La Biblioteca Nacional de España celebra su 300 aniversario con exposiciones, congresos, charlas y visitas guiadas. En 360gradospress nos hemos acercado para conocer de primera mano este templo del saber que, hace ahora tres siglos, el Rey Felipe V y su consejero, el padre Robinet, convirtieron en una de las primeras grandes operaciones de aquello que hoy conocemos como marketing político
Felipe V, duque de Anjou, el primer Borbón que reinó en España, era un francés reinando sobre españoles. Además, tras una larguísima y cruenta guerra a la que aún le quedaban un par de años por terminar (1.701-1.713). Su imagen, por tanto, no era la mejor entre la población, así que el monarca escuchó todas las ideas que se le propusieron para afianzar y mejorar la percepción que de él tenían sus nuevos súbditos. Le encandiló la que le hizo su asesor y confesor, el padre Robinet. Crear una Real Biblioteca abierta al público, siguiendo el modelo de la Bibliothèque du Roi parisina.
Una Biblioteca que inició su camino en un pasillo cerca de las cocinas del Alcázar Real con Robinet como primer director. Los 6.000 volúmenes que el monarca había traído desde Francia, unidos a los 2.000 acumulados por los Habsburgo y a los que se incautaron a los perdedores formaron los primeros fondos de una institución que, para su mantenimiento, no dudó en financiarse con los impuestos que se impusieron al tabaco y a los naipes, una de las grandes y reconocidas aficiones de Felipe V, de los que cada año recibían más de 8.000 pesos.
Nació así la Real Biblioteca de España, una institución pública a la manera de 1.711, es decir, pública para eruditos de la Corte. Cerrada a cal y canto a las mujeres y a la clase baja española. Mucho ha llovido desde entonces. Por el camino, en 1.716, entra en vigor el depósito legal, vigente todavía, mediante un Real Decreto en el que Felipe V estableció algo que hoy nos parece de lo más normal: “De todas las impresiones nuevas que se hicieren en mis dominios, se haya de colocar en ella un ejemplar del tomo o tomos de la Facultad que trataren, encuadernados y en toda forma en la misma que se practica dar a los del Consejo; colocándose también en dicha Biblioteca todos los libros y demás impresiones que se hubieren dado a la estampa desde el año 1711, en que tuvo principio esta Biblioteca”.
Hubo que esperar hasta 1.836 para que la Real Biblioteca dejase de ser propiedad de la corona para pasar a depender del Ministerio de Gobernación. Se desarrolló entonces la Biblioteca Nacional en el formato que hoy conocemos y que tras, sus pasos por el convento de la Trinidad de la Calzada y la casa del Marqués de los Alcañices, se consolidó en su sede actual, en el Paseo de Recoletos, desde 1.895.
Ahora, en pleno siglo XXI y con la tecnología en el centro del desarrollo de la sociedad, la Biblioteca Nacional saca a relucir sus mejores galas en forma de códices, incunables, libros, mapas, estampas, partituras, autógrafos, carteles, fotografías para el regocijo de una sociedad que puede recorrer en esta exposición la historia de una institución que nació como una estrategia de marketing político y que, 300 años después, se ha convertido en el templo del saber de todo un país.
La imprenta de Gütemberg ha dado paso a la era de la digitalización. Una era que plantea a la Biblioteca Nacional nuevos retos. A sus estanterías, que sumarían puestas en fila más de 500.000 metros, se suman cada año casi un millón de nuevos documentos. ¿Hasta dónde podemos almacenar? ¿Cuál es el límite? Además, lo digital gana cada vez más terreno al papel, y aunque éste no parece que vaya a morir, nace una nueva Biblioteca Nacional híbrida, en la que conviven ambos formatos gracias a la digitalización y escaneo de ejemplares, sobre todo de los más valiosos. ¿Pasa por aquí el futuro de la institución? ¿Cuánto habremos cambiado dentro de 100 años?
Manolo Gil