De Jaca al ‘Reino de los cielos’

Una buena base de operaciones para explorar algunas de las joyas del románico, como el monasterio de San Juan de la Peña y el cinematográfico castillo de Loarre

ÓSCAR BORNAY, Jaca. Punto clave en el Camino de Santiago, defensora del estratégico paso pirenaico hacia Francia, la ciudad de Jaca recibe al viajero a la sombra de la imponente Peña Oroel, que, con sus 1.769 metros de altitud y su recortado perfil marcan la personalidad de un enclave de espíritu montañés y fronterizo. Jaca bien merece ser el punto de partida de una más que interesante ruta por algunas de las joyas del románico aragonés.

Iniciamos este recorrido por la misma ciudad, que acoge en su centro histórico la vieja catedral de San Pedro. Un monumento que atestigua la importancia que adquirió Jaca como capital entre 1035 y 1096 en los primeros años del Reino de Aragón y como punto de paso para los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela tras atravesar los Pirineos. De hecho, la relación de esta ciudad con la peregrinación más famosa de la Europa medieval, comparable a las de Roma y Jerusalén, no acaba aquí. La misma catedral comenzó a construirse en el año 1076, casi al mismo tiempo que la de Santiago de Compostela, por iniciativa del rey Sancho Ramírez, que necesitaba una capital fuerte para sus dominios en expansión hacia el sur, hacia el reino musulmán de Zaragoza.

Este templo es una de las primeras grandes construcciones del Románico en la península ibérica, y su estilo será adaptado en otras muchas construcciones a lo largo del Camino de Santiago. Pero si esta catedral sobresale es porque es en este lugar donde nace el llamado “ajedrezado jaqués”, una serie de cuadraditos que imitan un tablero de ajedrez. Un motivo decorativo muy particular que veremos a lo largo de esta ruta, una especie de “imagen de marca”, que los maestros medievales de esta región inmortalizaron en piedra en cada monumento.

La seo de Jaca desprende sensación de fortaleza. Sus muros son de gruesa piedra, y si bien no parece muy alta desde el exterior, una vez dentro sorprende por sus dimensiones. La nave aparece sustentada por anchos pilares coronados por delicadas bóvedas. Vale la pena descubrir pacientemente sus recovecos, detenerse en los capiteles de las columnas, decorados con motivos vegetales y animales en algunos casos. Además, si se dispone de tiempo, se puede visitar el claustro y el museo catedralicio, que dispone de una de las mejores colecciones de pintura mural románica de todo Aragón.

Bajo la atenta mirada de la Peña Oroel se sitúa la Ciudadela de Jaca, que es, junto a la fortaleza belga de Lieja, la única de su estilo que se conserva en Europa. De planta pentagonal, sólo desde el aire muestra su forma estrellada. Fue levantada a finales del S.XVI por el arquitecto italiano Tiburzio Spannochi, bajo el reinado de Felipe II, y en una época de grandes tensiones bélicas con Francia. De ahí su gran valor estratégico. Fue tomada sin lucha por las tropas napoleónicas el 21 de marzo de 1809, pero su reconquista, el 17 de febrero de 1814, exigió un asedio de varios meses y miles de víctimas entre muertos y heridos. Magníficamente restaurada, en su foso acoge un pequeño rebaño de ciervos, y en su interior un museo de miniaturas militares.

Leyenda entre montañas
A poco más de 30 Km desde Jaca se encuentra el monasterio de San Juan de la Peña, una obra maestra del románico tallado en una impresionante cueva y rodeado por un espeso bosque, en el que la bruma suele ser una acompañante habitual. Durante la Alta Edad Media fue el cenobio más importante de la corona de Aragón, testigo del nacimiento de este reino, y cuya historia está rodeada de misterios. El primero de ellos referido a su propio origen. Según la leyenda, un joven noble llamado Voto descubrió la cueva al caer por un precipicio, y vio una ermita dedicada a San Juan Bautista. Impresionado por el hallazgo, volvió a Huesca, vendió todos sus bienes y junto a su hermano Félix inició una vida ascética.

También el mismo Reino de Aragón tiene su origen mítico en este lugar, ya que, reunidos los guerreros cristianos junto a Voto y Félix decidieron por aclamación nombrar a Garci Ximénez –uno de los siete reyes legendarios del Reino de Sobrarbe, con el tiempo germen de la corona aragonesa-, su caudillo para reconquistar las tierras de Jaca y Aínsa, lugar éste donde se produjo, durante una batalla contra los musulmanes, el milagro de la cruz de fuego sobre la carrasca del Sobrarbe.

La historia de la corona aragonesa tiene en este espectacular monasterio sus raíces. Buena prueba de la importancia que llegó a adquirir es que durante 500 años fue panteón real, el lugar donde los reyes y sus familiares directos, así como los cortesanos más importantes, fueron enterrados. Para los amantes del misterio, un interés añadido: Se dice que el Santo Grial, que desde el S.III hasta el año 713 estuvo en Huesca, fue alojado entre estos muros para salvarlo del avance musulmán y permaneció aquí durante siglos, hasta que, según las crónicas, fue trasladado en el S.XIV y actualmente se halla en la catedral de Valencia, adonde llegó en 1437.

En estos momentos, en la iglesia alta del cenobio se halla una copia del cáliz que se exhibe en Valencia. Sin necesidad de recurrir a leyendas, se cree que la construcción del sitio comenzó en el año 1026, bajo el auspicio del rey Sancho El Mayor de Pamplona. El monasterio fue cedido en 1071 a los monjes benedictinos, con los que alcanzará su plenitud. Y no se entendería la importancia de este lugar sin el aura romántica que le da el claustro del S.XII. De él se sabe que fue realizado por el maestro de San Juan de la Peña, que talló en los capiteles de las columnas varias escenas de la Biblia con un gran realismo, que aún hoy asombra al visitante por su fuerza comunicativa y dramática.

Loarre, un nido de águila
Desde este escondido paraje, la ruta continúa serpenteando entre angostas carreteras, precipicios y picos imponentes, hasta llegar a los Mallos de Riglos, enormes rocas verticales que se han convertido en un reto para escaladores de todo el mundo. Desde estas tierras del pre-Pirineo, sembradas de viñedos y frutales, se llega a la villa de Loarre, coronada por su espectacular fortaleza, posiblemente el castillo románico más importante de Europa.

Este nido de águila, situado a más de 1.000 metros de altitud y batido por todos los vientos posibles, alcanzó reconocimiento internacional por alojar parte del rodaje de la súper producción de Hollywod “El Reino de los Cielos”, de Ridley Scott, protagonizada por Orlando Bloom y Liam Neesom. Aquel hecho aún se recuerda en el pueblo, pues muchos de sus habitantes fueron extras en la película.

El castillo de Loarre fue construido entre 1015 y 1023 por el rey navarro Sancho III el Mayor sobre los restos de un castillo romano, como un puesto avanzado frente a la llanura de Huesca, entonces perteneciente al reino musulmán de Zaragoza. Desde su posición estratégica se obtiene una vista sobrecogedora que, en los días claros, permite ver esta ciudad e incluso la mole del Moncayo. El atardecer es una hora mágica para recorrer este recinto amurallado, donde no es difícil imaginar a caballeros y monjes. Es en este momento del día cuando los capiteles de las columnas, las torres y la misma piedra parecen cobrar vida con el silbido del viento y el cambio en la luz. Y es en este momento cuando se podría preguntar: ¿Qué contarían estas piedras, si pudieran hablar?

Óscar Delgado

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