La camaleónica Berlín se erige como tablero de recreación de momentos recientes del devenir histórico del viejo continente. Al viajar a la capital alemana te sientes como figura de juego de mesa, como ficha de emociones encontradas bajo la ansiedad permanente de saber en qué lado de la historia quedas ubicado en tus paseos: en la antigua RDA o al otro lado de lo que fue el Muro.
Opciones lowcost,todas para llegar a Berlín. Con una buena planificación y unas mínimas dotesrastreadoras por la cosa web, se puede viajar a la capital alemana sin caer enun desembolso mayor de lo que costaría desplazarse desde Valencia a Asturias.Ya se sabe, en los últimos tiempos es más fácil volar a capitales extranjerasque hacerlo entre ciudades de un mismo país. 360 Grados Press organizó su viajede 72 horas vía Barcelona con llegada a Schönefeld, aeropuerto en el queaterrizan las compañías de bajo coste.
Desde allí, enseguida comprobamos que eltransporte público de Berlín es uno de sus puntos fuertes. 26 euros por personapara tres días de desplazamientos ilimitados en metro, tren de cercanías,autobús o tranvía por las zonas ABC y descuentos en establecimientos y otrosservicios adscritos a la Welcome Card, que así se denomina dicho títuloadquirido en la propia terminal de llegadas del aeródromo berlinés. Cada 20minutos, un tren ce cercanías (S-Bahn) te lleva al centro de la ciudad, dondepuedes enlazar con la estación de metro (U-Bahn) más cercana a tu destino.Llama la atención que no existan tornos, ni que nadie te pida el billete cuandosubes a un medio de transporte público. Sólo lo validas una vez y listo. Esosí, las multas por no portar billete son elevadas, aunque en la mentalidadalemana no aparece configurada la opción de disfrutar de un servicio públicosin pagar por ello.
Funcionalidady caos estético
De la primera toma de contacto con la capital,uno tiene la sensación de estar en procederes del siglo XX salpicados por unaestética futurista y por -ismos; o a diseños vintage heredados de otros tiemposcon funcionalidad social precisa. Es paradójico también, y sobre todo en época desempiterna crisis para el sector de la construcción en latitudes ibéricas,toparse repetidas veces con obra pública (ampliación del metro o restauraciónde edificios de singularidad perdida por las bombas de la guerra) y promocionesde viviendas, como si el tiempo de la burbuja inmobilaria siguiera vivo enBerlín.
La capital es tan bohemia como moderna, tansetentera como sigloveintunesca, tan alemana como europea, tan creativa comodeconstructiva, tan silente como ruidosa, tan juerguista como cosmopolita, tanartística como callejera. No es difícil imaginarse las dificultades por los queatravesó su sociedad durante 90 años del siglo XX, de guerra en guerra, derestricción en restricción, de merma de derechos a ausencia de libertad.
A rescatar del pasado aquellas historiasemblemáticas, a no olvidar la barbarie del nazismo, a reconstruir las heridasde lo que ocurrió para no volver a caer en errores inhumanos, a reinterpretarlos hechos sociales y políticos que marcaron todo el devenir de la posguerrahasta la caída del Muro
ayudan las cooperativas que, en turnos matutinos yvespertinos, organizan excursiones por la capital y el extrarradio y a conocermejor la simbología de las construcciones, de las restauraciones, de lo quedade ayer y de lo que proyecta el hoy. 360 Grados Press participó en tres: la quenos condujo al campo de concentración de Sachsenhausen, en Oranienburg; la quenos guió por el Berlín imprescindible y la que nos mostró el subsuelo de lacapital, cobijo para civiles durante los bombardeos de las grandes guerras ysolución de escape para los que intentaron burlar el Muro en la Guerra Fríadesde el metro, el alcantarillado o mediante la construcción de túneles.
De la primera excursión, a Sachsenhausen, quedael silencio sobrecogido de lo que ocurrió entre aquellos muros hoy restauradoso recordados desde la maqueta que da la bienvenida al visitante, testigos delhorror vivido en los denominados campos de trabajo por la propaganda nazi. Unpaseo de tres horas por la instalación que no deja indiferente a quien lovisita y que cumple el cometido de refrescar la memoria para que hechos taninhumanos no vuelvan a producirse jamás.
Gastronomíade barrio
En el capítulo de la comida, y más allá delobligado paso por el restaurante típico alemán para probar el chucrut o lassalchichas, es obligado frecuentar los restaurantes turcos, vietnamitas,coreanos o thai que se distribuyen por toda la ciudad y cuyos barrios acogencon devoción. Es el caso de Kreuzberg, donde un más que recomendable paseonocturno conducirá al paladar por delicias asiáticas y por oportunidades parael ocio solapadas a la experiencia gastronómica entre viviendas asimétricas,algunas casas ocupadas, bajos modernos y decibelios por encima del nivel delresto de la ciudad.
Como apellido, siempre queda el interrogantesostenido: ¿en qué parte estoy? ¿en la antigua RDA o en la RFA?
Javier Montes