“Los emprendedores tenemos algo de masoquistas”

El joven arquitecto Juan Castillo recuerda a su abuelo como su primigenia fuente de empoderamiento como emprendedor cuando le enseñó a ir en bici y a conducir sin admitir un ‘no puedo’ como respuesta. Ahora, después de haberse arruinado dos veces y de haber cerrado siete negocios, utiliza cada lección aprendida en su camino hacia el triunfo personal y profesional.

[Img #25717]

 

En inglés la palabra ‘failure’ hace referencia tanto al fracaso como al fallo, dos términos que en el mundo empresarial difieren totalmente de la sinonimia: hasta llegar al primero o no hacerlo es muy loable cometer muchos de lo segundo. Algo que en países como Estados Unidos tienen muy claro, ya que en ellos se valora el haber mejorado intentando emprender en repetidas ocasiones, aunque no se haya llegado a nada, por encima del éxito a la primera. En España es más común lo contrario, que cada fracaso se convierta en un lastre de cara a subvenciones gubernamentales o empresariales.

 

A pesar de ello, Juan Castillo, arquitecto de formación y emprendedor de profesión, ha querido no cargar con una mochila llena de decepciones, después de haberse arruinado dos veces y de haber cerrado siete negocios, sino que cada ‘fallo’ sea un obstáculo de aprendizaje gracias al que acabe logrando un objetivo de éxito empresarial que le haga sentirse satisfecho personalmente y con el que consiga ganarse la vida dignamente por sí mismo.

 

¿Llevas el ímpetu emprendedor en la sangre?

Siempre he dicho que me hice emprendedor cuando mi abuelo me enseñó a montar en bici. Lo hizo de una manera muy peculiar: me quitó los ruedines de la bici, me dijo que le diera vueltas a un macetero grande que había en casa y se fue. Acabé con las dos rodillas ensangrentadas, pero aprendí a montar en bici y, lo que es más importante, aprendí que era capaz de conseguir lo que me propusiera. Solo tenía que levantarme después de cada caída. A los ocho años de edad mi abuelo me enseñó a conducir un coche yo solo. Me tenía que poner dos cojines para poder alcanzar a ver sobre el volante, pero conducía sin la ayuda de nadie. Supongo que este tipo de cosas hacían que mi autoestima siempre estuviera muy alta y que creyera que puedo conseguir grandes cosas.

 

¿Qué te llevó a hacerlo por primera vez a una edad a la que la mayoría se centra en buscar su primer trabajo serio después de la carrera?

Cuando terminé la universidad fui a pedirle empleo al profesional que yo más admiraba y del que creía que podía aprender más, el arquitecto David Gallardo, que se dedica a calcular algunas estructuras tan complejas que nadie más es capaz de realizar. Gallardo y yo teníamos muy buena relación, pero me dijo que no quería meter a nadie más en su despacho. Y como cualquier joven inexperto, ni siquiera se me ocurría qué podría haber intentado para hacerle cambiar de opinión. Si eso le pasara ahora a algún amigo mío le diría que se montara una tienda de campaña en la puerta del estudio donde quiere trabajar y que se quede ahí hasta que el otro le permita entrar. Aunque sea para barrer, al más puro estilo Tyler Durden en El club de la lucha. Por lo menos hay que intentarlo. Nunca se debería aceptar el primer “no” como respuesta final. Al menos lucha por conseguir lo que quieres.

 

¿Cómo fue esa experiencia?

Me monté mi propia consultoría de estructuras para, quizá algún día, poder hacer cosas tan chulas como las que hacía Gallardo en su estudio. A los cinco meses no sabía cómo conseguir más clientes y no veía otra salida para mejorar mi negocio. Ahora sí que se me ocurrirían cosas, pero en aquel entonces no sabía lo mismo que ahora. Así que decidí tirar todo por la borda, todos mis años de esfuerzo como arquitecto, para entrar en algo de lo que no tenía ni idea, pero que estaba creciendo como la espuma. Y me monté una tienda online. Bastante cutre, pero por algún sitio tenía que empezar. Ese fue mi primer proyecto en internet. Luego han venido muchos otros, la gran mayoría fracasos o, como prefiero llamarlos yo, fallos.

 

¿Qué te aporta emprender a nivel personal?

Los primeros años siempre decía que era la emoción de saber que, cuando te levantabas por las mañanas, sabías que tu futuro iba a depender completamente de ti. Que si hacías las cosas mejor o peor, eran tu completa responsabilidad. Al final es emocionante, es casi como un juego. Un juego que no es placentero, sino que se nutre principalmente del esfuerzo, pero es un sufrimiento satisfactorio. Los emprendedores tenemos algo de masoquistas, porque hablamos del sufrimiento, del esfuerzo y del dolor como cosas buenas, como con dulzura. Y los que no son así no nos entienden, pero a nosotros nos da igual.

 

[Img #25718]
¿Y profesionalmente?

Aporta el desarrollo de unas habilidades personales muy fuertes. La resolución de problemas, la resiliencia, el optimismo, el pensamiento crítico, la capacidad de esfuerzo y de concentración, las habilidades sociales, la inteligencia emocional. Todo. Dicen que lo mejor del éxito no es el éxito en sí, sino la persona en la que has de convertirte para conseguirlo. Pues eso.

 

¿Qué supone para ti haberte arruinado dos veces y haber cerrado siete negocios? ¿Hay un momento en el que piensas en tirar la toalla y en no seguir intentándolo?

Sí que lo piensas, sobre todo, cuando ves que tienes otras maneras más sencillas de vivir, otras oportunidades más seguras, más estables, más “normales”. Lo peor de cada fracaso es que te mina la autoestima y algunas veces llegas a pensar cosas muy malas de ti mismo, como “es todo culpa mía”, “no valgo para esto”, o “ya es hora de dejar de jugar a ser Bill Gates y ponerme a trabajar como todo el mundo”. Sinceramente, esto es lo que me gusta hacer. Es muy demandante a nivel físico, mental y emocional, pero es lo que me gusta. Es como el que es triatleta y no puede dejar de hacer deporte. Para nosotros es lo mismo: necesitamos este estrés, esta incertidumbre, este riesgo, de una manera casi patológica. Quizá por eso sigo montando proyectos, porque estoy mal de la cabeza.

 

¿Qué te ha enseñado el fracaso?

Una vez oí una frase en una conferencia de un arquitecto que me encanta, Javier García-Solera, que dijo. “Hace cinco años vine a esta misma sala a hablar y me sentía con mucha más seguridad que ahora. Cuanto más aprendo más dudas tengo de si lo que hago está bien”. Eso es lo que te aporta el fracaso: mucha humildad, mucha autocrítica.

 

¿Cuáles han sido las experiencias más desagradables que has vivido fracasando?

Una de las más duras fue la segunda vez que me arruiné. Porque, después de un año y medio trabajando 12 horas al día y sin tomarme casi ni una caña con mis amigos por no tener ni un duro, me robaron el poco dinero que tenía y todo lo de mi oficina. No podía entender cómo el universo me había maldecido de esa manera, no era justo, y era algo que estaba bajo mi control. La que más me afectó fue quizás el último negocio que cerré: me abandonaron mis socios principalmente porque no me aguantaban. Eso me hizo mucho repensarme si debía seguir haciendo estas cosas. Y llegué a pasar tres meses casi sin salir de casa. Esa dolió.

 

¿Y la más enriquecedora?

Recientemente, con un guía cubano de GuruWalk, cuando nos mandó fotos de su hijo el mismo día de su nacimiento, como si fuéramos alguien de su familia. Eso nos hace entender que estamos cambiando la vida a algunas personas y nos hace pensar que nuestro trabajo tiene sentido.

 

¿Por qué crees que en España se tiene tan estigmatizado el fracaso frente a otros países como Estados Unidos, en los que se valora como signo de esfuerzo y de empoderamiento?

Quizá por una tontería tan simple como el lenguaje. En inglés fracaso y fallo se dicen ‘failure’. No tiene tantas connotaciones negativas. Es un fallo, como si estás jugando a los dardos. Es normal fallar, ya acertarás; prueba otra vez. Es también como esa vergüenza innata que tenemos los españoles a hablar en público por primera vez. Nunca sabré de donde viene.

 

¿Se ayuda suficientemente en España a los emprendedores?

Soy una persona con una ideología muy liberal. No me gusta exigir nada de nadie, ni del estado, ni de la familia, ni nada. Yo me lo guiso, yo me lo como. Asumo mis riesgos y mis consecuencias. Soy más de pensar que es mejor que quiten trabas. Por ejemplo, los seguros sociales encarecen mucho el poder contratar a gente. Prefiero que se ahorren el dinero de todas las subvenciones, y que nos permitan contratar un poco más barato o al menos pagar menos de autónomos.

 

[Img #25716]
¿Cuáles han sido las claves principales para tus fracasos y, en la actualidad, para tu éxito con GuruWalk?

En cada fallo (no voy a poner la palabra fracaso más) he aprendido una cosa distinta. Pero los mayores aprendizajes son los que no se pueden aprender leyendo ningún libro, sino por la pura experiencia. Son esas habilidades que desarrollas, que solo se construyen a base de aciertos y de golpes. Como dice mi guru, Peter Thiel, “every happy business is different in it own way” (“cada proyecto feliz es diferente a su propia manera). En este arte de crear negocios no existe ninguna metodología para tener éxito. Solo existen metodologías para poder fallar rápido y barato. Para no malgastar recursos y poder ajustar y cambiar lo que sea necesario hasta que vayas ajustando todo en tu negocio antes de llegar a quebrar. GuruWalk no lo podemos llamar todavía éxito, pero si llegamos a conseguir ser la plataforma líder internacional de free tours, será porque nos hemos enfocado en los lugares donde más valor aportamos. Y porque tenemos un equipo de personas ultra motivadas, que dan el 200% cada día en la oficina.

 

¿Qué proyectos de futuro tienes para seguir creciendo?

Mi único objetivo profesional ahora es ayudar a mi equipo a conseguir que GuruWalk sea la web en la que todo el mundo piense cuando quieran hacer un free tour. A más largo plazo, mi mayor objetivo en la vida es que otros me recuerden como una buena persona. En ambos objetivos estoy seguro de que lo podría hacer mejor, pero también me tranquiliza saber que me esfuerzo todo lo que puedo.


@casas_castro

David Casas

Deja un comentario

Your email address will not be published.

*

diez + once =