¿Cómo pueden morir de hambre millones de personas cuando se tira comida a la basura diariamente? Esta semana en 360 Grados Press descubrimos una app que pretende erradicar uno de los mayores sinsentidos que habitan el planeta.
Según datos de la Comisión Europea (CE), en el viejo continente se tira un total de 89 millones de toneladas de alimentos cada año. España, por su parte, es el sexto país en dicha práctica: aquí las personas desperdician, aproximadamente, unos 75 kilos de comida anualmente. En términos globales, se estima que la cadena alimentaria fabrica 1.300 millones de toneladas cada temporada que no llegan a ser consumidas, lo cual equivale a un tercio de la producción mundial. “Esto supone que dedicamos 1.400 millones de hectáreas de tierra a productos que luego se pierden. ¡El 30% de toda la superficie productiva del planeta! También que gastamos 250 km3 de agua dulce, el 30% de todo el consumo mundial. Además, los desperdicios alimentarios implican la emisión de 3.300 millones de toneladas de CO2, ocupando el tercer lugar en producción mundial de gases de efecto invernadero, solo por detrás de Estados Unidos y de China“, completa Maricruz Martín, del Departamento de Sensibilización de la ONG Prosalus. Todo ello cuesta, además, alrededor de 580.000 millones de euros al año. Y una última cifra: la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) apunta que, paralelamente, entre 20.000 y 40.000 personas mueren de hambre cada día.
La colaboración como respuesta a la injusticia
Semejante escenario es el que ha inspirado yonodesperdicio.org, una iniciativa en forma de aplicación móvil que persigue crear una red de ciudadanos que frenen dicha vorágine derrochadora partiendo de la base, los hogares. Para ello, no solo se ofrecen recursos que divulgan el consumo responsable, recetas para aprovechar los alimentos al máximo o trucos para optimizar su conservación, sino también se facilita el contacto entre personas para que compartan comida. Se trata, en definitiva, de importar a España el concepto de foodsharing que en otros países está más que implantado, permitiendo desarrollar una economía sostenible, también en el plano social y ecológico. “Nuestro objetivo es que esta herramienta sea válida para la concienciación y la participación de la sociedad. Con ello nos sumamos al reto marcado por la CE de reducir el desperdicio de alimentos en un 50% para 2020. Sabemos que nos vamos a encontrar con dificultades culturales, porque muchas personas se preguntan si es seguro compartir alimentos con desconocidos, pero creemos que nos presentamos en un buen momento, cuando mucha gente está dispuesta a cambiar las reglas del juego y usa las nuevas tecnologías para comunicarse“, sigue argumentando Maricruz, responsable del proyecto en cuestión.
Una sangrante paradoja, ¿con final feliz?
Aunque sus causas son complejas, el problema se podría resumir diciendo que miles de personas sufren hambre crónica mientras enormes cantidades de alimentos se tiran a la basura cada día; una viciosa dinámica que perpetúa la desigualdad, pues se reduce la disponibilidad global de comida, el precio de la misma aumenta, las poblaciones más vulnerables tienen un acceso limitado a ella y la subsistencia de generaciones futuras se pone en jaque. “Esta situación se da tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados. La diferencia es que en los primeros las pérdidas de alimentos se deben, mayoritariamente, a una falta de infraestructuras para su adecuada gestión, conversación o transporte. Sin embargo, en el segundo caso los desperdicios se producen, principalmente, en la fase final del proceso, es decir, en la distribución, venta y consumo“, contextualiza la entrevistada.
Por ejemplo, la estandarización del sistema alimentario y su consiguiente descarte de productos nutricionalmente válidos pero que no cumplen con el canon estético del mercado son el principal obstáculo a salvar en este sentido. Con todo, las medidas necesarias pasarían por una mejor coordinación de las administraciones públicas, un cambio normativo, un mayor apoyo institucional al desarrollo rural o al emprendimiento agroecológico, una inversión en programas educativos y de investigación
Y la lista de propuestas sugeridas por Maricruz continúa. Por el momento, en cualquier caso, yonodesperdicio.org pretende ir haciendo camino. “Estamos recibiendo buena acogida, pero esto solo funcionará si mucha gente se implica y participa“, reconoce su precursora. Ser conscientes, por tanto, de que cada decisión de compra puede marcar una diferencia es fundamental para erradicar este disparate.
David Casas