El significado de lo que queremos expresar a través de la comunicación no verbal no siempre consigue llegar al interlocutor cuando hablamos por escrito. Por ello, cada día nos valemos de los conocidos emoticonos para hacerlo entender al 100% de manera rápida, sencilla y eficaz.
Seguro que cada día escogéis expresaros con un emoticono para indicar por redes sociales o aplicaciones de chat a un interlocutor vuestro estado de ánimo: la carita sonriente cuando estáis contentos (con corazones si estáis muy felices), la triste cuando no estáis bien o la enfadada cuando estáis disgustados.
No es un hecho aleatorio que desde los años 70 (y, antiguamente, cuando se recurría a imágenes con poder simbólico), con la aparición del famoso smiley (Gelu), hasta la actualidad con el surgimiento de los smartphones y los soportes digitales haya ido creciendo de manera acelerada el uso de estos pequeños diseños y la multiplicación de sus variedades.
La razón se encuentra en la necesidad de solventar un problema, de manera rápida, sencilla y eficaz, que se da en la comunicación no verbal cuando esta no es cara cara: eliminar malentendidos producidos cuando la palabra escrita es ambigua o insuficiente, potenciar la expresividad de nuestras emociones o, por el contrario, reducir la intensidad de otras, sobre todo, cuando son negativas o tristes. “Por ejemplo, el símbolo del corazón dice te quiero, pero algunas personas pueden sentir que en determinados tipos de relaciones esos términos son demasiado intensos, por lo que se sienten más cómodos recurriendo a los emoticonos. También los hay para reducir el impacto emocional como equivalente a un abrazo o una palmadita en la espalda“, explica la psicóloga Jennifer Delgado.
“En una conversación escrita perdemos el 93% de la información al no contar con la cara ni la voz de nuestro interlocutor y los emoticonos, que no son un adorno que acompaña a la palabra, nos ayudan a entendernos mejor; el mismo mensaje verbal apoyado en un símbolo diferente puede cambiar totalmente su interpretación“, valora Catalina Pons (@catalinapons), médica, profesora y autora del libro Comunicación no verbal (Kairos, 2015).
Además, este refuerzo comunicacional es comprendido perfectamente en nuestra mente. Por ejemplo, cuando una persona nos envía un mensaje con una carita feliz, el cerebro reacciona como si estuviera frente a una sonrisa real. Esto se debe a la evolución y a la adaptación que ha experimentado este a lo largo de los años, que “traduce a nivel neurológico un nuevo fenómeno cultural y de lenguaje que ya es parte imprescindible de la comunicación“, añade Pons.
De hecho, un estudio conducido por investigadores de la Universidad de Australia del Sur, en Adelaida (Australia), y publicado en la revista Social Neuroscience en 2014 lo probó con un grupo de 20 estudiantes. Primero mirando a personas sonrientes, después al emoticono de la sonrisa y, finalmente, a unas secuencias de signos sin significado.
La reacción neuronal frente a las tres situaciones evidenció cómo el cerebro responde a la sonrisa humana y al emoticono, que son procesados en el área occipitotemporal, prácticamente del mismo modo, como si hubiera asimilado sus códigos de interpretación, mientras que no muestra ningún tipo de cambio ante las señales.
Por otro lado, la expresión facial de las emociones básicas es universal, es la misma en todas las culturas, y ello ha facilitado que cualquiera pueda hacer uso de los emoticonos para mostrar sus sentimientos. Incluso en ellos se repiten actitudes por parte de las personas que suceden en la vida y en el cara a casa: los hombres utilizan menos estos símbolos que las mujeres, sobre todo, el de la cara con lágrimas (a excepción de la que se parte de risa) o los de tristeza, debido al mito de que los chicos no lloran. “Es un lenguaje nuevo, pero sigue expresando estereotipos obsoletos sobre las diferencias de género“, indica la médica. Y, por cierto, los más utilizados en España son la cara que manda un corazón, la que llora de risa y el corazón, lo que se amplía por comunidades autónomas, entrando en escena la cara sonrojada, el mono o los labios.
Un medio para transmitir un mensaje de manera más impactante y memorable que utilizan hasta los perfiles más influyentes en las redes sociales para reafirmar sus ideas, según confirmó un estudio de la Universidad de Cambridge. Lo que está claro es que los emoticones se van a quedar en nuestras vidas de forma permanente para ayudarnos a decir, cuando la distancia lo impide y la tecnología lo facilita, lo que realmente queremos decir.
David Casas