Kama Sutra

Por Javier Montes, periodista

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Nunca he escogido una película por su título. Nunca me he basado en la sinopsis de la carátula para elegirla pero tengo que reconocer que esta semana, cuando acudí a la Biblioteca Pública Jovellanos de Gijón, donde me abastezco de los largometrajes que luego desgrano en estas líneas, Kama Sutra me llamó la atención por todo lo anteriormente descrito. Error número uno.

Soy consciente de que con este título es probable que tenga más lectores que nunca. Vaya por delante que aquellos que esperen algo picante no lo van a encontrar ni en esta columna ni visionando la cinta. Kama Sutra no es nada. Es una aburrida fiesta de disfraces, sin guión ni personajes. Se queda a medio camino de todo. Una pasarela de moda hindú, cursi y con un fondo tan pobre como insulso. Alguien describió la película como un irrisorio libro de autoayuda de la ‘Cosmopolitan’ poblado de marionetas de cartón y continuas moralejas tan obvias como estomagantes. Me gusta esa sinopsis.

La elección de los protagonistas es desacertada, la ambientación patética a base de paisajes de cartón piedra y la trama aburrida como la espera en un aeropuerto de tercera.
Se supone que estamos en India en el siglo XVI pero tiene que imaginárselo porque no encontrará nada que le lleve a eso. Es la víspera de la boda de la princesa Tara (muy apropiado el nombre) con el gran rey Raj Singh. Maya, una plebeya criada junto a Tara, se venga acostándose con el gran rey que cae rendido a sus encantos sexuales. Venganza por maltrato o por lo que sea, qué más da. Cuando la traición de Maya es descubierta –no se crea que hay algo de intriga en todo esto- es desterrada del palacio y aparece en escena el último mohicano, el escultor de la corte, y una afamada maestra de las reglas del Kama Sutra, el libro hindú del amor. ¡Qué emoción!

El escultor también es hipnotizado por la sensualidad de Maya –quien, por cierto, no es ningún pivón- y esculpe su obra maestra ‘La Mujer del Loto’. Raj Singh decide entonces volver en busca de Maya a la que atrapa como cortesana. Tara y Maya vuelven así a convivir en el palacio y el gran rey y el escultor pelean por conquistar el corazón de la cortesana.
Qué quieren que les diga. Que mientras sufría la película leí en la carátula que duraba 124 minutos pero en realidad son 115, sin duda, lo mejor que me pudo pasar.

Es un bodrio del tamaño de India, un drama ridículo, un romance vacío con unas pinceladas eróticas que repugnan y dejan la lívido a la altura del betún. Dirigida por Mira Nair no sé lo que opinará su familia de la cinta pero yo me permito decirles que es una porquería con cascabeles que no hace ni ‘tilín’. 

@JavierMontesCas

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