El despegue de la animación china

Los cerca de 500 millones de usuarios chinos del cine de animación comienzan a prestar atención a la producción que se lleva a cabo en su propio país que, gracias a las coproducciones y a la importación de diseñadores occidentales, mejoran la calidad de sus películas y arrancan motores a nivel internacional.

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China emerge de entre los escombros provocados por la caída de las grandes potencias mundiales durante la crisis y un arranque en la flexibilización de su gobierno que está haciendo que su economía y los sectores industriales del país que dependen de ella experimenten una crecida exponencial.

 

Uno de los que comienza a notar cómo las fauces estatales y de la competencia suavizan su mordida es el del cine de animación. “El negocio que mejor viaja a nivel internacional es el de la ficción animada y los chinos lo saben perfectamente y quieren aprovecharlo“, asegura Manuel Cristóbal (@manuxcristobal), productor cinematográfico de Dragoia Media y vicepresidente de la Federación de Animación Diboos.

 

El país más poblado del mundo cuenta con alrededor de 500 millones de consumidores de este tipo de cine, lo que lo convierte en una de las audiencias más grandes del planeta. Sin embargo, alrededor del 80% del gasto efectuado en el consumo de animación se exporta al exterior, sobre todo, a Japón (el anime) y a Estados Unidos.

 

A pesar de las épocas de blackout o apagones de cine extranjero para su compra y exhibición que se suceden en China y a que el número de producciones en el país se multiplica cada año, los usuarios echan en falta todavía creatividad y calidad al nivel de las películas niponas y americanas.

 

Esta realidad está conectada con el hecho de que la mayoría de animaciones ven la luz gracias a las fuertes subvenciones del gobierno chino, que en 2006 entendieron que este era un sector clave para el nacimiento de una nueva identidad nacional y para su desarrollo cultural. Ayudas que convirtieron a China en uno de los mayores productores de animación del mundo con 6.000 estudios de animación (desde grandes corporaciones con contenidos en 2D y 3D que estrenan en salas y televisión hasta pequeños animadores independientes que producen webtoons) y 1.300 universidades que la incluyen en sus programas académicos.

 

Es curioso el contraste de este volumen de producción con lo mal que se pagan los contenidos por parte de las distribuidoras de cine y de los canales de televisión chinos: menos de 50 dólares por minuto de animación, a pesar de que los costes se sitúan de media alrededor de los 2.000 dólares por minuto“, denuncia Albert Martínez (@thunderzeuss), animador y estudioso del cine de animación.

 

Grandes producciones que buscan el contacto internacional

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Aun así, según Martínez, y aunque su nivel de exportación todavía se reduce a países vecinos como Malasia o Singapur, estas limitaciones no han logrado cortar el vuelo de algunas grandes películas de ficción como Boonie Bears, to the Rescue (Ding Liang, 2014),  Monster Hunt (Raman Hui, 2015) y Monkey King: Hero is Back (Tian Xiao Peng, 2015), que se han hecho con el mercado chino y han rozado tímidamente el internacional: la primera engrosó más de 40 millones en el país asiático; la segunda, una obra híbrida de imagen real y 3D, 385 millones, lo que la convierte en la producción china con más recaudación de todos los tiempos, y la tercera sobrepasó los 92 millones de dólares que ostentaba allí Kung Fu Panda 2.

 

Por otro lado, cada vez más estudios chinos, sobre todo desde el pasado año, se presentan a festivales internacionales con la pretensión de aportar contenidos de animación que tengan repercusión global. Y lo consiguen gracias a estrategias muy concretas: coproducir piezas con estudios extranjeros para desarrollar sus propias ideas originales adaptadas a su estilo (el caso de Big Fish, del estudio francés Planet Nemo Animation y la compañía coreana Studio Mir); contratar talento de occidente (principalmente de Estados Unidos, como Dan Smith para el pequinés Golden Oaks Pictures, Chris Henderson para Xing Xing Digital Corp o Colin Brady, de Pixar, para Light Chaser Animation) y, con ello, contar con soporte para crear contenidos más atractivos para el público internacional, pero cercano a los gustos chinos, o, incluso, trasladarse a occidente directamente para internacionalizar sus producciones (por ejemplo, Original Force Animation ha establecido una división de animación en Los Ángeles).

 

Otro fenómeno se da a la inversa: estudios occidentales interesados en acceder al suculento mercado asiático realizan acuerdos de coproducción con otros de origen chino, como ha sucedido con la productora rusa Wizart Animation, que se ha asociado con la distribuidora Flame Node Entertainment para desarrollar la tercera entrega de su franquicia. O, más conectado todavía a nuestro campo, el trato llevado a cabo entre la valenciana Animation Bikes AIE y el grupo chino CVC para lanzar próximamente Bikes. The movie, película con denotado espíritu ecologista.

 

También se presenta el caso de crear filiales de animación en este territorio novedoso, caso que tiene como ejemplo más reciente a Dreamworks, que ha producido Kung Fu Panda 3 parcialmente en China a través de la alianza comercial Oriental Dreamworks, participada por empresas de este país.

 

Un crecimiento, el del cine de animación chino, que los hermanos Wan, pioneros de la animación en los años 20 en el gigante asiático, esperarían con anhelo, fruto de la rotura de cadenas de los peces grandes internacionales y de una mejora paulatina en la calidad y en la tecnología de sus productos audiovisuales. Solo queda eso, esperar (y cada vez menos).

David Casas

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