El derecho a amar sin etiquetas

En el mes que recuerda las luchas y manifestaciones que en las últimas décadas los colectivos de Lesbianas, Gais, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales (LGTBI) han llevado a cabo, 360 Grados Press empuña el asta de la bandera arcoíris para tratar de discernir el germen de sus actos en España y el futuro que les depara para su normalización completa frente a la sociedad.

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“Nunca olvidaré cuando tenía 20 años y salió el videoclip de la canción ‘Depende’ de Jarabe de Palo en el que aparecían dos chicos besándose. Me quedaba todos los sábados esperando que saliese en un programa de música para ver esa imagen que duraba unos segundos. Me di cuenta de que tenía esa necesidad de estar con alguien, de aprender a amar y ser amado. Pero era un tema difícil que no se hablaba en casa y cuando empecé a sentir que yo no era como se me había inculcado que fuera, empecé a sentir miedo a ser rechazado por mi familia. Es triste crecer y pensar que por el simple hecho de querer a alguien vas a ser castigado y apartado”.

 

Esta fue la realidad hace cerca de dos décadas de Luis Martín, valenciano de 37 años, y de la de cientos de jóvenes homosexuales en España. En la televisión, el cine o la música parecía que la marea de la homofobia había cesado de forma pronunciada, gracias a la acción previa de visibilidad y normalización trabajada por parte de actores, cantantes y personalidades influyentes para el público. Pero la situación en los hogares todavía era complicada: para muchos padres el hecho de tener un hijo/a homosexual era imposible de suceder e incomprensible y, para otros, algo innombrable o motivo de discusión o, incluso, de resquebrajamiento familiar.

 

Y aunque el odio como tal a gais y lesbianas comenzaba a exterminarse, la imagen de cara a la galería que daban los actores políticos no era demasiado alentadora: el rechazo no era tan manifiesto, ya que comenzaba a no estar “bien visto”, se pensase lo que se pensase en el interior, pero tampoco existía una protección o defensa de las minorías más ignoradas. De hecho, muchas de sus políticas podrían resumirse en ese manido “cada uno en la intimidad de su techo y de sus pareces que haga lo que quiera” que muchos procesaban ante los micrófonos de forma aperturista, pero que en algunos casos ocultaba de la voz en alto un delator “pero que en público se comporten”. O lo que es lo mismo: que dejen de ser ellos mismos e interpreten el papel de heterosexuales. Todo siempre desde la generalización.

 

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Un pensamiento extendido desde la ignorancia o la cultura aprendida que se vio aminorado gracias a la reeducación. Un proceso para tratar de hacer visibles a grupos de personas muy heterodoxo que existían y que querían voz y voto (social). Para ayudar a revertir el desapego hacia estas minorías de quienes mantenían la batuta del poder y de la toma de decisiones y de quienes les rodeaban. Pero, sobre todo, para evitar que las nuevas generaciones crecieran en ese ambiente de rechazo y tuvieran claro que la igualdad y la naturalidad formaban parte también de quienes amaban a un ser de su mismo sexo.

 

Y ese trabajo instructivo fue protagonizado por las decenas de asociaciones que se fueron forjando a lo largo de los años, que dijeron a miles de jóvenes homosexuales “no sois bichos raros”. Que descubrieron a la sociedad lo que era una persona bisexual, transexual o intersexual y, con ello, componer las siglas LGTBI. Que visibilizaron sus casos particulares. Que alarmaron de la peligrosidad del SIDA y de la importancia de protegerse de ella. Una labor incansable que hoy continúa activa con el fin de mantenerse siempre alerta y que la normalización forme parte necesariamente de las mentes de cada uno los españoles.

 

Uno de los colectivos LGTBI sin ánimo de lucro más antiguos es el valenciano Lambda (@lambdavalencia), constituido en 1986, época en la que la Organización Mundial de la Salud consideraba la homosexualidad como una enfermedad y tan solo siete años después de que la Ley de peligrosidad y rehabilitación social dejara de incluir “os “actos” de las personas gais como motivo de castigos que iban desde multas hasta penas de cinco años de internamiento en cárceles o centros psiquiátricos.

 

Lambda trabaja desde entonces denunciando públicamente la discriminación legal y la marginación social hacia lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales; educando sobre esta realidad; fomentando la salud, la participación y la solidaridad, y luchando por conseguir la completa igualdad de todas las personas con independencia de su orientación sexual y/o identidad de género.

 

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En estos cerca de 30 años de recorrido, esta y otras asociaciones LGTBI españolas han puesto las cartas sobre la mesa con respecto a las injusticias hacia el colectivo que eran patentes legal y socialmente no solo dentro del país, si no también fuera de sus fronteras. Para ello se han valido de todos los soportes comunicativos a su alcance, desde la televisión, la radio y la publicidad hasta, en la actualidad, Internet y las redes sociales.

 

Cuando el gobierno era de color azul

Una carrera hacia la normalización que se ha visto obstaculizada en muchas ocasiones por el propio gobierno municipal y autonómico valencianos. “El PPCV nunca ha sido receptivo en estas dos décadas de legislación a nuestras demandas, era como hablarle a un muro. De hecho, a veces, en lugar de simplemente hacer oídos sordos, han tratado de torpedear nuestras acciones”, afirma Mario Estruch (@marioestruch), secretario de Lambda. La asociación lo ejemplifica con el voto del partido en contra de una Ley Integral para la defensa y protección de las personas LGTBI, la eliminación de las ayudas a la prevención del VIH, el rechazo a la inserción de las cirugías de reasignación en la sanidad pública, la exclusión de las parejas lesbianas y de las mujeres solteras de la reproducción asistida, etc.

 

Esperanza desde el cambio

La izquierda española ha supuesto para muchas asociaciones LGTBI del país el único (y no siempre plenamente activo) baluarte de la defensa de sus derechos y que tuvo su consecución más valedora con la aprobación de la Ley de Matrimonio Homosexual, que este año cumple su décimo aniversario. La esperanza de Lambda y de muchos otros colectivos de ciudades con alcandías en las que en las últimas elecciones municipales han entrado partidos de esta tendencia política es manifiesta, aunque aseguran que no van a “bajar la guardia”, que exigirán “el cumplimiento de sus programas” y que seguirán “luchando por la plena consecución” de sus derechos, “por una igualdad legal y social reales”, como indica Estruch.

 

Lambda augura que el tripartito autonómico, formado por PSPV, Compromís y Podemos, sea “mucho más favorable” a sus peticiones, ya que, según comentan, esas mismas demandas forman parte de sus programas y han demostrado estar al lado de las personas LGTBI, algunos de los cuales actualmente militan en estos partidos.

 

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Una senda hacia la normalización que no tiene fin

Pero todavía queda mucho que hacer en este proceso integrador, sobre todo en el ámbito pedagógico. “La visibilidad en los medios de comunicación ha relajado, en cierto modo, el concepto cultural que arrastraba parte de la población, pero son las generaciones más jóvenes las que deben impulsar ese cambio de mentalidad y apartar comportamientos de exclusión”, valora Luis Martín.

 

A pesar de esto, España es uno de los países con mayor aceptación por parte de la ciudadanía de la homosexualidad, bisexualidad y transexualidad del mundo, aunque ese aumento de la aparición en la esfera pública está teniendo como consecuencia, según indican desde Lambda, un mayor rechazo desde la minoría intolerante que, con sus dogmas, trata de poner vendas que ciegan una realidad de lo más evidente. “En la etapa escolar, sobre todo, ha habido una escalada de ataques verbales y físicos hacia menores LGTBI, recogidos en el informe que el Ministerio de Interior publicó hace unos meses y en el que se señalaba que el 40% de los delitos de odio son por identidad de género u orientación sexual, y de los cuales solo el 17% se denuncia”, informa el secretario de Lambda.

 

Por otro lado, una parte importante del colectivo, el que corresponde a lesbianas, bisexuales y transexuales, sigue sufriendo mayores índices de invisibilidad y discriminación que el resto. O la denominada “pluma” (comportamiento de una persona que dista de su identidad de género), que también es rechazada fuera e, incluso, dentro de los grupos LGTBI. Por no olvidar la exclusión social que tienen que soportar muchos hombres gay con VIH, la tercera edad homosexual o aquellos/as con diversidad funcional. “Se debe a que nos hemos educado en una sociedad heteropatriarcal y machista en la que se valora de forma exagerada la juventud y un estereotipo muy concreto de belleza, además de la imagen mostrada por los medios de comunicación de nuestro colectivo representada por un hombre gay, joven y con un físico escultural”, opina Estruch.

 

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Orgullo LGTBI, defensa incansable a través del festejo

Lo que queda claro es que la tarea de concienciación no ha terminado y que las demandas ante los poderes políticos no deben cesar. Ni tampoco la celebración del Orgullo LGTBI que, aunque tiene gran parte de fiesta, se considera una forma de reivindicación que ya ha alcanzado a muchas de las ciudades más importantes del mundo. “Es una manifestación donde salimos a la calle junto a los movimientos sociales, políticos, sindicales y gran parte de la ciudadanía para hacer visibles nuestras luchas y evidenciar los ataques que seguimos recibiendo únicamente por no seguir los dictados ‘heteronormativos’. Sigue siendo necesario este evento para vencer la ‘plumofobia’, recordar los 80 países donde la homosexualidad sigue siendo ilegal y, sobre todo, para decirles a todos los jóvenes LGTBI que no están solos”, concluye el secretario de Lambda.

Laura Bellver

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