Abomino de aquellos que ordenan o deciden quitar la vida a las personas. Me estremece el solo hecho de imaginarme por un segundo en la piel del verdugo, que realiza la acción de apretar el gatillo o pulsar un botón que corte para siempre la posibilidad de vida de un prójimo. Matar, asesinar, ejecutar Verbos que andan muy lejos del corazón de las personas y solo lo conjugan aquellos que tienen el corazón de hielo o, simplemente, no tienen corazón.
Dicho todo esto, me parece repugnante el circo que se ha montado en torno aIsabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León, que perdió la vidapresumiblemente a manos de una mujer que se creyó Herodes o Salomón y ajustócuentas de manera tan drástica como equivocada. A partir de esta noticia, enEspaña se abrió la veda de las palabras mal dichas, de los pensamientosdistorsionados, de la mala leche sin freno.
Vivimos en un país que siempre viaja en contramano, una España reino de lasenvidias, territorio de la codicia, paraíso de los indiferentes y tierra virgende los corruptos. En este país ni hasta los muertos descansan.
La propaganda del PP quiere hacer mártir y santa a la muerta. Losperiodistas afines mezclan el ajuste de cuentas con manos invisibles de dudosaprocedencia y guantes de terrorismos. Todo para sacar tajada de la tristecoyuntura. Son vísperas de elecciones y hay que volar por encima de correr, hayque seguir mintiendo por encima de la dignidad.
En laacera contraria visten con malos trajes y peores episodios la vida de ladifunta. Nadie deja en paz a la muerta. Su desaparición ha agitado el cubomaloliente de las infamias. No hay paz ni en el fondo del océano. Este paísestá enfermo.
Óscar Delgado