Humor por encima de la tragedia

Algunas novelas extraordinarias, que atraviesan la barrera física del papel y cuyos personajes toman cuerpo y acompañan al lector en su quehacer cotidiano, son tan vívidas, tan reales, que es frecuente que ante ellas se escuche esta expresión: “eso lo hace cualquiera”.

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Eso es lo que sucede con Saliendo de la estación de Atocha, de BenLerner (Mondadori) una novela cuyo valor esencial es su aparente sencillez, lasensación de que el narrador nos está contando una historia sin pretensiónalguna, por pasar el rato, describiendo el año de un americano en Madrid comopodría hablarnos de cualquier otra cosa.

 

El protagonista del libro es Adam Gordon, un estudiante norteamericanode literatura norteamericano que recibe una prestigiosa beca en Madrid parallevar a cabo lo que el denomina “proyecto poético”, pero que en realidaddedica el tiempo a pasear por la ciudad, enamorarse, coquetear con las drogas yemborracharse. Toda una experiencia, sin duda, que en realidad no es más que unaexcusa del autor para contar su punto de vista de la ciudad y de quienes lahabitan –”para los españoles ni siquiera era por la tarde”– a través de lamirada cínica y sutil de Adam, una mirada que se convierte en analítica, sinduda certera, cuando la ciudad es sacudida por el atentado del 11-M.

 

Saliendo de la estación de Atocha es una grannovela, una novela que parece tan fácil que, cuando la leas, tú mismo pensarásque la podrías haber escrito. Nada más lejos de la realidad, es gran literatura–abundan interesantes referencias a lo largo de la historia– en la que, comosucede con algunas obras maestras, el humor sobrevive a la tragedia.

David Barreiro

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