Si las paredes hablasen, si lo hiciesen los edificios ¿qué historias serían capaces de contarnos? Algunos, quizá, las de la más anodina de las cotidianeidades. Pero otras, sin embargo, pueden haber sido testigos silenciosos de los crímenes más abyectos. Pueden haber dado cobijo a los criminales más retorcidos. O a los más sofisticados. Si hablasen esas paredes nos contarían historias negras llena de crímenes y de misterio. Historias como las que han hecho célebre al infausto club Green Manor.
Bajo un mismo techo se reúnen, a lo largo de casi cien años, todos los representantes del arquetipo victoriano de la novela de crimen y misterio, desde el inspector de Scotland Yard hasta el atormentado juez que debe evitar que se cuelgue a un inocente. Pasando, por supuesto, por el más enfermizo de los psicópatas o el vengativo manipulador que hace de su personal desquite un juego macabro. Porque Green Manor es el nombre de un club ficticio que a lo largo del siglo XIX vive innumerables historias truculentas como las que poblaban los relatos de Maupassant, Dickens o Stevenson.
La Inglaterra victoriana, como la Francia de la III República o la España de la Restauración, fue extraordinariamente prolífica en un determinado tipo de literatura popular que se distribuía ampliamente a través de la prensa popular que eclosiona entonces. Algunos de los más conocidos autores del XIX consolidan su fama gracias a este tipo de literatura folletinesca que, además, da carta de naturaleza a varios géneros como la novela de aventuras o el drama policial.
La precursora de la novela negra nace entonces de la pluma de gente como Conan-Doyle, Agatha Christie o los mencionados Stevenson y Dickens. Por eso la Inglaterra victoriana tiene una impronta tan fuerte en la novela criminal y ejerce una influencia determinante en un tipo de relato concreto en el que crimen está a medio camino entre lo patético y lo sublime. A fin de cuentas fue uno de los precursores de este tipo de novela, Thomas de Quincey, quien tuvo la osadía de escribir un libro titulado El asesinato considerado como una de las Bellas Artes.
En Green Manor reconoce la impronta de De Quincey. De hecho el libro es un tema recurrente de conversación entre los miembros del club que sirve como hilo conductor a los relatos que componen este volumen. Y es que, más que una narración unitaria, el cómic es un compendio de cuentos criminales que involucran de alguna manera a un miembro del Club.
Partiendo de esta premisa, y recuperando también la estructura episódica del folletín que tan bien ha adaptado el cómic a nuestros días, los autores Fabien Vehlmann y Denis Bodart construyen un divertido homenaje a los padres del género. En total son dieciséis relatos de calidad desigual aunque con algunas piezas sublimes, que rememoran con nostalgia y con excepcional profusión de detalle los escenarios de la literatura con la que toda Europa ha crecido.
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