Cada vez más niñas y adolescentes llaman a la fundación ANAR para denunciar casos de violencia de género sobre sus madres, pero también aumentan las de jóvenes que denuncian que ellas mismas sufren agresiones.
Noviembre es el mes de la lucha contra la violencia contra las mujeres. En lo que llevamos de año, más de 40 mujeres han sido asesinadas en España a manos de sus parejas o exparejas. Pero antes de llegar a esta situación han pasado años de sufrimiento en silencio. La violencia machista, que puede ser tanto física como psicológica, no es un problema específico de las mujeres adultas. Las niñas y adolescentes las sufren cada vez más. ANAR (ayuda a niños y adolescentes en riesgo) es una fundación sin ánimo de lucro que desde 1970 se dedica a la promoción y a la defensa de los derechos de los menores. En 1994 habilitó el teléfono 900 20 20 10, gratuito y confidencial, a través del cual cualquier menor con problemas encontrará un psicólogo durante las 24h, los 365 días del año, dispuesto a ayudarle.
Diana Díaz es una de estas psicólogas, que confiesa que año tras año aumentan las llamadas de niñas o adolescentes que denuncian violencia machista. Respecto al año 2013, el porcentaje de menores que realizan llamadas motivadas por violencia de género ha aumentado en un 24,4%. Del total de 1.920 llamadas de este tipo, 278 las realizó una menor que sufría violencia machista. “Estos datos son sólo de las niñas que dan el paso de llamarnos, hay muchas más que no lo hacen y de esas no tenemos datos” especifica la psicóloga. El perfil tipo de las adolescentes que llaman a ANAR son chicas de entre 16 y 17 años que en un 67,6% de los casos sufren violencia por parte de sus parejas “que en más de un 40% de los casos es mayor de edad” apunta Díaz.
La familia, un pilar fundamental
Muchas veces, cuenta Díaz, son las propias madres de las adolescentes las que llaman porque notan que su hija “está rara“. “Nos llaman contándonos que su hija se comporta de forma extraña, y conforme avanza la conversación nos dicen que ha empezado a salir con un chico por eso añade la psicóloga- las ayudamos a tratar este tema con sus hijas desde la cercanía y sobre todo con calma“. La infancia y la adolescencia son el periodo de desarrollo y formación del carácter por eso “la familia es muy importante“. Para ANAR, es fundamental contar con el apoyo del entorno familiar, y “siempre que se puede” son su primer recurso, porque a veces el núcleo familiar también es un factor de riesgo.
“Hay que trabajar para que las niñas que han sufrido violencia en la adolescencia no la sufran en la edad adulta” y este es un aspecto en el que para Díaz la familia es muy importante porque ayudan a la víctima a tomar consciencia. “Ser consciente de lo que se está sufriendo es un paso necesario para evitar que se repita” por ejemplo en la edad adulta, asegura. El apoyo familiar ayuda a que la joven supere los sentimientos de tristeza, miedo, aislamiento y soledad, y así estos no se reflejaran en un futuro, ya que “sufrir violencia machista en edades tempranas puede tener como consecuencia el desarrollo de problemas psicológicos“, explica la psicóloga.
“Tenemos que prestar atención a las señales”
El maltrato físico es más fácil de detectar que el psicológico, por eso “tenemos que prestar atención a las señales“, alerta Díaz, sobre todo al aislamiento: “Tenemos que hacerles ver a las jóvenes que una persona que te quiere bien no necesita aislarte“. Otras señales, a las que también tiene que “estar atento” el entorno de la víctima son por ejemplo el control de la pareja sobre el tiempo de ocio de la chica, prohibiciones sobe la ropa que lleva o ver si le impide ir sola a cualquier sitio.
El trabajo más complicado, pero el más importante, según apunta la experta es la toma de conciencia: “Esto es un recorrido ascendente en escalera, los menosprecios y los aislamientos asegura– pueden ir a más, y tolerarlos genera que la víctima se habitúe, al final lo ve como algo normal“. Pero no sólo en este caso, tolerar actitudes como que la pareja revise el teléfono móvil, o que tenga las credenciales de las redes sociales acaba normalizándose “y también es violencia“.
A naturalizar estas prácticas, y otras como la justificación de los celos, o la posición del hombre como protector de la mujer contribuye según Díaz “los mensajes que se transmiten culturalmente“. Considera que hay una incoherencia entre lo que se transmite en los colegios y los mensajes que las niñas y niños reciben desde la infancia con las películas de princesas, en las que ellas pasan de depender del padre a depender de “su príncipe que las cuida, las mantiene y las protege“. El mito del amor romántico también es muy peligroso, “son mitos que todos hemos escuchado, cosas como que el amor lo puede todo, normalizan la violencia en nombre del amor“, concluye. Para erradicarlo, la solución es desarrollar la conciencia crítica, la educación emocional y entender cómo manejarlas, Díaz tiene claro que lo más importante es educar en igualdad.
Laura Bellver