con estaserie. Es asequible, divertida, rápida, entrañable y, como en una montaña rusa, el mal ratoapenas dura un suspiro.
Óscar Delgado