Cuando el drama se impone a la comedia

Shirley Valentine cerró definitivamente el telón este fin de semana en el Teatro Maravillas de Madrid. Ahora, al genial monólogo del británico Willy Rusell, interpretado de forma magistral por Verónica Forqué, le espera una gira por la geografía española. 360 Grados Press no quiso faltar a este punto y seguido de una obra que ha hecho suyo durante cinco meses el histórico teatro de Malasaña.

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Lleno hasta la bandera. Una vez más. Ni siquiera el aumento del IVA hapodido con el fenómeno Shirley Valentine. La grandeza del texto de Willy Rusell influye y mucho. Laadapatación de Nacho Artime (en loque es un sutil juego entre el presente que nos toca vivir y los años de laEnciclopedia Británica en los que se inspira la obra, entre los Jonhatan y lasJennifer que pueblan los extrarradios de cualquier ciudad española y la rigidezy los modales de la cultura británica), también. El motivo principal, sinembargo, es Verónica Forqué. Sublimeaguantando el peso de la obra durante dos horas en un monólogo incansable en elque su querida pared (y después su querida roca) parece ser su única compañía.Magistral marcando los tiempos, dando la pausa al texto, haciéndonos ver apersonajes que ni aparecen por el escenario, ni se les espera, pero a los quepodemos intuir en cada conversación en la que la actriz saca su versión máscamaleónica.


Shirley Valentine se hace querer. En cada frase. Con cadagesto. Desde el primer segundo. No resulta difícil identificarse con ella,quizás porque todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos sido un poco Shirley Valentine. Aunque no seamosamas de casa. Aunque no hayamos descubierto la existencia de una cosa llamada‘clítoris’ hasta después de haber tenido dos hijos. Aunque todavía no hayamospasado por el altar y llevemos veintitantos años de infelicidad a cuestas. Aunquenuestro marido o nuestra mujer no se enfade si cuando llega a casa no tiene lacena sobre la mesa. Importante, si es miércoles, que esa cena sea hamburguesa.


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La primera parte de la obra transcurre en una cocina, donde entre gag ygag humorístico y algún que otro chiste fácil Shirley Valentine se abre antenosotros para mostrarnos a una mujer sumisa, ninguneada por su entornofamiliar, con las ilusiones que un día dieron color a su vida socavadas bajolos escombros de la rutina y de un matrimonio que quizás algún día fue feliz.Una invitación de su mejor amiga, Joanna, a un viaje a Grecia, cambiará parasiempre la vida de la protagonista, que temiendo el “no” de su marido, preparasu escapada y su maleta con sigilo, sin levantar sospechas, con la culpa cargadaa sus espaldas.


La obra gana tras el descanso. Con el escenario convertido ya en unaplaya del Mar Egeo. Cuando la comedia, sin abandonarse del todo, da paso aldrama. Al drama de una mujer que, abandonada por su mejor amiga (que la cambióya en el avión por un rico inglés), decide dejarse llevar por la paz y latranquilidad que desprende la isla. Shirley Valentine vivirá entonces algunasexperiencias que la cambiarán para siempre y que le harán recuperar los sueñosy las ganas de vivir que la vida fue diluyendo con el lento transcurrir de losdías. Experiencias que le harán replantearse su existencia y preguntarse si esen aquella cocina en la que empieza la obra donde quiere pasarse el resto desus días.


Adrián Cordellat

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