El fémur de Eva o cómo salir del ‘wertdiebo’ de una puñetera vez

Soy lector confeso de dietarios, memorias y autobiografías, y algunos de esos libros los revisito con asiduidad, como El oficio de vivir de Cesare Pavese, El quadern gris de Josep Pla, Diccionari per ociosos de Joan Fuster o La novela de un literato de Rafael Cansinos Assens. Me gusta el carácter fragmentario de estos textos, su posibilidad de lectura intermitente, su verdad o mentira desgarrada, su explicarse, su justificarse de algo que sólo es posible en la verdad íntima – y solitaria- de la escritura, aunque más tarde se comparta en un alarde de exhibicionismo. Los dietarios, como los poemas, son emoción y sentimiento, pregunta o respuesta ante uno mismo y, tras su publicación, ante los otros.

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La red ha supuesto un cambio fundamental en la comunicación y en las relaciones sociales. Los  blogs, los post de Facebook o el tweet con la vida contada en ciento cuarenta caracteres han producido un cambio importante en el género memorialístico, no sólo en estructura y contenidos, sino en inmediatez. Es obvio que se llega más rápido y más fácilmente  al lector que con  los diarios personales convencionales, con la salvedad que ahora el  lector está diseminado por  todo el planeta.  El sueño de Erasmo de Rotterdam hecho realidad. Y pensar que los humanistas creían que habían tocado el cielo  con la imprenta y estaban más contentos que unas pascuas.

 

Hay blogs de todos los colores y sabores. Son como los helados Baskin-Robbins – “a different flavor every day of any month”- , que es como decir que de todo hay en botica. Sólo una objeción, abundan poco los íntimos en sentido estricto, porque  la intimidad es un concepto a reflexionar en Internet.  La red permite otra forma de entender lo público y lo privado, siempre y cuando se sepa controlar hasta donde se quiere llegar.

 

Un blog es un Baskin-Robbins personal con sus particulares corifeos, cuyo número aumenta o disminuye según el carisma del bloguer o de las cosas que dice.  Si Joan F. Mira en El Tramvia groc sustituía el famoso “pienso, luego existo”  de Descartes por “recuerdo, luego existo”,  la red ha impuesto aquello de “tengo un blog, un perfil de Facebook o twitter, o los tres a la vez, luego existo”. Más de uno  ha superado su anodina vida gracias a los aplausos de autoestima de la corrala ciberespacial. Y que conste que servidor es un chico de barrio y estima mucho  las corralas y los patios de vecindad.

 

Pero no todas las personas han necesitado un blog para existir. Mi amiga Fani Grande ya existía  para la escritura antes de su irrupción en las redes sociales, aunque algunos directivos analfabetos de los que condujeron a RTVV a la guillotina no quisieran saberlo y la arrinconaran.  Ya se sabe que el número de necios es infinito.  Fani existía muy bien con sus columnas de opinión en Levante-EMV y El Mundo en la Comunitat Valenciana, sus guiones y sus cuentos.  La recuerdo en su protohistoria literaria haciendo cursos de escritura con Juan Madrid,  guiones para animación con plastilina, incluso con algún monólogo como actriz. Pero un día llegó su blog El fémur de Eva y excedió  lo que había sido su microcosmos hasta entonces. Sin  abandonarlo o tal vez  si, nunca sabe, convirtió la blogosfera en su universo femúrico personal. Eso sí, sin que el hortera de Mefistófeles la tentara para decirle aquello de todo esto te lo daré si te vienes conmigo. Para tonto Fausto, que  Fani no tiene un rizo de simple.  

 

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En 2012 Fani Grande comenzó a publicar semanalmente sus entradas en la red, sus reflexiones siempre lúcidas y sarcásticas, maravillosamente bien escritas en ese blog. Muy pronto fuimos muchos los que esperábamos cada viernes El fémur de Eva. Vivíamos en lo más álgido de la crisis económica y moral cuando Fani llegaba cada viernes con su anotación, su punzada sobre alguna noticia que le había llamado la atención, sobre una cita, un dato o simplemente un gesto, y nos levantaba una sonrisa, una lágrima, un exabrupto. Así aprendimos, como dice ella,  “a graparnos el hígado” ante tantas injusticias y  a gritar de rabia, que no de impotencia,  ante el cierre de RTVV a manos del PPCV. Estas entradas semanales viajaban por la red, se compartían, se comentaban, crecían y se convertían gracias a  Twitter en Trending Topic. De la noche a la mañana El fémur de Eva pasó a formar parte del endoesqueleto de la blogosfera. Pero un buen día, sin que nadie lo esperara,  Fani dejó de publicar su entrada semanal y nos quedamos cojos y huérfanos a la vez.  Si lo primero era obvio, lo segundo fue evidente. Nos quedamos de pasta de boniato.

 

El fémur de Eva no ha vuelto a la red, de momento, pero sí que ha saltado al papel y se ha integrado en el nuevo género que es el blog convertido en el libro al verse necesitado de tinta atávica regeneradora. Ya lo hizo Enric Iborra al pasar algunas entradas de su blog La serp blanca a su premiadísimo libro Un son profund. Ahora lo hace Fani Grande para alegría del respetable, perpetuando en papel, en negro sobre blanco, lo que era ensueño y quimera  digital.  Me ha dicho un colega que los “columbis” nadan en Moët Chandon ¨desde que saben que hay nuevos lectores en papel dispuestos a rescatarlos y adoptarlos. También me he enterado que un vecino de mi finca ha superado un ataque de troikiatitis aguda al recetarle su médico de la Seguridad Social unos comprimidos efervescentes de El fémur de Eva, tres al día después de las comidas, que además no pagan canon.  Y es lo que yo digo,  que leyendo muchos libros como éste de Fani Grande que despierta las conciencias  podremos salir del Wertdiebo de una puñetera vez.  Digo.


@manologild

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