Navegando por los fiordos chilenos

A 250 kilómetros al norte de Punta Arenas, la capital regional y a 50 de Río Turbio, una ciudad argentina dedicada a la minería del carbón, se encuentra Puerto Natales, un pueblo de 16.000 habitantes considerado la puerta de entrada al parque natural de las Torres del Paine y que espera con ansia la finalización de las obras de construcción de su pequeño aeropuerto. A falta de avión, 360 Grados Press se subió a un barco para recorrer parte de los desconocidos y espectaculares fiordos chilenos.

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La primavera en Puerto Natales es diferente. Cuando mira de reojo la llegada del verano coincide con el encendido del árbol de Navidad que instalan en la plaza principal de la localidad y donde se reúnen cientos de vecinos. No hace el frío del crudo invierno pero el viento sopla con fuerza así que los guantes y las bufandas son complementos necesarios. En la estación de autobuses empieza el hervidero de turistas, la mayoría chilenos que llegan de Punta Arenas con ganas de conocer la popular W, una de las mecas del trekking mundial, no en vano, estamos en la puerta de entrada al parque natural de las Torres del Paine. En el puerto se mantiene incesante la actividad salmonera. En el paseo marítimo saludan las focas a los jóvenes que se juntan en el skate-park para practicar virguerías con el patinete. A orillas del canal Señoret dos barcazas esperan a diario a medio centenar de turistas que tienen el privilegio de recorrer los desconocidos y espectaculares fiordos chilenos. 360 Grados Press madrugó para subirse a una.

 

En Puerto Natales todo parece transcurrir despacio, especialmente por la mañana. No hay atascos ni aglomeraciones de gente. No hay prisas ni carreras. Es como si a diario les costara salir de la cama. En su primavera -es diciembre- el sol es el primero en dar los buenos días. Nos citan en la oficina de la empresa Turismo 21 de mayo, al lado de la plaza principal, muy cerca del árbol de Navidad. Puerto Natales está lejos de todo pero en Puerto Natales todo está cerca. Para hacerse una idea, la cárcel está pegada a la estación de autobuses; la iglesia, en la plaza principal, la comisaría, en una calle que da a la plaza principal y, no sé si por casualidad, mi hostel está en la plaza principal.

 

Un autobús nos traslada hasta Puerto Bories, a unos quince minutos de Puerto Natales siguiendo la orilla del canal Señoret. Allí están las embarcaciones junto a un antiguo astillero reconvertido en chatarrería. La navegación transcurre por el fiordo Última Esperanza, entre el golfo del Almirante Montt y el seno Última Esperanza, en la región de Magallanes y la Antártida chilena. Todo es deslumbrante desde dentro de la cabina del barco. Afuera la brisa corta la respiración a pesar de que Lorenzo clava sus rayos sobre un agua cristalina que nos ha recibido en paz. Colonias de cormoranes y lobos marinos saludan al privilegiado turista que es agasajado por la tripulación con café caliente y galletas. El deshielo dibuja espectaculares cascadas mientras la embarcación sigue canal adentro. El glaciar Balmaseda, el glaciar Serrano… el paisaje es desmesurado.

 

Lo normal es que pasadas tres horas con la boca abierta alguien de la tripulación te interrumpa para ofrecerte un whisky con hielo del glaciar y te anime a salir a la cubierta. El día lo merece. El aperitivo se convierte en un regalo antes de hacer parada en la estancia Perales para almorzar. Es un rancho como los de las películas del Oeste. Dos camionetas de principios del siglo XX perfectamente cuidadas, caballos relucientes y el césped segado con un gusto exquisito. Todo en mitad de la naturaleza. Allí nos dan la bienvenida con una parrillada de cordero y vino tinto chileno. Mesa corrida. Tiempo para compartir y conocer la vida de los chilenos que nos acompañan en la excursión.

 

La sobremesa se acaba cuando nos avisan de que la embarcación va a zarpar con destino a Puerto Bories. Vuelven a ofrecernos whisky, ideal para hacer la digestión del asado. Al llegar a tierra uno tiene la sensación de que querría repetir la experiencia unos cuantos días más (la excursión con ‘todo incluido’ cuesta 80.000 pesos chilenos, unos cien euros). Los fiordos chilenos son inmensos y dan para mucho, el bolsillo no tanto. El autobús vuelve a sortear la orilla del canal Señoret con destino a Puerto Natales que nos recibe con una puesta de sol indescriptible. Como si quisiera regalar al turista la guinda perfecta a un día redondo.


@JavierMontesCas

Laura Bellver

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