360gradospress descubre su versión más moderna coincidiendo con el anuncio de la banda terrorista ETA de un “alto al fuego permanente, general y verificable”
En el margen derecho de la A-7asoma un panel que reza Cantabria. Buen viaje. Cien metros más adelanteaparece un cartel con fondo de color verde de la Dirección General de Tráficodonde se lee: Euskadi. Vizcaya. Esta agujereado. Hay quienes dicen que esosorificios son producto de disparos efectuados por agentes de la Guardia Civil.Despechados, cargados de ira, que arremeten con odio contra una región que lesha sido hostil durante muchas décadas. Leyenda urbana o no el caso es que elindicador de carretera parece haber sido ametrallado.
Es lunes, 10 de enero, y Bilbaorespira el ambiente de cualquier ciudad tras unos días de festejos navideños.Aún cuelgan las luces de Navidad en las principales calles comerciales,operarios retiran la estructura de lo que albergó una feria de artesanía y lastiendas anuncian a bombo y platillo las rebajas de enero con descuentos dehasta el setenta por ciento. Aquí la crisis también se ha cebado con los máspequeños y los bajos con la persiana echada y el letrero de Se alquila sonfrecuentes.
Bilbao cada vez se parece más a unaciudad cualquiera y poco a poco ha ido perdiendo algunas de sus señas deidentidad. Mejor o peor. Eso lo debe juzgar cada uno en función de sus gustos.
Hace años, el Bocho el agujerocomo le llaman los bilbaínos en referencia a la orografía del entorno- era unaciudad distinta al resto. Caótica como la mayoría de las urbes que supera elmedio millón de habitantes, sucia, plagada de pintadas y carteles a favor de laindependencia de Euskal Herria, con restos en una esquina sí y otra también dela kale borroka, mal oliente gracias a una ría convertida en un hotel de lujopara las ratas y pese a todo, con un encanto especial. Con vecinos abiertos yparlanchines que caminan con su chapela en la cabeza silbando, canturreando,que guían al visitante despistado, que presumen de ciudad, de tierra, delAthletic, de todo. Que cocinan exquisiteces y sirven con gusto. Amables,socarrones, con el chiste siempre preparado como un pistolero su revólver. Erauna ciudad distinta.
Ahora Bilbao ha perdido parte deesas señas de identidad. El Guggeheim y la globalización han liderado eseproceso de modernización. Las calles están limpias, no hay ni rastro de kaleborroka, la orilla del Nervión se ha convertido en un paseo imprescindible
hasta la Gran Vía, plagada de franquicias y grandes cadenas de distribuciónpodría ser la calle comercial de Zaragoza, Valencia, Málaga o Valladolid. Menosmal que la gente sigue igual (o casi). Ahora las chapelas se cruzan con lospañuelos y los canturreos se entremezclan con los gritos de marroquíes, polacoso ecuatorianos, encaramados en andamios que algún día dejarán paso a lasseñoriales fachadas de los cientos de edificios históricos de la ciudad. Laglobalización está aquí. Antes se entraba en un bar y la ETB estaba a todotrapo. Ahora muchos sintonizan TVE. “Yo soy de Zamora, qué quieres que tediga”, se justifica a media mañana una camarera mientras sirve el café y unospintxos a las empleadas del Eroski más cercano. “Yo soy la única de aquí, buenode Basauri. Yolanda es de Argentina, Tania de Laredo y Conchita de Badajoz”.Toma ya.
La globalización y la modernidad,esta última, medida en metros y en vertical. El Guggenheim ya es poco para losbilbaínos. Ahora miran al cielo a ver la evolución de la Torre Iberdroladiseñada por el argentino César Pelli. Dicen que estará finalizada en abril de2011. Con sus 165 metrosde altura domina el paisaje del Bocho. Ya es el techo de Euskadi y suscitadivisión de opiniones. Menos que si Muniain debería ser o no titular en elAthletic, pero genera debate. Todo el que diga la palabra “alto” es escuchado.”Alto, que si Joakin así llaman a Joaquín Caparrós- saca a Muniain deja fueraa Javi Martínez”. “¿Alto el bloque ese? Bueno pues sí, además no tengo ni ideade qué van a hacer allí”. Al parecer la cadena Hilton ya está en negociacionespara ocupar la parte alta y
competir de poder a poder con el mítico Hotel Carlton.Tradición contra modernidad.
De repente, todas las miradas se dirigen altelevisor porque se ha interrumpido la emisión para anunciar que la banda terroristaETA ha anunciado un “alto al fuego permanente y de carácter general que puedeser verificado por la comunidad internacional”. La voz de la presentadora delinformativo entra en los oídos de todos y cuando concluye arranca el debate.”Ya está, verificable, ahí está la clave. Se acabó”, dice un anciano con acentovasco antes de hacerle un gesto a la camarera para que le sirva otro txacolí.”Mus, mus, mus, dale pues”, se oye de nuevo en la mesa de al lado. En la callela noticia se ha recibido con indiferencia o ni siquiera se ha recibido. Loscorrillos de taxistas hablan del balón de oro que le acaban de conceder aMessi. Bilbao mira alto.