Desde el 14 de marzo se puede visitar la exposición El Griego de Toledo en el Museo de Santa Cruz de Toledo. Comisariada por Fernando Marías, esta exposición constituye el eje central de los actos conmemorativos del IV Centenario de El Greco, que arrancaron el pasado 14 de enero en el Museo del Prado.
El Griego de Toledo reúne las obras más destacadas del pintor, desde susinicios en Creta, su paso por Venecia y Roma, y su establecimiento en Toledo.Esta exposición monográfica, la primera que como tal se celebra en Toledo, secomplementa con la obra expuesta en los llamados Espacios Greco (Catedral de Toledo, Iglesia de Santo Domingo elAntiguo, Santo Tomé, Capilla de San José y Hospital Tavera). Además, y tambiéncomo complemento, se puede visitar desdeel 1 de abril, en el Museo del Prado, Labiblioteca del Greco, una exposición comisariada por Javier Docampo y José Rielloen la que se reconstruye la librería del pintor con 39 libros, cuatro de loscuales le pertenecieron con toda seguridad.
Más allá del interésconmemorativo, estas exposiciones, así como el resto de actos programados conmotivo del Año Greco, tratan de mostrar una imagen de El Greco diferente a los tópicos que pesan sobre él. Olvidadodurante siglos, Domenico Theotocópuli fue revitalizado a principios del sigloXX, tras la gran exposición que le dedicó el Museo del Prado en 1902 y lamonografía de Manuel Bartolomé Cossío publicada en 1908. Desde entonces se le ha presentadocomo un místico, un asceta que supo representar de manera ejemplar el espíritude la Contrarreforma y el alma hispánica. Un pintor que, aunque griego, fue universaly sobre todo español. Nada más lejos de la realidad.
Actualmente, graciasa la documentación que disponemos, estos tópicos hacen aguas. Han tenido quepasar cuatrocientos años desde su muerte para reconocer que no se sintióespañol ni fue místico ni asceta. Domenico Theotocópuli fue griego y siempre se sintió griego, norenunciando jamás a sus orígenes y firmando sus cuadros como El Greco. Todo unacto de afirmación de su propia identidad. Perteneció a una familia ortodoxa y,a pesar de haber cambiado de religión, manifestó bastante relajación en susprácticas: no perteneció a ninguna cofradía, como era habitual, ni hizo testamento ni encomendó ninguna misa paracuando muriese. Fue difícil, pues, que fuera un místico.
Lo que no hay duda essobre su genialidad y modernidad, tal y como se entendían ambas en el siglo XVI. Fue pintor, diseñador dearquitecturas, escultor Leyó a Vitrubioy Vasari, y escribió notas en losmárgenes de los libros en las que manifiestó que nunca se tuvo por un pintormístico ni español. Asumió los principios coloristas de la pintura veneciana,más cerca de Tintoretto que de Tiziano, y concibió su arte como uninstrumento que le permitía imaginar el más allá de la realidad. Además, hoy sepueden admirar algunas de sus pinturasen sus colores originarios. Un elemento más no exento de polémica, como la quesurgió hace un par de años tras la restauración de El caballero de la mano en el pecho que ha permitido mostrar elgris original del fondo del cuadro y no el negro.
Es obvio que hoy sabemos más de El Greco que en 1908. Solo refiriéndonosa los documentos, en la época de Cossío se conocían 37 documentos, hoy más de500. Por otra parte, la sociedadespañola vive otros contextos socioculturales y la percepción varía.Actualmente es difícil justificar que El Greco fue un místico que defendió el espíritu de la Contrarreformay la hidalguía española. Han pasado cuatrocientos años para hacer que El Grecovuelva a vivir en Toledo como DomenicoTheotocópuli, y vuelva a su contextohistórico. Fue hijo de su tiempo y vivió su arte desde la atalaya del Manierismo.Fue un artista personal, alejado de las especulaciones y las etiquetas queexceden lo artístico. Un hombre del Renacimiento. Cuatro siglos después demorir vuelve a Toledo para ser lo querealmente fue y se sintió: El Griego deToledo.
Marcos García