Mi cuerpo es mío

La periodista y directora del Centro Andaluz del Libro relata para 360gradospress su ‘experiencia de género’ en Guatemala

ROSA CALDERÓN VEGA, Sevilla. “He tenido la suerte de educarme en un ambiente igualitario, donde las mujeres predominan y son el alma de nuestra organización, familiar y de cooperación. He crecido entre mujeres obsesionadas con la lucha por un mundo más justo… A todas, gracias”. La pasada semana tuve el placer de acompañar a la Plataforma de Mujeres Artistas en contra de la Violencia de Genero a Guatemala. Lo cierto es que nunca pude imaginar la experiencia tan gratificante que estaría a punto de vivir. Una vivencia intensa en la que, a través de los mensajes, se entremezclaban sensaciones muy fuertes.

El primero, con el jet lag recién servido, fue el más impactante: “MI CUERPO ES MIO. NO SE TOCA, NO SE VIOLA, NO SE DAÑA, NO SE MATA”. Y pensé, con mentalidad de española: Eso está claro ¿no? Pues por desgracia, NO. Es curiosa la impotencia que comienza a invadirte cuando escuchas este mensaje en cada una de las conferencias y charlas a las que asistimos. Cuando ves apagada el alma de las mujeres a través de sus ojos en contraposición a sus coloridas vestimentas que es lo que les aporta la alegría, a ellas y al entorno en sí.

En Guatemala, la alegría y la tristeza van de la mano. Alegría por su colorido siempre atractivo y característico en los edificios, los ropajes, la comida. Tristeza por la frustración de una sociedad con carácter luchador pero acallada por sus propios políticos, que por unas monedas te tapan la boca y el corazón, y eliminan la ilusión y las ganas de trabajar por una sociedad mejor.

Las mujeres guatemaltecas no son conformistas, pero tienen miedo. Luchan, pero no pueden gritar. Sus voces son mutiladas continuamente por un sistema político liderado por hombres que, por lo general, ni siquiera valoran la posibilidad de tenerlas en cuenta para crear una sociedad mejor. Desde su nacimiento, las mujeres entregan su vida a la lucha por la paz familiar, al trabajo y a la crianza de sus pequeños. Son la base perfecta para una sociedad fuerte, pero les falta un pilar fundamental, el de la libertad (educación en igualdad).

Un pilar poco interesante para aquellos que se ganan la vida gobernando para ellos mismos. Un pilar sin el cual se elimina la posibilidad de generar ilusión y confianza en el mañana. Un pilar que hace que mujeres como nosotras, le den volumen a esas cuerdas vocales que nunca pueden utilizar por temor a ser aplastadas por las críticas de sus propios familiares y amigos. Una cruda fotografía social que intentan alegrar con los colores de sus tejidos y que aportan vida a esos rostros, muy bellos por cierto.

Sin embargo, después de visitar otros países latinoamericanos, puedo decir, que las mujeres de Guatemala son pacíficas pero no les asusta la guerra ideológica. Son valientes y están dispuestas a luchar para ser escuchadas… Sus colectivos están preparados para comenzar el cambio revolucionario con respecto a los derechos de la mujer que necesita el país. La Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú será, si la dejan, candidata a las próximas elecciones estatales. Es una oportunidad maravillosa para creer que otra Guatemala es posible. Sin corrupción, sin delincuencia, sin violaciones. Una Guatemala llena de color, alegría y respeto por la libertad y los derechos humanos. Donde la voz de las mujeres aporten a la política nuevas perspectivas y ese mensaje sea recordado como el lema que dio comienzo a la lucha en contra de la violación de género y a favor de los derechos humanos.

Pues sí guatemaltecas, es posible. Es posible que vuestros hijos cambien ese mensaje por: “PUES CLARO QUE NO SE TOCA, PUES CLARO QUE NO SE VIOLA, PUES CLARO QUE NO SE DAÑA, PUES CLARO QUE NO SE MATA…”.
En Guatemala todavía hay mucho que hacer. Pues sí, pero ¡es posible!
Tenéis todo nuestro apoyo e iremos a llevaros los micrófonos cuantas veces haga falta. Ánimo. Gracias a Cristina del Valle y al resto de artistas de la plataforma por su lucha universal.

F.C.

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