El verano invita a conocer algunas de las obras arquitectónicas de corta duración más impresionantes del panorama internacional, los castillos de arena, construcciones con las que sus artistas no dejan de esforzarse por ofrecer al paseante de playas la contemplación estética más enriquecedora y apasionante.
Se dice que hay gente que de un granito de arena puede hacer una montaña en sentido negativo. Pero existen artistas que le dan la vuelta a esa frase y la transforman en algo positivo para construir arte. Con la entrada del verano seguramente hayáis sido testigos del proceso creativo de decenas de escultores de lo efímero. Personas que, con un buen montón de arena de la playa, agua y las mínimas herramientas más allá de sus propias manos, pueden alzar a varios metros de altura auténticas bellezas de lo más realistas.
Los castillos de arena se empezaron a construir en Estados Unidos a principios del siglo XX, aunque se podría decir que los egipcios fueron los precursores de estas construcciones en los modelos a escala que realizaban de las pirámides que iban a levantar posteriormente. En el país norteamericano también arrancaron los primeros concursos y exposiciones, que con los años se fueron extendiendo por todo el mundo.
En ellos han participado algunos de los más importantes artistas del castillo de arena. Que de castillo ya tiene poco, porque las mentes de estos creadores se han encargado de idear auténticas obras arquitectónicas de una modernidad apasionante.
Uno de los más renombrados en esta vertiente es el estadounidense Calvin Seibert, que piensa a lo grande a la hora de alzar sus auténticos monumentos, que podrían llevarse a las salas de los museos contemporáneos más destacados. Para ello se inspira en las creaciones del húngaro Marcel Breuer, principal maestro del Movimiento Moderno, que se interesó por la construcción modular y las formas sencillas, y los diseños neofuturistas del arquitecto estadounidense Eero Saarinen.
Las estructuras imposibles de Seibert se caracterizan por su geometría y sus patrones. Modela sus construcciones a mano, utilizando diferentes palas de plexiglás que él mismo se confecciona y con las que amontona la arena y va recortando las formas hasta definir los bordes. Lleva cinco décadas (desde su infancia) apasionándose por los castillos, que reparte por las playas de Nueva York, Hawaii, California y Texas, entre otras zonas del país.
Un trabajo que realiza con meticulosidad. De hecho, afirma que puede pasarse entre ocho y diez horas con un único proyecto, aunque le gusta manejar un material agradecido como la arena, con el que se puede elevar cualquier forma de manera fácil y gratuita, ya que no requiere de desplazarse a un almacén para comprar material de ningún tipo.
Pero a diferencia de los arquitectos de construcciones duraderas, Seibert trata de planificar lo menos posible sus piezas de gran tamaño: una mínima noción le basta para intentar algo diferente cada vez y, a partir de ahí, va luchando por alcanzar la cima de su creación, siguiendo un camino en concreto o dándole la vuelta con algo inesperado, antes de que la naturaleza y el tiempo acaben con ella.
Arena conceptual
Otros artistas, sin embargo, llevan una línea mucho más conceptual y expresionista a la hora de desarrollar sus elaboraciones con arena. Como, por ejemplo, el canadiense Guy Oliver Deveau, que combina ideas surgidas de una mente tan influenciada por la pintura de Dalí como por el mundo del cine y de la fantasía.
O el artista estadounidense Rusty Croft, que ha esculpido en más de 15 países obras tan admiradas como su La ciudad perdida de Atlántida, que construyó en San Diego hace 20 años, o una de las más recientes, un castillo de arena de 12 metros con el que aspiró a ganar en una playa de Brasil un lugar en el libro Guiness de los récords. Actualmente realiza algunas de sus esculturas para los equipos de Yahoo, Google y Facebook en Silicon Valley.
David Casas