El frío cada vez se hace más presente en el Levante valenciano, pero aún es tiempo de visitar la costa. ¿Playa y mar a mediados de noviembre? Pues sí. Desde 360 Grados Press os invitamos a abandonar el sofá y la manta para conocer Alcocéber, una joya a primera línea del mar de Castellón. Respira la suave brisa que recorre sus playas, su gastronomía marítima y sus excelentes vinos, fuera de las aglomeraciones turísticas y del sofocante calor del verano.
Ocho meses de calor, ocho meses de verano interminable. Másde uno habrá pronunciado estas palabras al notar las primeras brisas de fríoque llegan estos días, después del llamado “veranillo de San Miguel”, a la costavalenciana. Notas breves, pero muy deseadasde frío que ya comienzan a recorrer nuestra piel y que están terminando porculminar el trasvase de ropa de verano al fondo del armario para dar paso a lamanga larga, las chaquetas, abrigos y bufandas. Siempre mirando de reojo algunaprenda corta, que la semana pasada a más de un visitante le pudo sorprender verlos 30 grados que marcaban los termómetros de la ciudad del Turia.
Lejos quedan los helados, los refrescos, las sombrillas, loschiringuitos y los turistas colorados. Pero,¿por qué abandonar la costa levantina, a pesar del frío? Qué mejor momentoque este para conocer qué hay detrás de las playas, calas y del mar en unatemporada en la que las grandes masas de turistas los abandonan para refugiarseen el sofá y el abrigo de las mantas. Por ello esta semana hemos visitado unade las zonas que mejor recoge estas características de la costa levantina. Setrata de Alcocéber, un núcleopoblacional de la costa de Azahar, en la provincia de Castellón, que perteneceal municipio de Alcalá de Chivert.
Es un verdadero placer recorrer (eso sí, abrigado) los cerca de diez kilómetros de playas y calasque envuelven este núcleo sitiado por grandes hectáreas de pinos y de zonasverdes endémicas que aún conservan una parte de la virginidad mediterránea. Unaoportunidad para depurar nuestrospulmones y respirar aire (frío) puro al mismo tiempo que regalamos nuestravista y nuestros oídos con un mar limpio y cristalino de relajante melodía deolas que chocan con el resto de los sentidos.
Cinco son las grandes playas que se pueden visitar: la delCargador, la Romana, la del Moro, la de Manyetes, de cantos rodados y que comparte terreno con lapedanía de Capicorp, y la de Las Fuentes, con manantiales de agua dulce quebrotan de la arena entre dunas y que proceden de los ríos que pasan por laSerra dIrta. No desmerecen tampoco sus tres calas: Tres playas, Cala del Moroy Cala Blanca, que se encuentra junto al clásico y reconocible faro que guiabaaños atrás a los barcos que se acercaban a la costa. Ni tampoco las torres defensivasa primera línea de playa que protegían a los habitantes de Alcocéber ante losabundantes ataques barberiscos del siglo XIV, como la que reclama la mirada delpaseante en la playa de Manyetes.
Y es que esta antiguatierra de pescadores y de agricultores de cultivos de secano ofrece unagran cantidad de oportunidades para el visitante que desee conocer lo queresulta de combinar la costa con el frío incipiente. Ahora que las playas se quedanvacías de submarinistas y de amantes del kitesurf,el windsurf o la vela, es momento dedescubrir el interior salvaje de Alcocéber, sus bosques y rutas naturales donde realizar senderismo, barranquismo,bicicleta y, en el caso de los incondicionales del motor, recorridos en segway, quad o buggy. Disfrutarde las vistas desde los miradores del parque natural de la Serra dIrta tambiénes uno de los regalos que conceden a nuestros ojos estos agradecidos paseos. Además,los más intrépidos pueden realizar escalada por su relieve abrupto, uno de losmayores de Castellón, y espeleología en sus cerca de 60 cavidades con buena topografía, entre las que destacala más profunda, el Avenc del Collet Roig.
Y si entre paseo y actividad se desea llenar el buche,Alcocéber conserva una rica gastronomíatradicional compuesta por paellas de marisco y de carne, pero también otrostipos de arroces como el negro, a banda y el arrossejat que preparaban lospescadores con el género que no vendían. Y de postre, rollets de cullerà, danís, carquinyols, coca mal feta y pastissets deboniato, sin dejar de lado las sabrosas frutas que nacen de sus tierras como lacereza, la naranja y el higo. Un sinfín de sabores que se pueden combinar conlargos paseos bien abrigados por la brisa del mar y de rutas verdes queretratan el paraje de Alcocéber de forma magistral. Amantes de la fotografía yde la naturaleza costera de otoño, estáis de suerte con este paisaje, remanso de tranquilidad y de belleza ypanacea del estrés urbano.
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