Artistas de los pies a la cabeza

Para pintar hacen falta colores y talento. Las manos no son uno de los requisitos, al menos para los artistas de la Asociación de Pintores con la Boca y el Pie, quienes crean sus obras a partir de las pinceladas que dan con esas partes del cuerpo. Hablamos con dos de ellos y con el presidente de la entidad en España.

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Francisco Javier Planells suele pintar en el salón de su casa, donde tiene preparada la paleta encima de una mesa de madera llena de trazos de colores y sobre la que se observan pinceles y botes de óleo. Le acompaña un pajarillo azul cuando se dispone a crear sobre su caballete y, según confiesa, prefiere estar escuchando música antes que el silencio a la hora de dar color a los cuadros. Francisco Javier tiene 42 años y es un artista que pinta con la boca.

 

Virginia Calderón tiene 50 años y hace unos 25 que se tomó en serio esto de la pintura. Asegura que es muy exigente cuando se coloca ante el lienzo en blanco, “¡no voy a lo fácil! Yo soy de las que me complico la existencia; me gusta retarme”, dice. Escribe con el pie derecho, pero cuando se trata de pintar es capaz de hacerlo con el derecho y con el izquierdo.

 

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Tanto él como ella tienen incapacitadas las manos. Los dos protagonizan la exposición que hasta el 27 de septiembre se puede visitar en Picanya (Valencia), donde se muestran algunos de sus cuadros. También realizan exhibiciones donde se les puede ver trabajando. “Hacerlo en directo es muy importante porque hay quien no se cree que las obras sean nuestras”, explica Virginia.Y vaya si lo son. Una vez, cuenta Francisco, “llevaba un mes y medio para terminar un cuadro y no me salía, y un día en cuatro horas lo acabé”. Virginia habla de la importancia de la inspiración y de “la relajación que llega al ver tu obra”. Para ella el arte es “una manera de expresión”. Los dos pertenecen a la Asociación de Pintores con la Boca y el Pie, fundada en 1956 en Suiza por el pintor alemán Erich Stegmann y un pequeño grupo de artistas discapacitados físicos. “Stegmann perdió el uso de las manos por una enfermedad y empezó a pintar con la boca de tal forma que logró prestigio y se ganaba la vida vendiendo sus cuadros”, explica Ricardo Charfolé, director de la asociación en España desde 1997.  

 

Calidad es la palabra

Los Pintores con la Boca y el Pie son internacionales y tienen presencia en más de 90 países en la actualidad, asegura Charfolé. Casi 900 artistas de todo el mundo componen esta asociación, de los cuales 32 son españoles. Existen dos requisitos fundamentales para formar parte de ella, indica el director: no poder utilizar las manos y tener arte pintando con una de las dos partes del cuerpo que dan nombre a la asociación. Siempre se empieza como becario, quienes “reciben una beca mensual que varía dependiendo del nivel artístico, que debe ir progresando con el tiempo”, pues de lo contrario, no se renueva esa ayuda “que debe emplearse, entre otras cosas, en clases de pintura”, manifiesta Charfolé. Las obras de los becarios, de hecho, son evaluadas cada tres años en Suiza por un jurado formado por expertos y miembros de la asociación. Éstos adquieren esa categoría y un sueldo vitalicio cuando sus cuadros no se distinguen de aquellos pintados con las manos por artistas profesionales.

 

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“Son los artistas quienes dirigen la asociación”, insiste Ricardo, quien también comenta que no tienen ningún tipo de subvención, “ni se piensa solicitar”. La asociación se sustenta de la venta de reproducciones de los cuadros originales de los pintores –sobre todo para tarjetas de Navidad? que hacen suyo el lema del fundador “Sin caridad, por favor”. Cada año deben entregar cinco cuadros. “Se busca la calidad, no la cantidad”, coinciden los tres entrevistados. Francisco Javier y Virginia ofrecen charlas en los colegios. “A mí no me gusta la palabra superación, pues no tengo nada que superar, vivo con ello y con lo que tengo, me manejo”, apunta la artista. “Adaptarse y dejar a los demás adaptarse”, matiza. A Francisco Javier le gusta transmitir a los escolares la idea de integración. Y lo predica con el ejemplo, pues no sólo es amigo del óleo, también juega a la boccia y participa en actividades de su entorno. “A los niños les alucinan las charlas”, dice Ricardo Charfolé, “porque se dan cuenta de que, aunque hayan perdido los brazos, siguen siendo capaces”.


@Lorena_Padilla

Laura Bellver

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