Voces (calladas) de mujer

Miles de mujeres en países con crisis humanitarias sufren cada día por la falta de opciones para prevenir o evitar problemas relacionados con su salud sexual y reproductiva. Esta semana 360 Grados Press cuenta la historia de cuatro que pudieron ponerle solución.

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Chantal, Marilyn, Yvonne y Edna. Puede que estos nombres no os digan nada, pero representan crudamente las diferentes situaciones a las que se enfrentan o que viven las mujeres en países con crisis humanitarias.

 

La primera de ellas, Chantal, de 20 años, acudió embarazada al hospital público de Kabezi, Burundi, con fuertes dolores, y tuvo que ser conducida por una ambulancia de Médicos Sin Fronteras al centro que tiene la organización, ya que el bebé era prematuro y venía de nalgas y la madre tenía riesgo de sufrir una ruptura uterina. Tras la cesárea, la matrona administró oxígeno al recién nacido y quedó en observación durante una semana en la unidad neonatal.

 

Sin la rápida atención del equipo la joven hubiera podido morir, ya que el 15% de los partos tienen complicaciones y más de 800 mujeres mueren al día en países como Burundi por situaciones como esta. Sobre todo, en el 75% de los casos de urgencia obstétrica, por causas como las hemorragias, el posparto, las infecciones o la alta presión sanguínea, problemas que en el primer mundo no suelen tener difícil solución.

 

Por su parte, Ivonne, de 48 años, vive en la ciudad burundesa de Gitega y fue operada por una fístula obstétrica que sufre desde hace 22 años. Se trata de una lesión abierta entre la vagina y la vejiga o el recto que suele producirse durante los partos obstruidos y prolongados en los que la mujer no recibe atención y que provoca la pérdida continua de orina o de heces.

 

Esta situación hace que muchas mujeres como Ivonne sean repudiadas, expulsadas del hogar, apartadas de la familia y marginadas de la comunidad. Esta operación está solo al alcance de unas pocas en los países en desarrollo, donde cada año entre 50.000 y 100.000 madres las desarrollan.

 

O el aborto no seguro, que está restringido por ley en 140 países. Como Haití, donde la opresión de la mujer es muy elevada y los medicamentos que inducen el aborto, como el misoprostol, se venden ilegalmente y sin información sobre la dosis o sus efectos. Además del peligro que suponen las prácticas poco seguras de los curanderos para practicarlo, que provocan, en muchas ocasiones, la perforación del útero de la mujer o hemorragias severas, complicaciones que suponen sufrimiento físico para ella.

 

Este tipo de aborto es una de las cinco principales causas de mortalidad materna y provoca cerca del 13% de las muertes de mujeres embarazadas, cifras que se disparan en regiones de América Latina y en contextos como los campos de refugiados y las zonas afectadas por un conflicto.

 

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El miedo de Edna a transmitir el VIH a su hija

Edna vive en Thyolo, Malaui, y es VIH-positiva. Se enteró de casualidad al acudir a una clínica de MSF para saber si estaba embarazada y lo primero que pensó fue que su marido la dejaría. Y así fue, aunque después regresó al hogar. Después le preocupó tener que estar en tratamiento toda la vida para no morir, sin saber si algún día se le acabaría, pero, sobre todo, si le habría transmitido la enfermedad a su hija. No fue así, gracias a su esfuerzo con el antirretroviral que sigue a rajatabla.

 

Las mujeres son las que más peligro tienen de contraer VIH y cuando no siguen el tratamiento, el 40% de las embarazadas transmite el virus a sus hijos, porcentaje que cae por debajo del 5% cuando sí lo reciben. Muchas no se enteran de que lo tienen hasta que comienzan a tener síntomas perceptibles y después no siempre se atreven a contárselo a su pareja o a su familia por miedo al abandono o a la expulsión del hogar.

 

Cuando Marilyn se hartó de que su marido le pegase

Marilyn es de Tari, una ciudad pobre de la provincia rural de Southern Highlands, en Papúa Nueva Guinea, y acudió al centro de MSF después de hartarse de que su marido y su nueva esposa le golpearan y le hicieran heridas en la cara y en la cabeza (incluso él llegó a atacarle con un machete). Ella le tenía mucho miedo a su esposo y pensaba que iba a morir.

 

Como Marilyn, muchas mujeres sufren la violencia en países desarrollados y solo en Tari el equipo de la organización atiende unas 150 consultas al mes, de las cuales 120 se deben a agresiones intrafamiliares y el resto a sexuales. “Se utilizan como campo de batalla en zonas de guerra para atacar en forma de violación a una parte de su población y la mayoría de ellas callan por miedo“, valora Mila Font, delegada de MSF para la Comunitat Valenciana y Murcia.

 

Sin ellas no hay futuro

Estas cuatro mujeres luchadoras son solo algunas de las protagonistas de la exposición Sin ellas no hay futuro, un recorrido fotográfico y audiovisual que muestra las amenazas para la salud a las que se enfrentan las mujeres en crisis humanitarias y que Médicos Sin Fronteras está exhibiendo en diferentes ciudades de nuestro país. Hasta el 19 de noviembre hace parada en el Claustre de La Nau de la Universitat de València.

 

La muestra recoge fotografías y vídeos de Martina Bacigalupo, Patrick Farrell, Kate Geraghty y Sydelle Willow Smith, realizadas en contextos en los que trabaja MSF como Burundi, Papúa Nueva Guinea, Malaui y Haití y que abarcan estas cinco amenazas para la salud y la vida de la mujer a través del testimonio de quienes las sufren.

 

En la exposición se pueden conocer las actividades médicas que los equipos de MSF pudieron llevar a cabo en más de 60 países en 2014: 194.400 partos asistidos, incluyendo cesáreas; 680 cirugías reconstructivas para fístula obstétrica; 665.400 consultas prenatales; 11.200 víctimas de violencia sexual atendidas; 10.800 mujeres de todas las edades tratadas por complicaciones relacionadas con un aborto no seguro, y 8.600 mujeres recibieron tratamiento para la Prevención de la Transmisión del VIH de Madre a Hijo. Con ello, y desde 1990, han conseguido reducir globalmente en un 47% la mortandad materna en estas zonas de peligro.

 

Cifras muy positivas, pero que se quedan cortas al pensar en el resto de sociedad femenina que no ha logrado alcanzar estas ayudan. “Trabajamos por llegar a la mayor cantidad de mujeres y vamos a seguir haciéndolo con todo nuestro esfuerzo, así como tratar de visibilizar esta problemática en los países desarrollados, ya que la invisibilidad es otro tipo de violencia contra ellas“, valora Javiera Puentes, médica de la organización.


@casas_castro

David Casas

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