Nos llegan a diario noticias de que en la ciudad germana de Hamburgo los enfrentamientos callejeros radicales contra los agentes antidisturbios adquieren una espiral en lo que parece convertirse en un pulso entre la ciudadanía y el gobierno socialdemócrata. En los últimos días la simbología de los manifestantes que protestaban en la ciudad hanseática alcanzó una expresión inédita al decidir masivamente inventar una nueva forma de sombrero, convirtiendo el símbolo de distinción que cubre nuestras cabezas en una burla, al rematarlo con una escobilla del wáter.
Este montaje del sombrero o gorro con escobilla del baño en lugar delmechón que llevan los gamsbart o sombreros germanostradicionales ha dado la vuelta al mundo como imagen grotesca. El mundo alrevés debieron pensar los caballeros de cuello alto. Y es que cubrir la testasiempre ha sido signo de elegancia y según nuestro rango lo hemos hecho de unaforma u otra aunque no todos de la mismamanera. Como dijo acertadamente el primer canciller de la República Federal deAlemania y padre de Europa, Konrad Adenauer, “vivimos bajo el mismo cielo pero ningunotenemos el mismo horizonte”.
Nuestros abuelos llevaban sombrero para las tareas cotidianas,distinguiendo según fuera para trabajo o para ocio, y según cada trabajo y cadaocio, reservando para los actos más solemnes en los que vestían de etiquetacubrirse con sombrero de copa alta, lo que llamamos normalmente chistera.Los sombreros distinguieron profesiones, así el estamento militar acaparóformas de bicornio y tricornios o eleclesiástico las conocidas mitrasepiscopales y capelos de varias tonalidades según dignidad, por nomencionar otros oficios que dieron lugar a algunos más llamativos como las monteras de los toreros.
Hay gorros nacionales, caso del bombínbritánico, hoy ya abandonado prácticamente, o gorros de grandes connotacionesturísticas, como el sombrero cordobéso el canotier de los gondolerosvenecianos, en fin toda una gama variopinta que merece su estudio.
Uno, que en el fondo es un nostálgico, ha vestido de chaqué pero no seha puesto chistera, y recuerda cuando estaba en el Ejército como se descubríala gorra a la orden del superior para escuchar la tradición militar del día enmedio de la formación o como se cubre todavía a la orden del rector, o rectoraen este caso, cuando se abre el claustro de profesores. Veía de pequeño como sedescubrían las boinas los labradoresal paso de las imágenes religiosas en procesión o al entrar en los templos ocomo todos los años en las celebraciones señaladas de las fiestas mayores lasmujeres iban a misa con teja y mantilla.
Todo esto puede parecer fuera de lugar, como de otra época. Quizá seaasí. Igual sean rémoras del pasado. Como anécdota destacaré que tuve el honorde colaborar en la organización del protocolo de un cruzamiento de órdenesmilitares en la Iglesia de Santa María de Montesa, llamada del Temple,en la ciudad de Valencia hace algo más de diez años. Me da la impresión que losúnicos que no nos cubrimos en ningún momento fuimos los colaboradores, lossacerdotes concelebrantes y el mayordomo de S.A.R. D. Carlos de Borbón-DosSicilias y Borbón Parma, Presidente a la postre del Consejo de lasOrdenes Militares. Este detalle anecdótico me da que pensar.
Y es que en el caso de los sombreros no somos iguales. En la edad medialos campesinos se conformaban con cofias de tocado, crespines, capuchas ycapirotes mientras que la alta nobleza cubría su testa coronándola. Los amantesde la heráldica y vexilología pueden indagar y constatar una ampliaclasificación que va desde los señores feudales y barones, pasando por
vizcondes, condes, marqueses y rematando con duques y príncipes. A cada cual sutipo de corona que es diferente en florones, perlas y bandas. Para reyes yemperadores quedan las coronas cerradas que completan la cúspide del poder.
Y volviendo al comienzo, personalmente que una protesta ciudadanacoloque una escobilla del baño sobre el gorro no deja de ser más allá de lochocante, una expresión bufa, una danza macabra contra el poder gobernante deturno, circunstancia que hace pensar en lo tambaleantes que son los fundamentospolíticos de la otrora envidiable ciudad estado de Hamburgo. Todo esto, dejandoaparte la originalidad porque quien nos iba a decir que se iban a sacar unaescobilla de la chistera.
Manolo Gil