“Me gusta hacer teatro que haga reflexionar”

El actor Sergi López bebe de las producciones cinematográficas españolas, pero también de las francesas, cuyo público ha aplaudido sus renombrados papeles casi tanto (o más) que el de nuestro país, donde ha triunfado con películas como ‘El laberinto del fauno’ o ‘Solo mía’.

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En España le conocemos por sus personajes de calado en premiadas películas como El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, o Solo mía, de Javier Balaguer, pero gran parte de la carrera del actor Sergi López se ha desarrollado en el país que le vio nacer como intérprete, Francia, y que le ha reportado importantes galardones como el César en 2001 por su papel en Harry, un amigo que os quiere, de Dominik Moll.

 

Actualmente recorre los teatros españoles con la obra Non solum, que codirige junto a Jorge Picó, una comedia difícil de explicar, pero fácil de ver, como él mismo define, que subió a las tablas por primera vez hace más de 10 años.

 

¿Qué nos puedes contar acerca de Non solum?

Es una obra de creación hecha a cuatro manos (las mías y las del valenciano Jorge Picó, a quien conocí estudiando Escritura en París) que, por suerte, es más difícil de explicar que de ver. Es una comedia existencial, surrealista y absurda protagonizada por un solo actor que hace muchos personajes, pero que son iguales. Ello genera preguntas en el espectador.

 

¿La confianza de años con Jorge Picó es un punto a vuestro favor a la hora de trabajar?

Sí, gracias también a la complicidad y a la capacidad de llegar a puntos comunes. Compartimos la idea de un teatro no solo físico, gestual y visual, sino también con vocación transformadora de la sociedad, que haga reflexionar.

 

¿Cómo llegaste al mundo de la interpretación? ¿Por qué en París?

Llegué a París por casualidad. Había hecho teatro amateur en pueblos cerca de Vilanova i la Geltrú y en uno de mis cursos de interpretación me encontré con el actor Toni Alvà, que me recomendó una escuela de escritura de París en la que él había estudiado.

 

Gran parte de tu carrera la has desarrollado en Francia. ¿Has sido por diferencia de oportunidades o por sentirte más cómodo trabajando?

Empecé allí e hice bastantes películas, sobre todo, al principio. Por ejemplo, mis cinco primeras películas las hice allí con el director que me descubrió, Manuel Poirier. Pero he tenido bastante suerte y me han ofrecido bastante trabajo en ambos países. Soy un ‘mal ejemplo’ de la situación del actor en nuestro país. No me quejo.

 

¿Qué diferencias encuentras a la hora de trabajar en España y en Francia?

Principalmente, la lengua. Pero luego la diferencia viene en función del director, da igual de qué país. No hay un patrimonio nacional a la hora de trabajar en cada uno.

 

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¿Qué destacas del trabajo en cine en comparación con el teatro?

El cine es más ‘pijo’, ya que te mandan el guion terminado, te indican lo que tienes que decir y dónde te tienes que colocar, mientras que el teatro requiere de más tiempo de creación, ensayos, improvisando, cambiando. La responsabilidad en cine es más de intérprete y en el tipo de teatro que hago yo es mayor a todos los niveles. En teatro nunca estás solo cuando actúas, ya que está el público.

 

A excepción de Non solum, te hemos visto más en papeles serios, con contenido dramático. ¿Te supone un reto mayor que la comedia?

Una cosa que aprendí en París fue el placer de actuar y compartir con el público. Me quedo más con ese placer que con la facilidad o dificultad que suponga un género. Cuando la obra está bien escritá es más fácil. A veces también es más sencillo hacer reír que llorar y viceversa. Actuar tiene que ver con tirarte a la piscina. Intento no pararme a pensar en la dificultad para no agobiarme.

 

¿Qué supuso hacer un persona tan complicado como del de Joaquín en Solo mía? ¿Te hizo ser más consciente de la problemática de la violencia de género?

Interpretar este personaje fue un coñazo, porque es más difícil encontrar el placer de actuar cuando la escena consiste en violentar a una mujer. Pero estoy orgulloso porque la película cumplió con la función de visibilizar esta problemática. De hecho, se utiliza en cursos para hablar sobre ello.

 

Un problema muy actual, además, todavía.

Ahora se está mediatizando más, pero el sufrimiento de la mujer viene desde siglos atrás. Actualmente sale más a la luz y hay más mujeres que denunciar.

 

¿Hay algún papel que te haya marcado más en tu carrera?

Junto al de Joaquín, también el de Vidal en El laberinto del fauno o el de Paco en Western. Sobre todo, por el buen resultado que tuvieron las películas en conjunto.

 

Con el auge de las series a nivel internacional, ¿no te llama la televisión para trabajar?

En parte la televisión me da mucho respeto por el poder que tiene y, por otro, por lo complicado que ha sido compaginarla con el cine y el teatro. Pero me están empezando a llegar propuestas y hay muy buenos guiones y directores en las series españolas. Estoy reticente a trabajar en alguna.

 

¿Proyectos que tengas a la vista?

Este año supongo que se estrenará por fin El hombre que mató a Don Quijote, de Terry Gilliam, que se rodó en España. Se trata de una película maldita que intentó rodar hace casi 20 años. Yo hago un papel muy pequeño, pero muy divertido. Me entendí muy bien con el director. En marzo o abril me voy con Neus Ballús, directora catalana que hizo La plaga, a rodar una película a Senegal y se estrenará en un par de años.

David Casas

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