La pérdida de un hijo genera el mayor dolor existente para un padre o una madre. Ellos mismos lo confirman mientras pasan por cada una de las fases de duelo en las que se ven sumidos durante un tiempo indeterminado, aunque no exista una palabra que defina su condición.
Todo el mundo coincide en que no hay mayor dolor para una persona que el producido por la muerte de un hijo. Un sufrimiento que perdura en el tiempo a través del duelo, “un camino lento, que no se pasa a zancadas, una respuesta natural hacia quien es tan importante en nuestra vida” como un vástago, según define Lourdes Molinos, terapeuta de la Asociación Valenciana de Apoyo en el Duelo, Caminar.
Pero este dolor no tiene nombre. Las personas casadas que pierden a su pareja son viudos. Y los hijos que se quedan sin padres son huérfanos, pero al contrario no existe estado civil, a pesar de que el sufrimiento sea incluso más grande. Por ello la Federación Española de Padres de NIÑOS CON CÁNCER ha querido visibilizar su condición creando ese término que falta en la RAE, institución a la que han solicitado, a través de la plataforma Change.org, que sea incluida en base al vacío léxico existente.
Se trata de huérfilos, una palabra que “representa a todos aquellos padres y madres que han sobrevivido al fallecimiento de un hijo o de una hija” y hace que “dejen de ser invisibles“, según valora la asociación. Gracias a la difusión mediática y al apoyo de figuras influyentes del mundo de la comunicación, la interpretación y la música como Silvia Jato, Ana Belén, Melani Olivares, Carlos Hipólito y Juan Echanove, NIÑOS CON CÁNCER pretende alcanzar un total de 11.730 firmas para lograr la inclusión del término.
Una cifra que tiene mucho significado para ellos, ya que es el número de padres y de madres que han pasado por este trance y del que la entidad ha sido testigo. Entre ellos, Juan Antonio Roca, vicepresidente de la asociación, que perdió a su hijo de 17 años después de una lucha de cuatro años contra el cáncer, en concreto, sarcoma de Ewing.
“Cuando se lo detectaron no nos lo creíamos y cuando murió nuestro mundo se vino abajo, porque es antinatural sobrevivir a un hijo. Decidimos tratar de asumirlo, de sobrellevarlo y nunca olvidarle, sino hablar de él y mantenerle en nuestras memorias. Además, seguíamos teniendo más hijos que nos necesitaban y que eran nuestro bote salvavidas para no pensar tanto en el dolor“, explica Roca, que destaca que los hermanos también sufren y que no se les presta tanta atención.
Las fases del luto en la pérdida de un hijo
La terapeuta Lourdes Molinos define emocionalmente el duelo como artesanía del alma. Un proceso que suele pasar por cuatro fases: aturdimiento-choque, un estado de shock que puede durar desde unas horas hasta semanas y que sirve como anestésico natural durante el funeral; protección-evitación, un regulador del dolor que consiste, por ejemplo, en trabajar mucho para desviar la mente de la pérdida y que puede ayudar hasta que se asuma; conexión-integración, que se caracteriza por sentimientos como la añoranza y por querer arreglar asuntos pendientes, tener una mayor capacidad para atender el dolor sin buscar culpables y conectar con el sentimiento, y transformación-crecimiento, es decir, los cambios que trae la desgracia en el entorno y en la percepción que se tiene de la vida y de la muerte para evolucionar como persona.
La propia Molinos perdió a su única hija. “Cuando pasas por algo así sientes que el suelo se ha movido debajo de tus pies y pasas por estados de confusión, aturdimiento, llanto, rabia, culpa, añoranza, incomprensión. Cuesta mucho pedir ayuda, pero luego viene muy bien hablar sobre tus sentimientos con personas que han pasado por lo mismo que tú; compartir es terapéutico“, valora la fundadora de Asociación Caminar.
Además de la parte comunicativa de la terapia, la profesional recomienda que esto vaya acompañado de cuidados físicos, en cuanto a alimentación, respiración y deporte “para no desfallecer y fortalecer el cuerpo“, y emocionales y psicológicos. “Es importante reconocer en qué fase te encuentras del duelo y no resistirte a mantenerte en ella; ponerle nombre a tu rabia para crecer; integrar (no superar) la pérdida; separar el dolor del sufrimiento, que tiene mucho poder a través de la culpabilidad, y no negarse a ser feliz, porque no deshonras a tu hijo siéndolo“, concluye Molinos.
David Casas