A propósito del Día Internacional del Libro

En 1926, el rey Alfonso XIII firmó un Real Decreto en el que se acordaba celebrar la Fiesta del Libro cada 7 de octubre, posible fecha del nacimiento de Miguel de Cervantes, con el fin de fomentar el libro y la lectura. La fecha elegida no dio buen resultado. El otoño con sus lluvias parece que no fue buen compañero del libro, al menos en cuanto a sacar el libro a la calle, y se optó por cambiar la celebración a la primavera, en concreto al 23 de abril, día en el que se conmemora la muerte de Cervantes, Shakesperare y Garcilaso de la Vega, acaecida ese día de 1616 con los consabidos bailes de fecha en el calendario juliano.

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De esta forma, se cambió un nacimiento por un óbito, bueno tres fallecimientos, uno internacional y otro nacional de rebote. Y es que en esto de las celebraciones a los judeo-cristianos nos ponen más los muertos que los vivos. ¡Qué le vamos a hacer! En la cultura cristiana las onomásticas están asociadas al día en que el santo en cuestión muere, pasa de su vida terrena a la divina, hace su tránsito, muere para el mundo y nace para la eternidad, que no es lo mismo que “born to kill”, aunque sea más cinematográfico. Por cierto, ya que estamos en el momento de las reivindicaciones recordemos que la muerte del gran Josep Pla también se produjo un 23 de abril, algo que solo recordamos los planianos.

 

Así pues, lo que empezó como Fiesta del Libro se cambió a Día del Libro, y desde 1995 a Día Internacional del Libro y los Derechos de Autor por obra y gracia de la UNESCO, atendiendo una propuesta de la Unión Internacional del Libro.

 

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La lectura y el libro viven en nuestro país una situación dramática. El 42% de los españoles afirma no leer nunca y estar encantados de no hacerlo. Ello hace que desciendan las ventas, no se frecuenten las bibliotecas ni las librerías. La vulneración de los derechos de propiedad intelectual hace que se pierdan más de 900 millones de euros anualmente, dinerito que se deja de ingresar por descargas ilegales en la red, y estas no fueron ni una ni dos en el 2014 sino 335 millones, dificultándose la creación, la venta y la difusión del libro. Encima se descargan, pero no se leen. Afán de poseer, no de utilizar.

 

El día Internacional de Libro debe servir para hacer una llamada de atención sobre la lectura. La lectura es un valor y como tal debemos defenderlo. Es la herramienta fundamental en la transmisión de conocimiento. Leer nunca fue un gasto y las administraciones públicas tienen que implantar planes de fomento de la lectura, salvo que apliquen políticas en sentido contrario como se hace de hecho mientras se predica de derecho con lo contrario. Aquí se habla de cultura, pero no se invierte en libros, no se potencia la cultura, más bien diría que se desprecia. No veo a políticos con libros ni les escucho hablar de ellos. Con nombrar la cultura en abstracto ya están servidos. El libro es fundamental. Es tarea de todos ponerlo en valor, respetarlo. Debe conseguir su espacio de prestigio, porque una sociedad que no lee es una sociedad que no invierte en su capital humano, por lo tanto es una sociedad  inculta y prisionera de sí misma. Hagamos que el 23 de abril sea los 365 días al año. Fomentemos el libro y la lectura; abramos una ventana a la libertad. Leamos.


@manologild

S.C.

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