Vetusta Morla dejó en Burjassot (Valencia) el pasado 7 de junio una muestra de por qué es una de las bandas españolas de referencia de esta segunda década del siglo XXI. Garra, emoción, comunión con el público y calidad, sobre todo un directo de calidad, impregnaron su actuación. Zoé les precedió sobre el escenario de un recinto poco acondicionado para exprimir las bondades de la formación mexicana, mermada por la conjunción de una mala elección de sonido y el desconocimiento generalizado de un público impaciente por ver el plato fuerte del cartel.
Casi dos horas de un alarde de energía sobre el escenario.Generosos en la entrega, los componentes de Vetusta Morla salieron espoleadospor el «público más mascletero» de la gira de presentación de su últimotrabajo, La deriva, cuyas primeras seis semanas estuvo enriquecida por lacompañía de Zoé. La banda mexicana liderada por León Larregui tiene en comúncon la madrileña el amor que ambas sienten por el instrumento.
Sus conciertos son un auténtico muestrario instrumental en el quecada tema se adecua a ritmos que abarcan desde el concepto más clásico almás innovador, incluso psicodélico. Poreso las dos formaciones son compatibles, aunque los mexicanos reconocieronestar reventados tras las conciertos españoles con Vetusta Morla y quizás ésefue otro factor para que el sonido de su actuación no acompañara al talento quehan demostrado en su trayectoria.
Los mexicanos también fueron amables sobre el escenario y regalaronuna actuación de una hora y cuarto, alternando temas de su último trabajo,Prográmaton, como Cámara lenta, con otros hits que les han catapultado hacia el éxito en nuestras fronteras,como Labios rotos, Vía Láctea y Nada, un tema que cada día presenta máspeso y que, a la vez, es el más conocido entre el público español gracias acolaboraciones anteriores como la de Bunbury, quien prestó su voz en la versiónUnplugged que Zoé grabó para la MTV. De hecho, fue la canción que más consiguiódespertar del letargo prevetustamorliano al público valenciano. Para laocasión, Zoé optó por una versión casi electrónica, que no dejó indiferente anadie, sobre todo a los que consiguieron situarse por encima de la saturacióndel sonido para disfrutarla.
Hasta que llegó el desenfreno con el turno de Vetusta Morla.Acelerados, aclarados, directos, contundentes. Los madrileños salieron a portodas con el tema que da nombre a su último álbum como introducción delrepertorio que presentaron durante casi dos horas.
Las canciones de La deriva se alternaron -jugando con la tensióndramática del auditorio- con las que han marcado el sello de fidelidad de susfans, como Maldita dulzura, Un día en el mundo, Lo que te hace grande ouna intensa La cuadratura del círculo, que marcó el punto de inflexión entrela fidelidad y la entrega absoluta del auditorio, especialmente con Pucho, elcantante de la formación madrileña, que no dejó de mostrar asombro por elcomportamiento tan sicronizado y enfervorizado de la parroquia valenciana.
Una demostración de que el panorama musical español aún tiene cosaspor decir tras el peso de grupos tan lejanos como Héroes del Silencio. VetustaMorla apunta hacia cotas de éxito similares a las que obtuvo el grupo maño porqueel directo que ofrecen es de peso, nítido, enérgico, solemne.
El contexto social, el de la deriva que apuntó Pucho para enmarcartemáticamente y justificar el sentido del título del álbum, quedó amortiguadopor espacio de casi dos horas por «la esperanza» que pusieron en escena losmadrileños bajo el paraguas de un hasta luego y un «no hay miedo», quedejaron patente al repetir dos despedidas con cinco temas de propina. Largavida a Vetusta Morla.
Óscar Delgado / Adrián Cordellat