Ya no hay sombras en el mundo para esconder tanta vergüenza, tanta maldad, tanto estiércol. El hombre se ha convertido en un amasijo de ideas confusas y metal enmohecido.
Llegan días de viento y sombras, de luces y risas; buscas bajo la carpa inmensa de la vida un gramo que traiga esperanza, un algo ardiendo donde sentir que no te hundes más allá del llanto pasajero; ese muro que no es de todos y esconde lo que hay más allá, puede que un paisaje huérfano de dolor o la quebrada del diablo.