Campanadas de boda

Me gusta La Cubana, y me gusta mucho. Me gusta su manera de entender el teatro, de interactuar con el público, de sus parodias descacharrantes, de que sus espectáculos no pasen indiferentes y que consigan que el respetable se olvide toda preocupación y pasee un rato divertido. Los descubrí en los años 80 con Cómeme el coco, negro, aquel espectáculo con el que rendía homenaje a los teatros ambulantes de variedades, al Teatro chino de Manolita Chen o el Teatro Argentino de Antonio Encinas. Un espectáculo en el que, cuando llegabas, la función ya estaba finalizando y asistías a un delirante desmontaje en el que pasaba de todo, desde comerse un bocadillo de mortadela a desfilar con mochila de plumas, como las vedettes de revista.

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Vi el espectáculo en varias ocasiones yen ciudades diferentes, una de ellas en el GranTeatro de Córdoba, donde presencié una bronca descomunal entre los actoresy algunas personas del público que no entendían la broma y exigían que se lesdevolviera el dinero de la entrada. Sorprendente: La Cubana había conseguidoque algunos cordobeses creyeran una ficción como realidad. En aquellos años losteatros de variedades ambulantes aún eran usuales en muchas ferias deAndalucía, por lo que la reacción delpúblico cordobés no resultaba extraña. 

Aquella anécdota no solo me sirvió para reflexionarsobre el humor y los ámbitos culturales, sino también sobre la identificaciónde la realidad en la ficción, algo que es mucho más fácil de conseguir en elcine o en la televisión que en el teatro. Poco años más tarde volvieron atriunfar con Cegada de amor y  aquella EstrellitaVerdiales entrada en años con la que también la ficción se adentraba larealidad hasta el punto que una comisión de falla de Valencia nombró a Estrellitafallera de honor. Un personaje de ficción en la realidad. Fantástico.

Ahora La Cubana está recorriendo el paíscon su nuevo espectáculo, Campanadas deBoda. Los ingredientes son prácticamente los mismos de anterioresespectáculos (un argumento reconocible, un sabia utilización de la parodia, interaccióncon el público, multitud de personajes, empleo del audiovisual…), pero con unasalvedad, esta vez han abandonado el mundo del espectáculo como eje de larepresentación  para convertir un actosocial en el exponente máximo de la teatralidad. En definitiva, lo que son. Unjuego de espejos muy interesante y divertido que bebe de la comedia decostumbres. La boda como espectáculo social por excelencia. La parodía de lagran paradia, como indica La Cubana en su dosier de prensa.  

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Un filón que el cine lleva años explotado (El padre de la novia, Un día de boda, La boda de Muriel, Elbanquete de bodas, La boda de mi mejor amigo o Mi gran boda griega), pero que ahora llega al teatro, y al teatrode participación.  Toda la primera partees un gran sainete hiriente en el que gran familia española de clase media esdescabezada sin compasión.

Teatro a la italiana con una cuarta pared que casinunca se franquea. Y  de pronto llega lasegunda parte con la gran boda, con todo el público asistente como invitado,con todos los delirios de grandeza habidos y por haber de madres, abuelas ytías perfectamente reconocibles, con una brillante utilización del audiovisual,algo que ya habían hecho en anteriores espectáculos, y una acertadaambientación musical en el más puro estilo Bollywood. Una Cubana fiel a susprincipios, Una Cubana cáustica e inteligente, pero sobre todo divertida.Veinticinco años haciendo disfrutar a los espectadores. ¡Vaya que sí!


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