El albergue que te lleva al huerto

Esta semana en 360 Grados Press hemos conocido una idea modesta en forma, pero enorme de fondo. Tanto es así que una pequeña extensión de terreno está siendo capaz de infundir optimismo cuando todo invita al desaliento.

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El de Juan Tomate podría ser un huerto ecológico más de los muchos que proliferan últimamente en las ciudades, pero no es el caso. Por el momento, sólo trabajan seis personas en él. Sin embargo, su corta trayectoria ya invita a pensar que va a dar a sus frutos en todos los sentidos. “Ofrecemos esta actividad como algo voluntario. Aquí podemos ‘obligar’ a cumplir ciertas normas de convivencia, pero nada más. Y tenemos comprobado que sólo sale adelante aquello para lo que uno mismo está realmente motivado. Así que pusimos en marcha la iniciativa corriendo el riesgo de que nadie se implicase, pero quienes lo han hecho están realmente comprometidos“, explica Juan Antonio Diego, uno de los portavoces del proyecto.

 

Una labranza con distintivo de serie

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La particularidad de dicho huerto es que se encuentra en los aledaños de un albergue madrileño que desde hace más de tres décadas acoge a personas que se han quedado sin hogar. “Es una labor que ha cambiado mucho en poco tiempo. Ahora, hay residentes que hasta hace nada tenían una vida normalizada y eso nos ha obligado a cambiar nuestro propio planteamiento. Hablamos de situaciones rotas y de la necesidad de reconstruir a seres humanos, por lo que no sólo ofrecemos pasar la noche“, matiza Juan Antonio. De hecho, muchas estancias se cuentan en años y el perfil al que inicialmente ayudaba esta institución se ha visto ampliado. “En principio, nos dirigimos a personas de entre 45 y 65 años de edad, pero la realidad se impone: no hay recursos y tenemos que saltarnos nuestras propias normas para no dejar a la gente en la calle“, prosigue el entrevistado.

 

El sembrado de una cosecha a largo plazo

Talleres ocupacionales, cursos de jardinería o de cartonaje, cinefórums… La oferta de esta entidad sin ánimo de lucro es renovada continuamente. Así, la idea de un huerto ecológico surgió como una propuesta más con vistas a una salida de futuro hace unos meses. “Quitamos las primeras piedras y empezamos a soñar sobre el terreno en febrero. Estaba listo entre finales de mayo y principios de junio“, relata Juan Antonio. La prueba de fuego llegó en octubre, cuando se organizó un mercadillo solidario a modo de inauguración. El trabajo de los residentes, la colaboración de los voluntarios y las donaciones de semillas, así como de un sistema de riego, hicieron posible que se pusieran a la venta los primeros productos de la tierra.

 

Una recolección más que provechosa

Aparte de probar la viabilidad del cultivo, dicho acontecimiento sirvió para constatar otra de las intenciones perseguidas con el huerto ecológico: la difusión en sociedad de la labor del albergue. En palabras de su portavoz: “Los beneficios sí que están siendo enormes en forma de repercusión en el barrio, porque mucha gente se ha interesado por el proyecto y, a partir de ello, han conocido mejor el albergue e, incluso, han empezado a colaborar“. En definitiva, aunque concebida para el autoconsumo, esta iniciativa ha roto una barrera que parecía infranqueable en pro de la implicación. “Los temas de exclusión social se suelen percibir como algo lejano que le toca ‘al otro’. No obstante, en la actualidad cada vez suena más cercano por la crisis“, argumenta Juan Antonio.

 

El auténtico fundamento de las semillas

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Sin duda, el principal objetivo de este centro es el bienestar de quienes se alojan en él, lo cual también se está alcanzando poco a poco. “Algunos residentes afirman que se sienten mejor. Nosotros notamos que están más relajados e ilusionados. Además, se fomentan las relaciones sociales en el propio huerto y la esperanza de un porvenir en este sentido. Hay que tener en cuenta que lo que en otro sitio sería un destello aquí es como un deslumbrar“, ilustra el entrevistado. En total, se trata de cerca de un centenar de personas que aspiran a reanudar su vida y que, por el momento, dependen de los donativos particulares y del esfuerzo de instituciones como esta para ello, sin ningún tipo de ayuda oficial. “La salida es muy difícil. No hay que ser ingenuos. Haciendo un símil con el huerto, podríamos decir que hay poco terreno para abonar, pero que tratamos de aprovecharlo al máximo“, concluye Juan Antonio.


@LaBellver

José Manuel García-Otero

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